Europa: rezagada, pero dinámica, por Jürgen Kocka.
Enviado por Kate • 15 de Julio de 2018 • 1.959 Palabras (8 Páginas) • 929 Visitas
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En la Europa medieval este capitalismo que se iba imponiendo estaba en manos de los comerciantes. A tal grupo pertenecían individuos muy diferentes: desde ciudadanos acomodados, hasta cambistas judíos o lombardos, etc. Sin embargo, todos ellos tenían en común su ánimo de lucro, su experiencia en el manejo del dinero y su capacidad para competir en el mercado, aun cuando fuesen conscientes de las ventajas que proporciona un monopolio y anhelasen obtener privilegios, esto es, el favor del poder político y la protección ante el mercado
Sin embargo, a diferencia del capitalismo posterior, ya plenamente desarrollado, ese dinámico capital no salía de las fronteras naturales del comercio y la acumulación de fondos, el motivo era que solo una parte de los beneficios obtenidos se empleaba para ampliar la empresa, ya que esta, por lo general, constituía un proyecto de solo unos años, del que no se esperaba que sobreviviera a su propietario. En el contexto social y cultural de la Edad Media, la acumulación de capital y el crecimiento empresarial no formaban parte de los objetivos prioritarios, quiere decir que la obtención de beneficios y el éxito en los negocios seguían siendo meros instrumentos con los que conseguir una buena vida.
Hay que tener en cuenta que estas sutiles variantes de la práctica capitalista solo podían imponerse si lograban contrarrestar las ideas morales tan arraigadas en la época. La iglesia cristiana censuraba el préstamo de dinero y la concesión de créditos a cambio del pago de intereses, por considerarlos «usura». O, al menos, prohibía realizar estas prácticas para con un «hermano», como establecía el Deuteronomio (XXIII, 19-20). Las operaciones crediticias con aplicación de intereses entre cristianos estaban prohibidas, lo que explica en buena medida por qué eran tan abundantes los judíos en aquel sector económico. Sin duda alguna, las enseñanzas cristianas, que nacieron en el entorno de los campesinos y los artesanos y que tenían en tan alta estima la solidaridad, en forma de hermandad, fomentaron la difusión de las ideas anticapitalistas. Este planteamiento rechazaba admitir el lucro como objetivo de la existencia y desconfiaba del estilo de vida de los comerciantes. Sin embargo, el tiempo fue debilitando aquellos principios o determinó que se interpretaran de un modo que se ajustase mejor a la realidad económica que seguía evolucionando. Además, existían numerosos métodos para esquivar la prohibición de prestar con intereses y permitir que también los cristianos participasen en el lucrativo negocio crediticio. La iglesia desarrolló en sus enseñanzas morales una serie de contraargumentos que interpretaban el intercambio, la obtención de beneficios y el bienestar como compensaciones justificadas de la inseguridad y el esfuerzo a los que debían hacer frente los comerciantes, y también consideró sus actividades como instrumentos útiles para el bien común.
Con todo, estos avances siguieron siendo un fenómeno excepcional, que, en el capitalismo medieval europeo, tan marcado por el cristianismo, tuvo que abrirse camino luchando contra la desconfianza general, el rechazo moral y la crítica intelectual. En cierto modo, los comerciantes se vieron obligados a actuar en consecuencia, contraatacando con un estilo de vida compatible con la religión y un despliegue de simbología, en forma de donativos y actos de caridad, y a menudo también en forma de «última penitencia», esto es, de cesión de enormes porciones de su patrimonio a monasterios e iglesias cuando llegaban a una edad avanzada. El miedo ante los tormentos del infierno también marcó a muchos comerciantes de la Edad Media, que, en su mayoría, y a pesar de ser hombres de mundo, también eran fieles cristianos. Con todo, la dinámica de este capitalismo comercial apenas se vio frenada por el anticapitalismo de la moral pública, tan influida por el cristianismo, como en la práctica tampoco el capitalismo de los siglos posteriores se vio limitado en su expansión por la constante y extendida crítica del sistema.
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