LAS MIGRACIONES DE LOS CAMPESINOS EN EL PERÚ Y EL INFORMALISMO
Enviado por tomas • 1 de Mayo de 2018 • 3.089 Palabras (13 Páginas) • 388 Visitas
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La migración indígena hizo que la población urbana se quintuplique y que la ciudad se reorganice. Esta población al carecer de recursos invadió áreas libres en las ciudades y conformaron los denominados barrios populares, asentamientos humanos o barriadas. La invasión, se convirtió en un fenómeno social, primero urbano y después rural, con estas invasiones de predios urbanos se dio la era de la nueva contestación de masas. Las barriadas surgidas de las invasiones de predios urbanos fueron el punto de inicio de la informalidad en el Perú y luego se hará extensivo a todos los ámbitos de la sociedad.
El aporte de la migración al crecimiento de la capital es superior al número de los mismos migrantes, porque sus mujeres tienen una fecundidad mayor que las nativas y sus hijos tienen en Lima una tasa de mortalidad menor que en el campo. En 1981 Lima solo habría tenido una población de 1’445,000 habitantes en lugar de los 4’000,000 que fueron censadas. En ese año las dos terceras partes de la población limeña eran migrantes o hijos de migrantes, mientras que la tercera parte restante era propiamente de Lima.
Al llegar a las ciudades los migrantes encontraron un mundo hostil, porque si bien la sociedad formal les reconocía el derecho a la felicidad, nadie quería que ese “Perú profundo” bajase a las ciudades. Los programas de asistencia y desarrollo para tales áreas estaban dirigidos a que los campesinos progresarán ahí donde se encontraban, vale decir, fuera de las ciudades. Se quería que la civilización llegue al campo y no que los campesinos vengan a Lima a buscarla.
La hostilidad llegó a extremos, en los años 30 se prohibió la construcción de departamentos baratos en Lima, algunas personas señalaron que el presidente Manuel Prado a inicios de los 40 tomó una iniciativa que consistía en “mejorar la raza” y para ello estimulo la migración de escandinavos hacia las ciudades del país. En la legislatura de 1946 el senador Manuel Faura presentó un proyecto de ley para prohibir el ingreso de los provincianos a Lima. En la legislatura subsiguiente, el diputado Salomón Sánchez Burga formuló un pedido con Acuerdo de Cámara para crear un pasaporte de ingreso como obligación de los provincianos que quisiesen entrar a la capital.
Los migrantes descubrieron que eran numerosos, que el sistema no estaba dispuesto a admitirlos, que las barreras se multiplicaban, que había que arrancar cada derecho a un renuente statu quo, que estaban al margen de las facilidades y beneficios de la ley y que la única garantía para su libertad y prosperidad estaba en sus propias manos. .[4]
Con la migración aparecieron nuevas actividades que fueron reemplazando a las tradicionales, como nuevas viviendas que eran modestas y apiñadas en los alrededores de la ciudad, una multitud de talleres instalados en éstas, ambulantes vendiendo en las calles e incontrolables líneas e microbuses que aparecían de la nada. Vendedores de comida en la calle, trabajadores (obreros de construcción) que andaban con sus herramientas bajo el brazo. Poblaron los cerros y el desierto de la ciudad limeña, extendiendo rasgos arquitectónicos que derivan más de modelos serranos que europeos, como el techo a dos aguas y la teja. Se realizaron ceremonias asociadas a la construcción andina de viviendas, difundiéndose y adoptando formas urbanas, por ejemplo el llenado de casas y edificios se celebraba agasajando a los que participaron del trabajo. La nueva vivienda era bautizada con la tinka andina y la cruz de flores que corona la parte más elevada de la construcción. Talismanes y amuletos, especialmente vegetales, se empleaban para proteger la casa del mal y los ladrones pasaron a formar parte corriente de la religiosidad popular urbana. Los ambulantes al inicio eran desalojados pero posteriormente ante el gran número de ellos, la Municipalidad de Lima trató de formalizarlos, algo que no pudo conseguir.
Volvieron muchas de sus actividades para subsistir en ilegales con el fin de satisfacer objetivos legales como construir una casa, prestar un servicio o desarrollar una empresa; asimismo la movilización espontánea de los sectores populares, mayoritariamente migrantes, ha cuestionado la autoridad del Estado sometiéndolo a una crisis, donde se recusan leyes, instituciones, disposiciones y dispositivos legales, la economía, el orden político, lo instituido, originándose en el siglo XXI el INFORMALISMO.
La informalidad es una modalidad de acomodo de los sectores populares, carentes de medios para solucionar sus apremiantes necesidades, que sin atacar el orden establecido, el Estado, las leyes, reglamentos y demás exigencias formales, terminan superándolo y dando paso a un nuevo perfil de carácter indubitablemente popular e inédito.
La noción de informalidad da a conocer que no son informales los individuos, sino sus hechos y actividades. La informalidad es una zona de penumbra que tiene una larga frontera con el mundo legal y donde los individuos se refugian cuando los costos de cumplir las leyes exceden a su beneficio. Los informales no se han entregado a la anarquía y más bien han desarrollado su propio derecho e instituciones (normatividad extralegal) para suplir al Derecho oficial, allí donde éste no funcionaba.
Nuevos fenómenos concurren a alterar no solo el rostro de la vieja y tradicional ciudad, sino de toda el área metropolitana. Hay nuevos centros de gravedad como los representados por los grandes bazares callejeros que distribuyen mercaderías y productos en Polvos Azules y Amazonas, Emancipación-Abancay, la avenida Grau, el Mercado Central, el Jr. Gamarra, la Av. Aviación en San Borja, la diagonal de Miraflores; los mercados y paraditas de Ciudad de Dios y Comas, la Parada, Caquetá y otros muchos desparramados por doquier; los parques y áreas verdes inundados de sectores populares los días festivos; los calvarios y apachetas en las encrucijadas, que organizan el espacio andino trasladado a Lima; los santuarios y cementerios clandestinos en barriadas; los múltiples lugares dominicales de reunión de las asociaciones de provincianos.
Las nuevas formas de organización social urbana que surgen son las asociaciones de migrantes, que combinan formas de organización gremial con sistemas andinos comunales de reciprocidad y agrupación. El migrante, en Lima, participa intensamente y despliega gran actividad en torno a estas asociaciones. Semana a semana, sus locales son centros de atracción familiar. Se festejan bautizos y bodas, cumpleaños y aniversarios. Los jóvenes juegan al fútbol o encuentran, en la intimidad de ese segundo ambiente natural, una paisana casadera que les permite formar un hogar sin romper ni debilitar los vínculos de parentesco e identidad
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