La hegemonía mundial entre las dos superpotencias del momento: Estados Unidos y la Unión Soviética; al cual se le llamo Guerra Fría.

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De esta forma, el ejército rojo fue volviéndose cada vez más vulnerable debido a la combinación de sus defectos económicos y a la invasión acelerada de la economía socialista por parte de la economía del mundo capitalista, más dinámica, avanzada y dominante. No fue sino hasta 1989, que el imperio soviético acabó por hundirse hasta la desintegración de la propia URSS. Para Hobsbawm, “lo que derrotó y al final arruinó a la Unión Soviética no fue la confrontación, sino la distención”.

Sin embargo, el fin de la potencia comunista no dio fin a la guerra fría, pero transformó la escena internacional, eliminando rivalidades y conflictos. Las potencias desaparecieron y con ella sus competencias; Alemania y Japón, devastados por la Segunda Guerra Mundial, quedaron sujetos a la hegemonía de Estados Unidos. La guerra, también había congelado la situación mundial, pero no había logrado la paz ni la estabilización de la política interna de los estados. Provocó la expansión mundial de armamentos, generando un nuevo mercado civil, encabezado por el país capitalista, de armas ligeras, portátiles, destructivas y mortíferas, óptimas para la época de guerrillas.

El trauma y el miedo que sufría día a día la población mundial, sanó gracias al inesperado, imprevisto y definitivo hundimiento del gran antagonista, que dejó a los EEUU como única potencia global. O al menos eso era lo que se creía hasta el momento.

El término de la guerra fría dejó un mundo de confusión y en ruinas. La disolución de la superpotencia comunista le fue propicia a los norteamericanos para convencer al mundo de que el antiguo orden bipolar podía sustituirse por un nuevo orden unipolar del que ellos serían únicos protagonistas. Pero los efectos de la posguerra fría demostraron el desacierto de esta idea de triunfo, al darle camino a las dos nuevas potencias emergentes: China y Japón.

La postrimería de la Guerra Fría demostró ser el fin de una época para el mundo entero.