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El CASO MR. PEACH

Enviado por   •  17 de Noviembre de 2018  •  3.476 Palabras (14 Páginas)  •  327 Visitas

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-Claro, claro- dice Ray. -Sólo quiero saber qué debo hacer.

-Esta bien. Yo sé que te metieron en este lío- le digo, tratando de hacerlo sentir mejor. -Preparemos la máquina lo más pronto posible y comencemos a sacar esas piezas.

-¡Hecho!- dice Ray.

Adentro, me encuentro a Dempsey que ya va de regreso a la planta. Acaba de salir de mi oficina y parece tener prisa por salir de allí. Menea la cabeza y, en voz baja, me dice: -Buena suerte.

La puerta de mi oficina está de par en par. Entro y allí está él. Bill Peach está sentado detrás de mi escritorio. Es fornido, macizo, su cabello acerado y abundante, y tiene un par de ojos que van con el color de su pelo. Pongo mi portafolios en el piso y sus ojos se fijan en mí con una mirada que dice: -Te la estás jugando, Rogo.

-Muy bien, Bill, ¿qué está pasando?- pregunto.

Me dice: -Tenemos cosas de qué hablar. Siéntate.

Le digo: -Me gustaría complacerte, pero tú estás en mi lugar.

Tal vez no debí decir eso.

-¿Quieres saber por qué estoy aquí, eh?- me dice. Estoy aquí para salvarte el asqueroso pellejo.

Le digo: -A juzgar por la recepción que me acaban de dar, diría que estás aquí para echarme a perder las relaciones laborales.

Me mira directamente y me dice: -Si no puedes lograr que empiecen a pasar cosas en esta planta, no vas a tener que preocuparte de las broncas laborales; porque no vas a tener que preocuparte por esta planta. Es más, quizá ni siquiera tengas que preocuparse por este empleo, Rogo.

-Bueno, espera, cálmate- le digo. -Hablemos del asunto. ¿Cuál es el problema con este pedido?

En primer lugar, Bill me explica que anoche, como a las 10:00, recibió una llamada telefónica, del buen Bucky Burnside, presidente de Unico, uno de nuestros mejores clientes. Parece que Bucky estaba rabiando porque su pedido (el de la orden 41427) llevaba siete semanas de retraso. Durante casi una hora, estuvo regañando a Peach y arrastrándolo por la calle de la amargura. Aparentemente, Bucky se había metido en camisa de once varas para darnos el pedido, cuando todos le habían insistido que se lo diera a uno de nuestros competidores. Acababa de cenar con varios de sus clientes y todos lo estuvieron acosando con quejas de que sus pedidos estaban demorados -lo cual, por cierto, era culpa nuestra. Así que Bucky estaba enfadado (y probablemente un poco ebrio). Peach pudo apaciguarlo, pero sólo con la promesa de encargarse del asunto personalmente, y de garantizarle que su pedido sería embarcado al día siguiente, sin importar las montañas que hubiera que mover.

Trato de decirle a Bill que, sí, efectivamente habíamos cometido un error al dejar que esta orden se nos escapara, pero que yo personalmente me dedicaría a remediarlo, pero ¿realmente había sido necesario que se presentara él esta mañana a perturbar toda mi planta?.

Así que, ¿dónde estabas anoche cuando traté de hablarte a tu casa? En estas circunstancias, no podía contestarle que también tengo vida personal. No podía decirle que las dos primeras veces que sonó el teléfono, lo dejé sonar, porque estaba discutiendo acaloradamente con mi mujer sobre -tenía que ser- la escasa atención que le dedico. La tercera vez que sonó, no lo conteste, porque estábamos en plena reconciliación mi esposa y yo.

Decidí decirle a Peach que, simplemente, había llegado tarde a casa. El ya no insistió por ese lado. En lugar de eso, me pregunta que cómo es que no sé qué está sucediendo dentro de mi propia planta. Que ya está cansado de oír quejas sobre los retrasos. ¿Por qué no puedo mantenerme al corriente?.

-Pues una cosa sí la sé- le dije. -Y es que después de la segunda ronda de despidos a la que nos obligaste hace tres meses, junto con la orden de reducir gastos en un 20%, es un milagro que cualquier cosa salga a tiempo.

-Al- me dice en voz baja. -Tú encárgate de producir las piezas. ¿Me oyes?

_Entonces, ¡dame la gente que necesito!- le digo.

-Tienes toda la gente que necesitas, ¡por Dios! Revisa tus eficiencias. ¡Tienes mucho campo donde mejorar, Al!- me dice. -No me vengas con lloriqueos de que no tienes suficiente personal hasta que no me demuestres que puedes utilizar, el que ya tienes.

Estoy a punto de contestarle, cuando levanta su mano para callarme. Se pone de pie y cierra la puerta. -¡Carajo!- pienso.

Se vuelve a mirarme y me dice: -Siéntate.

Todo este tiempo yo he estado de pie. Tomo una de las sillas de visita frente al escritorio. Peach regresa al sillón detrás del escritorio.

-Mira Al, es una pérdida de tiempo seguir discutiendo sobre esto. Tu último reporte de operaciones pinta la historia con claridad- dice Peach.

Le digo, -Muy bien, tienes razón. El problema es surtir el pedido de Burnside...

Con eso Peach revienta: -¡No, hombre! El problema no es el pedido de Burnside. Ese pedido es sólo un síntoma del problema que tienes aquí. ¿Tú crees que me vendría hasta acá solamente para sacar un pedido atrasado? ¿Tú crees que no tengo otras cosas que hacer? Vine para incendiarles el trasero a tí y a tu gente. No se trata de un asunto de servicio a la clientela. Tu planta está perdiendo dinero.

Permanece en silencio unos instantes, como para que el peso de sus palabras penetre. Entonces, -¡tras!- da un manotazo al escritorio y me señala con el dedo.

-Y si no puedes lograr sacar los pedidos- continúa, -entonces yo vendré a enseñarte cómo se hace... y si aún así, no lo puedes hacer, entonces, no me sirves tú, ni me sirve esta planta.

-Oye, espera un momento, Bill...

-¡Carajo!, no tengo un momento- vocifera. -Ya no tengo tiempo para excusas. Y no necesito explicaciones. ¡Necesito eficiencia, necesito embarques, necesito ingresos!.

-Sí, estoy consciente de todo eso, Bill.

-Pero lo que quizá no sepas es que esta división está sufriendo las mayores pérdidas de toda su historia. Hemos caído en un pozo tan profundo que quizá nunca salgamos, y tu planta es el ancla que nos está hundiendo.

Ya me sentía exhausto. Con voz cansada le pregunté: -Bien, ¿qué quieres de mí? Llevo aquí seis meses. Admito que las cosas han empeorado, en lugar de mejorar, desde que llegué. Pero

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