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Ser psicólogo en un mundo globalizado.

Enviado por   •  14 de Junio de 2018  •  5.034 Palabras (21 Páginas)  •  478 Visitas

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La interdependencia generada entre las sociedades y los individuos ha sido posible gracias a los avances de la ciencia y la técnica. Los productos intelectuales y materiales de un país tienden a convertirse en propiedad común de todos. “La estrechez y el exclusivismo nacionales resultan cada día más dificultosos; de las numerosas literaturas nacionales y locales, se forma una literatura universal” (Ianni, 2009:133). Cuanto más se multiplican los medios de comunicación y las posibilidades de movilizarse de un territorio a otro de las ideas, las personas, las cosas, las costumbres, etc. de una región, los espacios regionales, nacionales y mundiales, dan paso a nuevos horizontes para los individuos y los grupos sociales. “Paralelamente al surgimiento de formas sociales innovadoras, liberadoras o hasta deslumbrantes, se desarrollan también las que limitan, inhiben o propiamente enajenan” (Ianni, 2009:132). Esta importante idea de Ianni, debe servir de detonante para extraer al ser humano del siglo XXI de la caja donde nuestra visión lo ha colocado. Muchas veces se habla del mexicano o del latinoamericano como un ser sumergido en la comodidad de su atraso social y su pobreza, olvidando que esta condición no es provocada directamente por él, sino que es el resultado de esa tendencia natural del capitalismo globalizante que beneficia a algunos y empobrece a la mayoría. Se piensa en las naciones como Estados Unidos y Canadá, en América, como los países ricos, modelo de vida y se provocan oleadas de inmigrantes que acuden a ellos a realizar sus sueños que en sus propios países nunca podrán alcanzar. Se ensalza el poderío y tenacidad de los pueblos europeos y los alcances que tales virtudes les han permitido alcanzar y se pierde de vista que en África existe tal poderío y tenacidad, sólo que están presentes otros factores que no permiten estar a la par que esos países. Pero como esto no es por todos sabido, estas naciones reafirman su posición de países pobres, en subdesarrollo, de países del tercer mundo. Todo psicólogo comprometido socialmente debe considerar que los rasgos caracterológicos de un pueblo, si es que existen, son reforzados por causas de fuerza mayor a la simple voluntad del mismo y a partir de ello, obtener los elementos necesarios para intervenir concienzudamente en la necesidad del cambio actitudinal, particularmente de los pueblos sumidos en el rezago social, económico y político.

Como se observa, “lo que estamos presenciando es el proceso de la constitución material del nuevo orden planetario, la consolidación de su máquina administrativa y la producción de nuevas jerarquías de comando sobre el espacio global” (Hardt y Negri, 2002: 21-22). Lo que habría que entender a partir de esto son las repercusiones que tiene este nuevo orden de las cosas sobre los que poblamos el planeta, los retos que se imponen ante esta situación, así como las exigencias y demandas que representa para los individuos sean cual fuere su nacionalidad, ya que como mencionan Hardt y Negri, “el problema del nuevo aparato jurídico se nos presenta como su figura más inmediata: un orden global, una justicia y un derecho que, aunque aún virtuales, pero ya nos son aplicados” (2002: 22). No es posible entonces estar exentos de la fuerza que pesa sobre y alrededor de nosotros, algunas veces de forma más consciente que otras. Además, también se explica que “cada vez más se nos fuerza a sentir que somos partícipes de estos desarrollos, y se nos hace responsables de lo que provenga de este marco” (Hardt y Negri, 2002: 22). Pero valga decir que nuestra forma de participación es, desde el punto de vista de quien escribe, como un teatro de títeres, ya que las nuevas estructuras de poder y de influencia nos mueven a su voluntad, previo “convencimiento” de que debemos prepararnos para responder favorablemente al futuro si queremos tomar parte del desarrollo.

Así, “nuestra ciudadanía, al igual que nuestra responsabilidad ética, está situada dentro de estas nuevas dimensiones - nuestro poder y nuestra impotencia se miden aquí” (Hardt y Negri, 2002: 22). A este respecto, conviene agregar que el efecto que tienen las nuevas condiciones imperantes sobre este sentimiento de poder o de impotencia. Por una parte, el ser humano puede sentirse poderoso debido a la capacidad que tiene de rebasar las fronteras de su territorio y desplazarse así por territorios más extensos y lejanos, pero al mismo tiempo, puede albergar sentimientos de impotencia cuando se ponen frente a él sujetos en condiciones muy superiores a las suyas en idioma, economía, seguridad, etc., por lo que puede decirse Kantianamente,

“que nuestra disposición moral interna, cuando es confrontada y probada en el orden social, tiende a estar determinada por las categorías éticas, políticas y jurídicas del Imperio. O podríamos decir que la moralidad externa de cada ser humano y ciudadano es ahora mensurable sólo en el marco del Imperio” (Hardt y Negri, 2002: 22).

¡Menudo papel se nos ha dejado! Y no sólo eso, el carácter domestico de los valores, los elementos que constituyen su sustancia moral, los límites que protegían contra los invasores, hoy todo eso desaparece. A todos se nos obliga a confrontar preguntas absolutas y alternativas radicales. Y cabe aquí cuestionar, ¿se está preparado para eso, el capitalismo imperial se ha encargado de capacitar a los pueblos para hacer frente a una nueva y exigente realidad?, porque en México enseñar inglés y computación de forma obligatoria (y en muchos casos sin sentido) en las escuelas no es suficiente, tener acceso a las tecnologías de la información y comunicación por sí mismas tampoco es suficiente, mucho menos alcanza con las aparentes reformas en ´materia de educación; ¿con qué elementos identitarios se pretende emerger a un mundo globalizado sin anteponerse a la derrota?, parece que se olvida que “en el Imperio, ética, moralidad y justicia son moldeadas en nuevas dimensiones” (Hardt y Negri, 2002: 23)., de las que dicho sea de paso, pocos pueden dar razón.

Tal es el caso del Biopoder. Cabe señalar que se trata de un término originalmente acuñado por el filósofo francés Michel Foucault para referirse a la práctica de los estados modernos de explotar numerosas y diversas técnicas para subyugar los cuerpos y controlar la población (Foucault, 1992), moldeando con esto a la sociedad a partir de sus mismos elementos. Hardt y Negri refieren que “la sociedad disciplinaria es aquella sociedad en la cual el comando social se construye a través de una difusa red de dispositivos o aparatos que producen y regulan costumbres, hábitos y prácticas productivas” (2002: 25). Debe entenderse por tanto que el término sociedad disciplinaria no es otra cosa que el órgano regulador

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