LEÓN GUANAJUATO EN LA GUERRA CRISTERA
Enviado por mondoro • 27 de Diciembre de 2018 • 2.620 Palabras (11 Páginas) • 576 Visitas
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La simbología representada en la estatua y los dos ángeles reposan sobre un hemisferio de concreto que simboliza al universo, con sus meridianos y paralelos terrestres, esta semiesfera reposa sobre ocho columnas de concreto que representan a las ocho provincias eclesiásticas de México
Los cristeros del Coecillo.
El día 26 de diciembre de 1926 concurrieron más de 20 personas que acordaron tomar las armas el 1 de enero de 1827; después aplazaron el levantamiento para el día 3. Los jóvenes del movimiento habían recorrido las rancherías del norte de León donde se pusieron de acuerdo con los campesinos para su participación. El joven Nicolás Navarro por la tarde del 2 de enero, recibió la orden de lanzarse a la lucha armada esa misma noche. A las 9 p.m. todos los comprometidos se reunieron en la quinta La Brisa a las orillas del Coecillo. A eso de las 10:00 p.m. el número de los reunidos no llegaba ni a veinticinco así que esto generó preocupación. Gerardo Alemán ordenó que se pusiera vigilancia en varios puntos del Coecillo y de la ciudad; quedando el resto de los reunidos en el camino a la hacienda de Ibarrilla. Por rumbo al puente del Coecillo se escuchó un disparo para llamar a la policía montada. Se escucharon voces y el jefe dispuso que el que se decía coronel del Ejército, fuese acompañado para cerciorarse de lo que ocurría. Fueron con él Salvador Vargas, José Valencia, Ezequiel Gómez y Agustín Martínez. Al acercarse los comisionados al lugar de donde salían las voces, se oyó el grito de “¿Quién viene?”; respondieron lo conveniente y al pedirles la contraseña la dieron. Instándoles luego a que se acercaran, al asegurarse que ahí estaba Nicolás Navarro, lo hicieron, y entonces fueron aprehendidos y desarmados, sin darles tiempo a defenderse. Por el desaire que le hizo la población al general Joaquín Amaro, ministro de Defensa Nacional, envío cono jefe de la plaza al general de Brigada Daniel Sánchez, quien desde su llegada hizo comparecer ante su presencia a cuantas mujeres que vestían de negro transitaban por las calles, alegando que era una señal muda de protesta contra el Gobierno. El asalto al tren de Guadalajara y el descarrilamiento del general Amarrillas por los alzados, sirvieron de pretexto al general Sánchez para llevar al martirio a las siguientes personas: el 25 de abril, fueron fusilados el padre español Andrés Solá, que se había ocultado en una casa de la calle 20 de enero; el padre J.Trinidad Rangel proveniente de Silao y el señor Leonardo, nativo del rancho El Saucillo. Los tres fueron declarados culpables de los atentados a los ferrocarriles y sentenciados en el lugar del mismo descarrilamiento.
Corazones de atole
El 25 de diciembre de 1924, en la entonces cárcel municipal, durante un desayuno que se sirvió a los presos, por celebrar algunas primeras comuniones de niños, se le derramó la taza de atole al infante José Guadalupe Hernández. Para que no lo fueran a regañar, invocó al Sagrado Corazón de Jesús. Entonces el atole se coaguló y tomo la forma de un corazón perfectamente anatómico. El mantel fue llevado a los padres jesuitas que se encontraban en el Santuario de Guadalupe, y posteriormente al obispo Emeterio Valverde y Téllez, a quien se le informó de todo lo ocurrido y sobre la cantidad de gente que acudía al templo para contemplarlo. El obispo ordenó que en un cuadro especial se colocara en el salón de juntas del santuario, alejado del público y sobre todo de la veneración, porque la iglesia no permite el culto al corazón solo, sino a la figura de cristo. Luego, durante el tiempo del conflicto cristero, se dieron en León algunas manifestaciones milagrosas con la imagen de corazones, aludiendo al Sagrado Corazón de Jesús. En un pequeño caserío conocido como El Ratón, el 19 de agosto de 1926 a la campesina Manuela Meléndez se le formó un corazón perfectamente anatómico con el jugo de la carne en un papel. Al ser interrogada por el padre Antonio Saldaña, párroco de San Miguel, sobre que pensaba o decía cuando esto había sucedido. Ella simplemente expresó: "Corazón traspasado por la lanza, ten misericordia de nosotros para que nos vuelva el bien de la Santa Misa". Al poco tiempo cambió de residencia al rancho de San Judas, y en él se le aparecieron otros corazones en una piedra, una cazuela de barro y en una tortilla de las que echó al comal. En 1928 se aparecieron otros corazones, conocidos popularmente como de atole, en las partes más diversas y hasta arbitrarias de la ciudad en una sucesión desconcertante, emulando al primer corazón de atole en una pared de la casa de las señoritas Leal, en la segunda calle de Pino Suárez, que tenía casa de huéspedes y dentro de su sala una imagen del Sagrado Corazón de Jesús, por el lado de la calle la humedad empezó a trazar un corazón que fosforecía de noche. Los callistas empezaron a escarapelar el muro para acabar con la "milagrería y oscurantismo del pueblo, pero la mancha se extendió inexplicablemente entre el júbilo del pueblo y la desesperación de los del gobierno.
Los últimos cristeros.
Los dueños de algunas haciendas y ranchos ubicados al sur del municipio fomentaron que los jornaleros se unieran a los Cristeros para evitar que solicitaran sus tierras para formar los ejidos. Por esto, entre los Cristeros de esta región se hallaban algunos bien convencidos de que su lucha era necesaria; otros fueron encaminados por su fanatismo y desconociendo la causa; y algunos otros, aprovechando el conflicto para robar, como forma de alivio para hacer frente a la pobreza en que vivían. Una partida de esos Cristeros fue que atacaron la hacienda de San Cristóbal para conseguir recursos. Domingo Anaya, un zapatero del barrio Santiago, reconocido activista en defensa de la libertad religiosa y valiente soldado del ejército cristero. A Anaya se unieron los hermanos Juan y Antonio Torres, Tomas Manríquez, los hermanos Ventura y Sebastián Meléndez, todos ellos de San José del Resplandor. De San Judas: Ramon Ríos y los hermanos Nicolás e Hilario Rojas. Para que se diferenciaran del resto de la población, unas monjas les regalaron camisas amarillas con un corazón bordado en el pecho. Una vez en la lucha, se dedicaron a tirar y cortar las líneas del teléfono. De día andaban errantes por los cerros, en espera de una orden de ataque. Cuando tenían oportunidad, bajaban por provisiones a los caseríos cercanos. Por la denuncia que hizo Benigno Ruiz, el gobierno se enteró dónde, cuándo y a qué hora se reuniría la partida de Domingo Anaya. El 26 de mayo de 1928 los generales los rodearon en la hacienda de San Isidro, municipio de San Francisco del Rincón. Entre los muertos,
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