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LECTIO DIVINA

Enviado por   •  3 de Febrero de 2021  •  Biografía  •  2.024 Palabras (9 Páginas)  •  436 Visitas

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LA LECTIO DIVINA

Cartas de Amor de nuestro Padre del Cielo

C

uantas veces escuchamos la expresión: “es que Dios no me escucha, no me habla, etc”. Cuan lejos de la realidad éstas o parecidas frases.  Dios, desde Adán y Eva busca al hombre para hablar con él. Adán, ¿dónde estás, resonó la voz de Dios en el Paraíso. Dios buscaba al hombre, hecho a su imagen y semejanza. Quería hablar con él, como todos los días, cuando “se paseaba por el jardín tomando el fresco (Gn 3, 8-9)” Adán —el hombre— había desobedecido a su Creador y se había escondido. El pecado del hombre destruyó brutalmente la familiaridad con Dios en que había sido creado.

El hombre perdió la dulce y absoluta libertad de expresión que le permitía hablar a Dios como un hijo habla a su padre, como un amigo habla con su amigo. El hombre perdió a Dios, su Creador y Padre, y Dios perdió al hombre, su imagen, su hijo, su interlocutor. Y desde entonces Dios sigue buscando al hombre, y el hombre tiene que buscar a Dios.

Pero la búsqueda personal de Dios y el encuentro personal con Dios se realizan en el DIÁLOGO. Para la tradición cristiana primitiva el diálogo con Dios tiene dos tiempos: LA LECTURA Y LA ORACIÓN. Ya san Cipriano de Cartago aconseja a Donato: “Sé asiduo tanto a la oración como a la lectura. Ahora habla tú con Dios, y Dios contigo”.  San Ambrosio de Milán escribe: “A Dios hablamos cuando oramos, a Dios escuchamos cuando leemos sus palabras”.

San Agustín, dice: “Tu oración es una locución con Dios. Cuando lees, te habla Dios; cuando oras", "tú hablas a Dios”.

San Jerónimo le escribe a su discípula Eustoquia: “Sea tu custodia lo secreto de tu aposento y allá dentro recréese contigo tu Esposo.  Cuando oras, hablas a tu Esposo; cuando lees, él te habla a ti”.

Sería interminable manifestar el testimonio de los santos y santas, sobre cómo Dios nos habla a través de su Palabra, la cual, como dice San Pablo: “es… útil para enseñar, para argüir, para corregir y para educar en la justicia”  (2 Ti 3, 16).  

Ahora bien, ¿Cómo podemos sacarle el máximo provecho a la Lectura de la Palabra de Dios (Lectio Divina)?.

Antes aclaremos que Lectio Divina, no es tanto una "lectura espiritual" o de un texto de "edificación" o, menos aún, de un estudio meramente intelectual.  La “lectura divina” no persigue un fin científico, no se propone alcanzar una meta puramente  intelectual. La Biblia no es un tratado de teología, un estudio sobre Dios. Es mucho más: es el gran mensaje que Dios ha dejado. La lectio consiste, por consiguiente, en escuchar y saborear este mensaje. Es sentarse, como María, a los pies de Jesús y no dejar perder ni una sola de las palabras salidas de sus labios.

Lectio (lectura) y divina indican, un encuentro dialogal entre Dios que "habla" y la persona que "escucha", estableciéndose entre ambos una comunicación de amor” “... el Dios invisible (cf Col 1, 15; 1 Tm 1, 17), llevado por su gran amor, habla a los hombres como a amigos (cf Ex 33, 11; Jn 15, 12-15), y se entretiene con ellos (cf Ba 3, 38) para invitarlos a tener comunión con él y en ella recibirlos" (DV 2). Por tanto, debe ser una lectura sabrosa y orante, realizada bajo el impulso del Espíritu Santo, en vistas a un diálogo amoroso con el Señor que hace crecer la fe y aumenta la esperanza.  Buscamos el "agua viva" para saciar la "sed del corazón", que en ultimas no es más que darle sentido a nuestra vida, llenándola de paz, alegría, salvación.  

Aclarado el rumbo, veamos qué condiciones necesitamos para navegar en la Palabra de Dios y qué frutos nos trae su lectura amorosa:

A- CONDICIONES:

1º. Ambiente Favorable. 

Un buen ambiente, lleno de paz exterior e interior, de caridad fraterna; pues —sin caridad no hay verdadera paz— de silencio, de tiempo libre... “Nos callamos antes de escuchar, porque nuestros pensamientos ya están dirigidos hacia el mensaje, como un niño se calla en el momento de entrar en el cuarto de su padre. Nos callamos después de haber escuchado la Palabra de Dios, porque ella resuena, vive y quiere habitar en nosotros”.

Es un  espacio y tiempo que le abrimos a Dios, a nosotros mismos y disfrutar de su compañía y Palabras.

2º. Pureza de corazón

Dice Casiano: “Si deseáis llegar a la luz de la ciencia espiritual..., inflamaos ante todo en el deseo de la bienaventuranza de la que se ha dicho: Dichosos los limpios de corazón, porque ésos van a ver a Dios” (Mt 5, 8). Sólo después de desarraigar los vicios y adquirir la humildad, será posible “penetrar hasta el corazón de las palabras celestes y contemplar con la mirada pura del alma los misterios más profundos y escondidos”. 

Y añade: “Esto no lo da la ciencia humana ni la cultura de los hombres, sino tan sólo la pureza del alma, ilustrada por la luz del Espíritu Santo”. De este modo, a medida que vamos progresando en la purificación interior y en la lectura humilde y asidua, nuestro espíritu se va renovando y “nos parecerá que la Sagrada Escritura empieza a cambiar para nosotros. Se nos comunica una comprensión más honda y misteriosa, cuya belleza va aumentando en razón directa de nuestro progreso. Y es que el texto inspirado se acomoda efectivamente a la capacidad receptiva de la inteligencia humana”. Por eso “a los hombres carnales les parece la Escritura cosa terrena; a los espirituales, cosa celestial y divina. Y aquellos que la veían antes como envuelta en espesas tinieblas, son ahora capaces de sondear su profundidad o sostener su fulgor con la mirada”.

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