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Masculidad y Feminidad

Enviado por   •  14 de Diciembre de 2018  •  5.118 Palabras (21 Páginas)  •  281 Visitas

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La identidad del género

Está determinado por la cultura a través primero de la madre y el padre, luego por los hermanos, los grupos sociales, etc. Se transforma en una inscripción mental producto de las identificaciones (proceso primario por el cual el sujeto asimila algo del otro para sí) que comienza con el nacimiento y forma parte de la estructuración de la identidad.

En la identidad de género cumple un papel fundamental la "identificación". Es en este proceso cuando en mayor o menor medida uno como sujeto toma algún aspecto, cualidad, propiedad o atributo de otra persona, y se transforma parcial o totalmente sobre el modelo de ésta. Así podemos decir que la suma de todas estas identificaciones, primero con las figuras más primarias y queridas (mama, papa) y luego la de otras personas significativas a lo largo de la vida es como se forma en parte nuestra identidad.

Rol del género

Es el conjunto de expectativas acerca de los comportamientos sociales más esperado para cada sexo, lo que determina en alguna manera un ideal del género. Ej. En algunas culturas es valorado que la mujer trabaje, en otras puede considerarse un abandono de su función en la familia (madre, esposa etc.)

A su vez éste se forma por la interrelación entre:

- Representaciones ideales de los padres, tomados como modelos de ambos géneros.

- Representaciones del niño/niña "ideal", proveniente del ideal de los padres, y de la cultura de lo que debe ser un niño/niña.

- Representaciones del propio niño/niña acerca del varón/nena "ideal" que ellos quieren ser.

Por supuesto estas representaciones entran muchas veces en conflicto entre sí. Entonces lo que podemos llamar el perfil psicosexual de una persona es el resultado singular de estos 3 elementos que como vimos integran otros tantos

Roles de género

La mayoría de la gente no sólo piensa que hombres y mujeres son bien distintos, sino que albergan también las mismas ideas sobre las formas en que se manifiestan las diferencias. Estas convicciones, basadas en una simplificación excesiva o el escaso juicio crítico reciben el nombre de estereotipos (tópicos, prejuicios). Se ha concebido la masculinidad y la femineidad como dos elementos antagónicos que se excluían mutuamente, hoy se aceptan que en muchos individuos coexisten rasgos de una y otra índole.

Existen evidentes diferencias biológicas y actitudes que se adscriben a la mujer y al hombre, pero resulta casi imposible distinguir cuáles son innatas y cuáles superpuestas. Cada sociedad desarrolla sus sistemas de género a partir de la diferencia sexual entre hombres y mujeres.

Estos rasgos son vistos como naturales, pero en realidad son construidos socialmente. Mediante las reglas trazadas por la sociedad, cada uno aprende a desempeñar su papel masculino o femenino. No existen papeles sexuales en la raza humana, cada época crea y transmite los suyos, depende de la época y del lugar, aunque siempre hay personas de uno u otro sexo que están encantadas y otras que detestan el papel que les haya correspondido.

Antes incluso del nacimiento los padres ya adoptan actitudes distintas sobre el sexo del niño. A menudo los padres especulan sobre el sexo de su futuro hijo y llegan a elaborar planes minuciosos y acariciar ambiciosos objetivos concernientes a la vida de la criatura.

En el momento del nacimiento, el anuncio del sexo del bebé desencadena una sucesión de pequeños eventos todos los cuales presuponen una diferenciación entre hombres y mujeres –por ejemplo, ropa azul para el niño y rosa para la niña-. Los amigos, parientes y padres hablan del aspecto del recién nacido proliferando en estas conversaciones los estereotipos.

En los primeros meses de la lactancia los niños tienen más contacto físico con la madre que las niñas, en tanto que éstas son objeto de más contemplaciones, mimos y contactos verbales. Los padres también responden de distinta manera, según el sexo del hijo (reaccionan con más presteza ante los lloros de la niña).

Hasta los 3 años no se desarrolla una identidad sexual básica, es decir, la íntima convicción de pertenecer a uno u otro género. A partir de esta edad, los niños empiezan a mostrar discernimiento de los roles sexuales en el ámbito familiar y en el mundo que les rodea.

Lo que de verdad interesa al niño de esa edad es jugar. Para estudiar su socialización del rol de género debemos atender a los objetos que emplea para entretenerse. Los juguetes de los niños invitan a la acción mientras que los de las niñas incitan a un entretenimiento pasivo, a menudo relacionado con las funciones del hogar. Para cuando los niños acuden a la escuela primaria, las ideas preconcebidas sobre los roles de género se aplican con cierta irregularidad. (Si hacen lo contrario de lo que de ellos se espera la niña merece el apelativo de "graciosa" o "chicarrona" y el niño se le tacha de afeminado).

Durante los años de colegio persiste la aplicación de criterios diferenciadores del sexo en determinados juegos. Los niños pasan gran parte de su tiempo en la escuela donde en muchas aulas se dan estereotipos que afectan al rol sexual de género. Los libros de historia proyectan una imagen de un mundo dominado por hombres. A las niñas se les asignan tareas distintas de las que realizan los chicos.

Pero, además, están expuestos a evidentes estereotipos sobre roles de género cuando ven la televisión. Los libros ilustrados y la televisión son elementos importantes en el aprendizaje de los papeles de género. La adopción de los roles adecuados a cada sexo es más importante aún durante la adolescencia que en edades más tempranas. Los adolescentes varones deben atenerse a tres normas básicas en lo que atañe a los roles de género:

Sobresalir en los deportes. Mostrarse interesados por las muchachas y el sexo. No mostrar rasgos ni gustos femeninos. Al iniciarse la adolescencia, se evidencia la expectativa de que los varones deben conseguir "logros", y las mujeres casarse y educar a los hijos. Muchas mujeres se ven impulsadas a convencerse de que un rendimiento excesivo menoscaba su femineidad y popularidad. Mientras que, los varones están condicionados por el imperativo de equiparar su masculinidad a su eficiencia y experiencia sexuales.

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