Los laicos
Enviado por Christopher • 4 de Febrero de 2018 • 2.455 Palabras (10 Páginas) • 328 Visitas
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Partimos aquí que la definición que nos ofrece el concilio es una descripción tipológica. Es decir lo que es distintivo o específico en cuanto está asociado en la misión salvífica de la Iglesia. El obispo Kloppenburg, que participó como perito en el concilio, menciona tres elementos característicos que tiene esta definición[8].
- Elemento genérico pasivo: se dirige al laico por igual como miembro del Pueblo de Dios, lo ubica en una acción activa dentro de la Iglesia y lo hace participe de los tres poderes, de enseñar, de santificar y de regir, es decir la misión general de la Iglesia.
- Elemento Negativo: Se describe como el que no es clérigo y el que no es religioso o que tampoco es religioso-clerical.
- Elemento específico y fundamental: después de que el concilio lo caracteriza por su “carácter secular”, lo distingue con su vocación concreta, también ubicada en el no. 31 de Lumen Gentium “A los laicos les pertenece por propia vocación buscar el reino de Dios tratando y ordenando, según Dios, los asuntos temporales. … Ahí están llamados por Dios a cumplir su propio cometido, guiándose por el espíritu evangélico, … contribuyan desde dentro a la santificación del mundo… A ellos muy especial, corresponde iluminar y organizar todos los asuntos temporales a los que están estrechamente vinculados, de tal manera, que se realicen continuamente según el espíritu de Jesucristo y se desarrollen y sean para la gloria del Creador y Redentor.”
- Triple ministerio, dos funciones
Después de identificar cual es la definición y descripción que se tiene de laico a lo largo de los documentos de la Iglesia, sobre todo en la Lumen Gentium es importante determinar cual es el ministerio del laico, su función, su misión concreta y su labor pastoral para con el mundo y con la Iglesia.
Nos hemos encontrado que el bautismo nos da a todos los cristianos nuestra misión. “El bautismo es la base para una alternativa de vida cristiana: a) como vida nueva que los hijos de Dios consagran al Padre; b) como el acto por el que son revestidos de Cristo; c) como unción del Espíritu Santo… d) como participación del triple oficio de Cristo.”[9] Es de remarcar una advertencia, que cuanto laicos, esta participación se manifiesta de modo propio, según sus dones y carismas y su condición de vida[10], en el mundo, el lugar teológico que ahondaremos más adelante.
Los laicos se ofrecen ellos y sus actividades a Dios (oficio sacerdotal), son testigos de la Resurrección (oficio profético) y vencen el pecado del mundo mediante el amor fraterno (oficio real)[11]. De modo concreto se ven en los números 34, 35 y 36 de la Lumen Genitum.
- Oficio sacerdotal: “Todas sus obras […] si son hechas en el Espíritu […] se convierten en sacrificios espirituales aceptables a Dios por Jesucristo (cf. 1Pe, 2, 5). Que en la celebración de la eucaristía se ofrecen al padre junto con la oblación del Cuerpo del Señor. De este modo “así también los laicos, en cuanto adoradores, obrando santamente en todo lugar, consagran a Dios el mundo mismo” (cf. LG 34).
- Oficio profético: están llamados a hacer que resplandezca la novedad y la fuerza del Evangelio en su vida cotidiana, familiar y social, […] a expresar, con paciencia y valentía, en medio de las contradicciones de la época presente, su esperanza en la gloria también a través de las estructuras de la vida secular. (cf. LG 35)
- Oficio real: de modo particular están llamados para dar de nuevo a la entera creación todo su valor originario. Cuando mediante una actividad sostenida por la vida de la gracia, ordenan lo creado al verdadero bien del hombre. (cf. LG 36)
J.M.R. Tillard nos sintetiza esta reflexión en dos funciones[12]. La primera tiene como objetivo la realización progresiva del misterio de la creación, al ritmo de un compromiso sincero en las estructuras del mundo en que vive y en el proceso del desarrollo humano. Tiene la tarea de “salvar” el progreso de la humanidad, purificándola de los males, egoísmo, y explotación de los demás conduciéndola a la superación que brote del amor y de la donación. Esta es una doble acción temporal y escatológica, dinamismo inseparable hacia el acontecimiento del Reino de Dios que lo es “todo en todas las cosas” (1Cor 15, 28).
La otra función que marca la esencia eclesial del laico es el testimonio. Acto honesto de pobreza que manifiesta el descubrimiento de un más allá de sí mismo, inspiración y energía de toda su actividad. El evangelio mismo es acontecimiento, acción de Dios, antes de ser doctrina. La acción de los laicos tiene un sentido de manifestación “epifanía”, de la comunión íntima que une a Cristo con cada uno de los bautizados.
- El Apostolado laical
El apostolado es el tiempo para desempeñar estas tareas, el mundo es el lugar concreto. Es una diferencia específica positiva, puesto que el bautizado está dedicado a los fines temporales. Según Christifideles laici, es el lugar, el ámbito, el medio y la ocasión de la santidad. El mundo no es sólo un lugar sociológico sino lugar teológico. Condición propio de la vida bautismal (ChL 17). Esta dedicación la debemos ordenar como consagración del mundo, equiparable a la participación en el oficio sacerdotal de Cristo[13]. Muy claramente lo dice el Concilio Vaticano II, son conceptos equivalentes y se entienden como oblación espiritual:
“Pues todas sus obras, plegarias y proyectos apostólicos, la vida conyugal y familiar, el trabajo cotidiano, el descanso del alma y del cuerpo, si se realizan en el Espíritu, incluso las molestias de la vida si se sufren pacientemente, se convierten en "hostias espirituales, aceptables a Dios por Jesucristo", que en la celebración de la Eucaristía, con la oblación del cuerpo del Señor, se ofrecen piadosísimamente al Padre. Así también los laicos, en cuanto adoradores, obrando santamente en todo lugar, consagran a Dios el mundo mismo”. (LG 34)
Podemos ver dos características principales que ayudan a desempeñar mejor los ministerios y las funciones de los laicos. Primero es la santificación de “la vida conyugal y familiar” y segundo la santificación de sus propias actividades profesionales “el trabajo cotidiano, el descanso del alma y del cuerpo”.
Esto quiere decir que los casados han de explotar las gracias que les confirió el sacramento del matrimonio para desempeñar dignamente sus obligaciones como esposos y esposas y, como padres y madres. Hay que recalcar que es la primera nota característica de la vida de los laicos.
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