Odisea, lo civilizado y lo incivilizado
Enviado por klimbo3445 • 10 de Abril de 2018 • 4.200 Palabras (17 Páginas) • 329 Visitas
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Después de la cena, Demódoco, a petición del huésped, canta la toma de Troya. De nuevo, Odiseo no puede contener sus lágrimas. Apremiado por las preguntas, revela su identidad y cuenta sus aventuras. Y como antes de indicar quién era ya había recibido espléndidos presentes, el gran Odiseo merecía aún más y Alcínoo pide a cada uno de los reyes de marca que añada un trípode de bronce. Odiseo reúne las riquezas que obtiene de este modo, superiores al botín de Troya, incluso afirma que para regresar con tales regalos, habría aceptado prolongar su estancia un año (XI, 356).
Finalmente, tras el relato de sus aventuras con los cicones, los lotófagos, los cíclopes, Eolo, Circe la hechicera, el descenso a los infiernos, las sirenas, Escila, Caribdis, Helios y la ninfa Calipso, los Feacios despiden a Odiseo y el rey ordena su regreso a su hogar, Ítaca, acompañado por navegantes Feacios (XIII).
- El mundo feacio
Los Feacios son los primeros comedores de pan que encuentra Odiseo tras la muerte de sus compañeros, hace ya siete años. Viven en una sociedad plenamente humana y su comunidad es la mejor organizada de todas cuantas describe Homero. No obstante, el país en que se encuentran está situado todavía fuera de los mares conocidos en un mundo en parte fabuloso: los dioses vienen a menudo a mezclarse con los Feacios (VII, 199-206); los frutales y la viña de Alcínoo dan frutos todo el año (VII, 115-120); y los barcos mágicos de los Feacios no tienen ni piloto ni timón, se dirigen infaliblemente adonde los desean sus pasajeros (VIII, 555-563).
El nombre de “barqueros” (pompoi) a menudo dado a los Feacios, se adecua bien a las gentes que acompañan a los náufragos a su patria, que les conducen desde los mares desconocidos a los mares familiares.
La originalidad del modo de vida de los Feacios es destacada por el mismo Alcínoo. “Mas retén lo que te voy a decir, que puedas por día referirlo a otro héroe que venga a tus salas y coma con tu esposa e hijos volviendo tu mente al recuerdo del vigor que tenemos en lides que Zeus como propias nos mostró, como ya a nuestros padres: verdad que no somos luchadores perfectos de cuerpos ni puños, mas nadie nos supera en correr con los pies ni en regatas de nave y nos gustan de siempre el banquete, la cítara, el baile, los vestidos bien limpios, los baños templados y los lechos” (VIII, 242-249).
Partiendo de esta constatación, algunos historiadores modernos han calificado de utópica la descripción homérica de Feacia, es decir, la han calificado de sociedad perfecta que no existe en ningún lugar. Sin embargo, en el dominio político la Feacia no tiene nada de un mundo al revés de las sociedades reales, pues describe las instituciones de la misma forma que Homero lo hace en otros lugares, aunque éstas funcionan de forma particularmente más armoniosa: Alcínoo es complacido por los diversos grupos de basileis y todas sus sugerencias son acogidas favorablemente por los “reyes”, pero también por el pueblo entero. Por lo tanto, Feacia ofrece un equilibrio ideal, una situación que para nada es inaccesible si el rey, los ancianos y el pueblo hacen gala de moderación y cortesía.
Otro factor sorprendente es la posición excepcional de la reina Areta, pues tanto Nausícaa como el poeta mismo indican que la suerte de Odiseo depende de ella. Hay quien ha querido ver en su papel un vestigio del matriarcado primitivo. No obstante, el poder misterioso y temible de Areta no impide que, en la mansión de Alcínoo, la repartición de tareas entre el hombre y la mujer sea la más habitual: Areta teje y Alcínoo se dirige al Consejo o “bebe el vino” discutiendo con los ancianos. La influencia de Areta probablemente remite a tradiciones particulares sobre los Feacios, de las que no tenemos a penas rastro, el único relato, además de la Odisea, que evoca a los Feacios es la historia del retorno de los argonautas (Apolonio de Rodas, Argonáuticas, IV, 995,1221). No obstante, no hay duda de que Areta es honrada en el pueblo como un dios y es tan inteligente y tiene tanta razón que “incluso interviene en las querellas entre hombres” (VII, 74), pasaje que sugiere que por razón de su prestigio, a veces era elegida para arbitrar en los conflictos.
La misma perfección de las instituciones se aprecia también en el urbanismo: Esqueria, la ciudad de la isla de los feacios, es bella y bien construida. Tiene dos puertos, murallas, templos, un ágora pavimentada alrededor de un santuario de Posidón y una mansión real, que se distingue de todas las demás viviendas (VI, 1-10 y VI, 262-268).
La paz de que disfrutan los Feacios tiende a su aislamiento, situación evidentemente mítica. Esta tranquilidad es reciente y es el resultado de una emigración: antes de que Nausítoo, el padre de Alcínoo, trasladase a su pueblo al país descrito por Homero, los Feacios habitaban cerca de los Cíclopes y sufrían la violencia de sus vecinos (VI, 5-7). Por otra parte, se considera que es una paz frágil. Nausícaa puede decir altivamente a sus sirvientas que se confunden al dejarse asustar por Odiseo, pues “no hay en vida un mortal ni jamás nacerá que se llegue al país de las gentes feacias a hacernos la guerra” (VI, 30-34) porque temen a los extranjeros, si bien realizan dones de hospitalidad, tal y como se ve en el momento de la partida de Odiseo (XIII, 13). Tanto como por su aislamiento mítico, la seguridad de los Feacios está asegurada por su superioridad marítima, es decir, la paz como consecuencia de la talasocracia.
La paz civil de los feacios también se muestra frágil. El joven Euríalo es tan arrogante como los pretendientes de Penélope. Incluso a pesar de que la hazaña de Odiseo al lanzar el disco y de que los firmes propósitos de Alcínoo obligan al joven a cantar la panilodia, semejante comportamiento pone en peligro la concordia feacia. Pero la principal fuente de conflictos en Feacia, en el momento en el que llega Odiseo, no es otra que Nausícaa. La joven princesa se cree superior a todos sus pretendientes y su padre parece que piensa lo mismo, razón por la que propone en matrimonio a su hija a un náufrago inteligente y de buen ver, antes incluso de conocer su nombre (VII, 312-314). A pesar de que Alcínoo tiene a bien declarar que hay doce reyes de marca en Feacia y que él no es más que el decimotercero, no tiene ningún interés en mezclar su sangre, procedente de Posidón, con la de los restantes aristócratas Feacios. Para una familia real que quiere evitar un mal casamiento con esos sujetos, no hay más que dos soluciones: la endogamia, escogida por Alcínoo al casarse con su sobrina Areta (VII, 54-55), o el matrimonio con un extranjero. De esta manera, la insolencia
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