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¿Qué es el Feminismo Libertario?

Enviado por   •  5 de Abril de 2018  •  3.095 Palabras (13 Páginas)  •  252 Visitas

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sectores productivos, dificulta formular una política transversal para la mujer obrera chilena que tome en consideración todas sus particularidades.

Evidenciar la realidad “generizada” del trabajo y sus particularidades en Chile no es, claramente, un esfuerzo por buscar la equidad de las relaciones de género en la explotación estructural que caracteriza al trabajo capitalista. Sí se trata de aguzar el análisis con respecto al trabajo explotado y las diferentes matrices que cruzan a su organización; incluirlo en nuestros análisis y en nuestra política es lo que puede permitirnos desarrollar posiciones acordes al desafío de transformar de manera radical las relaciones de producción y reproducción de la vida en sociedad.

3. El Feminismo: un movimiento social.

Los orígenes del feminismo en el mundo y Chile en particular están en el corazón del desarrollo del movimiento obrero. Las nuevas condiciones de vida y las relaciones que estructura la industrialización a grandes escalas permiten el fortalecimiento de las organizaciones del movimiento popular, lo que permitió tomar acciones en torno a la precarización de las condiciones de vida que trajo consigo el desarrollo del capital y concebir a nivel internacional una subjetividad colectiva clave: la clase trabajadora. Dentro de esa clase, las mujeres trabajadoras se organizan en torno a la condición de explotación a raíz del capitalismo y de opresión por el hecho de ser mujeres, que se expresaba en un régimen de trabajo aún más precario.

El movimiento feminista es, en general, descrito como apareciente en tres “etapas” que han sido llamadas “olas”. Cada una de ellas fue aparejada de mucha resistencia desde la sociedad patriarcal, y muchas de quienes lucharon en esos períodos fueron asesinadas o perseguidas. Las “olas” no resumen la gran variedad de tendencias y corrientes al interior del movimiento feminista; dan cuenta más bien de la dirección general que fue tomando el feminismo como movimiento social a lo largo de su historia como tal.

La primera ola del feminismo se sitúa entre la revolución francesa y mediados del siglo XIX; en un contexto en que la mujer era considerada intelectualmente inferior al hombre, donde no recibía educación y se le prohibía asistir a centros educativos, el feminismo de este período sostiene la igualdad de capacidades intelectuales entre hombres y mujeres, y demanda su incorporación en la educación formal (Barba, s.f.). La segunda ola, situada desde mediados del siglo XIX y estando marcada por las Guerras Mundiales proponía que la igualdad de las mujeres debía situarse en el terreno político en el marco de una democracia liberal. Las mujeres organizadas demandaban ser consideradas parte del electorado, y tener la posibilidad de votar en las elecciones democráticas que se estaban llevando adelante; este fue el movimiento sufragista. Esto, que tuvo mucho asidero en sus inicios, una vez conquistado el derecho a voto deja abierta la reflexión con respecto a la necesidad de plantearse no solo la “igualdad” formal entre hombres y mujeres, sino la liberación de las mujeres con respecto a sus condiciones sistémicas de opresión, en particular aquellas que tomaban lugar al interior de la familia y en relación con nuestros cuerpos. La tesis central que se levanta en este período, que alcanza hasta el día de hoy es que “lo personal es político”: el terreno de lo privado, donde no se cuestionaban las dinámicas de poder, se abre a una reflexión, discusión y acción política colectivas (Jaén, 2013). Esta lucha, que sigue vigente hasta el día de hoy, se superpone con lo que vino a ser llamado “la tercera ola” del feminismo, o feminismo “contemporáneo”. Esta tercera ola, que estaría en desarrollo actualmente, está marcada por la emergencia de nuevos feminismos que ponen en el centro de la discusión a la sexualidad y el cuestionamiento de la heteronormatividad y las construcciones de género en términos generales, en parte mediante la introducción de nuevas matrices en el análisis de la dominación (como la raza y la etnia), y por otro lado dando una preponderancia fundamental al discurso y el lenguaje en la construcción social de la sexualidad (y dando, por ejemplo, un lugar relevante a la disidencia sexual como modo de oponer resistencia a la dominación patriarcal y a la reproducción de la heteronormatividad). Esta tercera ola busca otorgar un lugar relevante dentro del feminismo a los movimientos LGTBIQ , algo que ha obligado a nuevos ejercicios de análisis a las organizaciones feministas de izquierda.

El Feminismo en Chile

En Chile existen múltiples experiencias de organización desde las condiciones de opresión de género. Si bien es cierto muchas de las organizaciones que forman parte de la historia del movimiento feminista no se reconocían abiertamente como tales, muchas de sus demandas son muy similares a las actuales banderas de lucha del movimiento feminista. En Chile, una de las primeras experiencias en esta línea, fue la creación del periódico “La Alborada”, que siendo inicialmente un periódico que daba cuenta de las problemáticas del movimiento obrero y de la mujer como parte integral de este, fue desde 1906 un periódico autodenominado “feminista”, y que puso sobre la mesa y en medio de la discusión obrera, el tema de la doble explotación de la mujer trabajadora, denunciando que ésta no existía solo en el trabajo sino también en el hogar, e interpelando a las dirigencias sindicales (Hutchinson, 1992). En 1913 fueron fundados en Iquique los primeros centros femeninos para mujeres librepensadoras, espacios anticlericales de educación y de cuestionamiento de las instituciones como el matrimonio, precursores del feminismo futuro. De a poco, a lo largo de chile, van surgiendo múltiples organizaciones de mujeres que, poco a poco, van elaborando posturas feministas tendientes a la superación de su condición de opresión. En 1935, se funda el MEMCH (Movimiento pro Emancipación de la Mujer Chilena), una organización interclasista que empuja la conquista del voto femenino en Chile en 1947, y que se planteaba también demandas relativas a derechos laborales, sexuales y reproductivos (Álvarez y Vivaldi, 2014). Esta organización de poco fue diluyéndose en la medida en que sus militantes comenzaron a militar en los partidos políticos de izquierda. El golpe de estado y la dictadura cambiaron las coordenadas que permitían la acción política femenina y con el paso del tiempo, esta resurgió producto de la necesidad de hacer frente a los efectos de la dictadura (las ollas comunes frente a la crisis económica, y las agrupaciones de familiares de detenidos desaparecidos frente al terrorismo de Estado). Estas

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