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CURSO EN LÍNEA DE FORMACIÓN PARA EL REPENSAMIENTO PARA COLABORADORES DE LA RECTORÍA, VICERRECTORÍA ACADÉMICA Y VICERRECTORÍA DE FORMACIÓN INTEGRAL

Enviado por   •  21 de Noviembre de 2018  •  9.354 Palabras (38 Páginas)  •  404 Visitas

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“(…) El Magisterio de la Iglesia está interesado directamente en la cuestión de la evolución, porque influye en la concepción del hombre, acerca del cual la Revelación nos enseña que fue creado a imagen y semejanza de Dios (cf. Gn 1, 28-29). La constitución conciliar Gaudium et spes [publicada por Paulo VI en 1965] ha expuesto magníficamente esta doctrina, que es uno de los ejes del pensamiento cristiano. Ha recordado que el hombre es «la única criatura en la tierra a la que Dios ha amado por sí misma» (n. 24). En otras palabras, el hombre no debería subordinarse, como simple medio o mero instrumento, ni a la especie ni a la sociedad; tiene valor por sí mismo. Es una persona. Por su inteligencia y su voluntad, es capaz de entrar en relación de comunión, de solidaridad y de entrega de sí con sus semejantes. Santo Tomás observa que la semejanza del hombre con Dios reside especialmente en su inteligencia especulativa, porque su relación con el objeto de su conocimiento se asemeja a la relación que Dios tiene con su obra (cf. Summa Theol., I-II, q. 3, a. 5, ad 1). Pero, más aún, el hombre está llamado a entrar en una relación de conocimiento y de amor con Dios mismo, relación que encontrará su plena realización más allá del tiempo, en la eternidad. En el misterio de Cristo resucitado se nos ha revelado toda la profundidad y toda la grandeza de esta vocación (cf. Gaudium et spes, 22). En virtud de su alma espiritual, toda la persona, incluyendo su cuerpo, posee esa dignidad. Pío XII había destacado este punto esencial: el cuerpo humano tiene su origen en la materia viva que existe antes que él, pero el alma espiritual es creada inmediatamente por Dios.

“(…) La consideración del método utilizado en los diversos campos del saber [sobre el tema del origen del hombre] permite poner de acuerdo dos puntos de vista, que parecerían irreconciliables. Las ciencias de la observación describen y miden cada vez con mayor precisión las múltiples manifestaciones de la vida y las inscriben en la línea del tiempo. El momento del paso a lo espiritual no es objeto de una observación de este tipo que, sin embargo, a nivel experimental, puede descubrir una serie de signos muy valiosos del carácter específico del ser humano. Pero la experiencia del saber metafísico, la de la conciencia de sí y de su índole reflexiva, la de la conciencia moral, la de la libertad o, incluso, la experiencia estética y religiosa competen al análisis y de la reflexión filosóficas, mientras que la teología deduce el sentido último según los designios del Creador.”

¿Y qué con estos parrafotes? Yo no encuentro que ahí se condene como una herejía la Evolución que continúa acumulando evidencias de las “ciencias duras”. Por el contrario: encuentro que la Iglesia tiende un puente al diálogo con ellas.

Ustedes dirán que Juan Pablo II ya se murió. Pues sí, por eso ya es santo. Pero chequen esto también: en 1981 el entonces cardenal Joseph Ratzinger (actual Papa Emérito Benedicto XVI) escribió a propósito de los primeros capítulos del Génesis (consulten en: http://foro.univision.com/t5/Catolicos/BENEDICTO-XVI-HABLA-SOBRE-LA-EVOLUCION/td-p/424124149): «La fórmula exacta es creación y evolución, porque las dos cosas responden a dos cuestiones diversas. El relato del polvo de la tierra y del aliento de Dios, no nos narra en efecto cómo se originó el hombre. Nos dice qué es el hombre. Nos habla de su origen más íntimo, ilustra el proyecto que está detrás de él. Viceversa, la teoría de la evolución trata de definir y describir procesos biológicos. No logra en cambio explicar el origen del "proyecto" hombre, explicar su proveniencia interior y su esencia. Nos encontramos por tanto ante dos cuestiones que se complementan, no se excluyen».

¿Hola? Más claro no cantó el gallo que hizo llorar a san Pedro. En este párrafo hallamos algo más que puentes para el diálogo entre religión y “ciencias duras”: hallamos el encuentro mismo entre la fe y la razón. Benedicto XVI antes de ser elegido Papa detentó una de las carteras más importantes del Estado Vaticano: fue prefecto de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, de modo que él sí sabía de Teología Católica como para hacer sus comentarios.

Quizá ahora objeten que este Papa ya está “jubilado”. Tengo que aclarar que los estatus de Juan Pablo II como difunto y el de Benedicto XVI como emérito, así como la antigüedad de los textos mencionados (1996 y 1981), no invalidan sus afirmaciones teológicas pues, en primera, los textos teológicos no caducan a los 5 años como los libros de la biblioteca según las acreditadoras de programas académicos y, en segunda, porque son textos inspirados por el Espíritu Santo para salvaguardar el depósito de la Fe cristiana. Pero el punto es que evolución y creación no se excluyen.

Mucho más recientemente, en octubre de 2014, el Papa Francisco, ante la misma Academia Pontificia de las Ciencias, dijo: “El inicio del mundo no es obra del caos que debe a otro su origen, sino que se deriva directamente de un Principio supremo que crea por amor. El Big-Bang, que hoy se sitúa en el origen del mundo, no contradice la intervención de un creador divino, al contrario, la requiere. La evolución de la naturaleza no contrasta con la noción de creación, porque la evolución presupone la creación de los seres que evolucionan” (...) en cuanto al ser humano, hay un cambio y una novedad. Cuando, en el sexto día de la historia del Génesis, llega la creación del hombre, Dios da al ser humano otra autonomía, una autonomía diferente a la de la naturaleza, que es la libertad. Y dice al hombre que ponga nombre a todas las cosas y siga hacia delante en el curso de la historia. Le hace responsable de la creación, para que domine la creación, para que la desarrolle y así hasta el final de los tiempos. Por eso al científico, y sobre todo al científico cristiano corresponde la actitud de interrogarse sobre el futuro de la humanidad y de la Tierra y, como ser libre y responsable, de contribuir a prepararlo, a defenderlo, y a eliminar los riesgos del medio ambiente, sean naturales o humanos”. (Consulten en: https://www.aciprensa.com/noticias/papa-francisco-el-big-bang-y-la-evolucion-no-contradicen-la-intervencion-de-dios-18952/).

Pero hay más a favor de esta compatibilidad. En el sitio electrónico http://www.mercaba.org/ARTICULOS/C/creacion_evolucion_magisterio.htm podemos leer que el filósofo y teólogo padre Rafael Pascual, Legionario de Cristo, director del Máster en Ciencia y Fe del Ateneo Pontificio Regina Apostolorum de Roma, publicó en 2005, el libro Evolución: cruce de caminos entre ciencia, filosofía y teología y en él reconoce que “Evolución y creación pueden

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