El aumento de la delincuencia juvenil en el municipio de paraíso Tabasco del año 2014 a 2016
Enviado por monto2435 • 2 de Mayo de 2018 • 29.194 Palabras (117 Páginas) • 440 Visitas
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El primer expediente judicial de los delincuentes varones suele ser por robo con fuerza en las cosas, mientras que en las chicas, que delinquen mucho menos, se aprecia una mayor agresividad. El perfil de estos jóvenes señala problemas de adicción a las toxicomanías, con fracaso escolar, con grupos de amigos “conflictivos” y con un elevado nivel de permisividad en su educación, en muchos de los casos, con familias desestructuradas.
Entre los delitos más comunes de delincuencia juvenil destacan el hurto de bienes de consumo, de vehículos, etc., el tráfico y los delitos contra la propiedad. Sin embargo, los que han experimentado mayor porcentaje de crecimiento son los de robo con violencia e intimidación, extorsión, allanamiento de morada, coacciones y violación, vandalismo y daños en las cosas sin sentido ni objeto (cabinas telefónicas, incendios diversos sobre todo de contenedores de basura, grafitis, etc.).
A estos vienen a sumarse otros delitos de “nueva cuña”. La introducción de las nuevas tecnologías nos han facilitado la vida pero también el delito se sirve de ellas. Internet es un poderoso medio de difusión y propagación y garantiza el anonimato, lo que permite a ciertos sujetos actuar con impunidad.
La criminalidad relacionada con las drogas se encuentra entre las formas de manifestación de la criminalidad juvenil. Lo mismo sucede con el alcoholismo que, aunque no se encuentra definido como una causa de la criminalidad, sí se toman en cuenta los daños vinculados al exceso de consumo, que pueden ocasionar graves consecuencias.
Hay una característica común en este tipo de delincuencia: generalmente, el delito no se comete de forma individual sino en grupo.
Marco teórico [pic 3]
El estudio de los factores de riesgo ha revelado que no sólo existe continuidad de la conducta antisocial desde la niñez a la adolescencia y vida adulta, sino también a través de generaciones. La estabilidad y continuidad de esta problemática social significa que las intervenciones diseñadas para mejorar estas conductas son sumamente importantes. Pero no podemos olvidar el hecho de que no todos los individuos bajo riesgo de conducta delictiva se convierten en sujetos delincuentes. La evidencia de estas personas resistentes o inmunes ha propiciado una vía de investigación muy prometedora, ya que, al menos a priori, parece más sencillo analizar qué protege a los menores ante el delito que el interrogarse qué es lo que les induce a delinquir, como tradicionalmente se venía haciendo. La cuestión más importante sigue siendo el mejorar la identificación de estos grupos de sujetos. Lo que tenemos que hacer es intentar reproducir en esos chicos de riesgo los factores que pueden hacerles “inmunes” al primer delito, o bien que puedan evitar que sigan implicados en comportamientos delictivos.
Los cambios en concepto de delincuencia contribuyen, tal vez, en el factor que más influyen en las estadísticas de prevalecía. Se considera que la delincuencia comienza a los 8, 13, 14 o 15 años de edad, respectivamente. Cuando se fija una edad más tardía con frecuencia no se dispone de datos acerca del número de Las actividades ilegales que desarrollan jóvenes, cuya conducta no discurre por unas causas sociales aceptadas ni sigue las mismas pautas de integración que la mayoría, no surgen repetidamente, sino que forman parte de un proceso gradual de socialización desviada que poco a poco se va agravando. Este proceso se manifiesta más agudamente en la adolescencia, cuando el joven está más capacitado para realizar acciones por cuenta propia. Entre adolescentes no podemos considerar la existencia de un solo tipo de delincuente, ya que se observan entre ellos diferentes modos de comportamiento y actos de distinta gravedad.
En algunos jóvenes, la delincuencia es algo transitoria, utilizado para llamar la atención a falta de autodominio, mientras que para otros se convierte en norma de vida. Cuanto más joven sea el delincuente, más probabilidades, habrá de que reincida, y los reincidentes, a su vez son quienes tienen más probabilidades de convertirse en delincuentes adultos. Es importante el aumento experimentado por la delincuencia juvenil en los últimos años. Unas de las razones por las que la delincuencia alcanza su máxima frecuencia entre la adolescencia media y la final es que, en esta época, muchos jóvenes son capaces de aprender a adaptarse por sí mismos, sin el auxilio de padres o tutores. Aunque la delincuencia continúa ligada a la miseria, su práctica se ha extendido últimamente a los grupos socioeconómicos medios y altos. Entre las nuevas delincuencia juvenil, estudiadas actualmente en diversas zonas del País, cabe distinguir los casos que son producto de la aparición de nuevas oportunidades de delincuencia, no difieren en lo esencial de las formas tradicionales.
La identificación de las tendencias de la delincuencia juvenil depende en primer término del examen de las estadísticas. En la actualidad, y tras años de investigación, podemos afirmar que para que un tratamiento con delincuentes sea eficaz, debe basarse en:
(a) un conjunto de técnicas diferentes que pueda emplearse atendiendo a las necesidades específicas de cada sujeto.
(b) estrategias para que el delincuente aprenda a relacionarse con los demás y con su entorno.
(c) un entrenamiento relacionado con la comunidad (escuela, servicios sociales, clubes, etcétera).
Asimismo, debe contar con profesionales capaces y entusiastas, que sirvan de modelos positivos en su interacción con los jóvenes y en consonancia con el estilo de aprendizaje de los mismos. Todo ello con un mismo objetivo: lograr que el delincuente adopte un modo diferente de relacionarse con el mundo y de verse a él dentro de ese mundo.
De hecho, podríamos resumir la tarea de socialización como un esfuerzo por ofrecer recursos y habilidades a estos jóvenes para que adquieran un mayor auto-control en el establecimiento de metas y actividades prosociales, que les permitan abandonar una incipiente o consolidada carrera delictiva y les haga sujetos adaptados a su entorno.
Aunque sabemos que es necesario potenciar los escenarios comunitarios para el tratamiento de los delincuentes, la institucionalización es una realidad. No podemos plantearnos si podemos o no educar a los delincuentes en instituciones. Estas existen, y seguirán existiendo. Por tanto, lo importante es aplicar en ellas programas efectivos, para lo cual sería claramente de ayuda un cambio, desde la perspectiva de la psicología
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