Venida de Jesús

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- MILENIO (Apocalipsis 1:1-3)

- LA ÚLTIMA BATALLA DE SATANÁS

Al fin de los 1000 años Cristo regresa acompañado de los redimidos y ordena para que los impíos resuciten para su condenación. Cuando ellos lo observan exclaman “Bendito el que viene en el nombre del Señor”, lo dicen no por amor sino porque la verdad sale de sus labios. Y salen de la tumba tal como a ella bajaron: con enfermedad y con odio hacia Jesús. “Cristo baja sobre el monte de los Olivos, de donde ascendió después de su resurrección, y donde los ángeles repitieron la promesa de su regreso.” (Zacarías 14:5,4,9)La ciudad se asienta en el lugar purificado, Cristo, los redimidos y los ángeles entran la Santa Ciudad. Satanás se prepara para su último ataque y resuelve no darse por vencido en el conflicto, va con los impíos resucitados y se presenta como el salvador que les devolvió la vida y argumenta que está a punto de sacarlos de librarlos de la más cruel tiranía. Habiendo entrado Jesús a la ciudad, Satanás obra milagros para asegurar su engaño y propone tomar la ciudad, recuperar su trono y su reino. Están entre ellos los antidiluvianos, reyes, conquistadores que nunca perdieron batallas y que se han levantado reanudando sus pensamientos en el punto mismo en el que los dejaron. Satanás consulta con sus ángeles y con los reyes, crean comitivas y fabrican armas para tomar la Santa Ciudad, calculan que el número de su ejército es mayor del que se encuentra dentro. Avanzan hacia la ciudad de Dios con Satanás como jefe, por orden de Jesús las puertas de la ciudad se cierran y el ejército de Satanás rodea la ciudad listos para asaltarla. Cristo reaparece a la vista de sus enemigos seguido por sus súbditos en el siguiente orden: los apóstoles los transformados, perfeccionaron su carácter cristiano en medio de la mentira y de la incredulidad, los que honraron la ley de Dios aun cuando el mundo cristiano la abolió, los que fueron martirizados por su fe y más allá la muchedumbre de todas las naciones, tribus, pueblos, lenguas… (Apocalipsis 7:9) palmas=triunfo vestidura blanca: emblema de la justicia perfecta de Cristo que es ahora de ellos. Adoran a Cristo con cantos y se unen ángeles y serafines.

(Apocalipsis 20:11,12) apenas se abren los registros y la mirada de Jesús se dirige a los impíos quienes reconocen sus transgresiones e identifican el momento justo en el que se apartaron de la senda de la vida, cada uno acepta cada uno de los pecados que realizó pero que a causa del orgullo y la rebelión no aceptaron volver al camino, rechazaron el mensaje que se les había predicado y rechazaron los avisos dados por mensajeros de Dios y las oportunidades de arrepentimiento culminaron. Todo sale a relucir como si hubiera estado escrito en letras de fuego. Por encima del trono destaca la cruz y en vista panorámica aparecen las escenas de la tentación de Adán, el proceso del Plan de Redención.

En el grupo de los rescatados están los apóstoles (valiente Pablo, ardiente Pedro, el amoroso Juan…), mientras que afuera están los abominables que los persiguieron, encarcelaron y mataron.

Allí está Nerón (monstruo de crueldad y vicios), su madre, sacerdotes y prelados papistas que dijeron ser embajadores de Dios en la tierra, orgullosos pontífices que creían tener más poder que Cristo. “Aquellos así llamados padres de la iglesia tienen que rendir a Dios una cuenta de la que bien quisieran librarse”. Acusados de alta traición contra el gobierno del cielo y se pronuncia contra ellos la sentencia de la muerte eterna. Los impíos reconocen a Cristo como justo y lo adoran, paralizado Satanás recuerda de donde cayó y el privilegio que rechazo, ve a Cristo como Rey y con una corona colocada por un ángel de elevada estatura y majestuoso continente, y sabe que la posición exaltada que ocupa este ángel habría podido ser la suya. Y por su mente pasan los privilegios que tenía en el cielo, las tentaciones que maquinó, echa un vistazo retrospectivo y ve que lo único que ha conseguido es ruina, piensa en el constante llamado de Cristo para ser perdonado y su orgullo al no aceptarlo, conoce de sobra la soberanía de Cristo y entonces se inclina reconociendo nuevamente la majestad de su Creador. Por fin, después de mucho tiempo, toda controversia de verdad y error ha sido aclarada. En vista de todos los hechos del gran conflicto, todo el universo, tanto justos como rebeldes, declaran al unísono: “¡justos y verdaderos son tus caminos, oh Rey de los siglos!”. Jesús echa un vistazo a los redimidos y contempla el resultado de su sacrificio en la cruz y que queda satisfecho. Luego, con voz que llega hasta las multitudes reunidas de los justos y de los impíos exclama: “¿Contemplad el rescate de mi sangre! Por estos sufrí, por estos morí, para que pudiesen permanecer en mi presencia a través de las edades eternas.” Y los redimidos alabaron al Creador: “Digno es el cordero que ha sido inmolado, de recibir el poder, y la riqueza, y la sabiduría, y la fortaleza, y la honra, y la gloria, y la bendición” (Apocalipsis 5:12)

Satanás vuelve a su mismo espíritu, quiere influir nuevamente para destruir la ciudad pero ahora los impíos se vuelven contra él entonces: (Apocalipsis 20:9) El fuego purifica la tierra, ningún infierno que arda eternamente recordará a los redimidos las terribles consecuencias del pecado. Solo queda un recuerdo: nuestro Redentor llevará siempre las señales de su crucifixión.

- DICHA IMPERECEDERA

En todo tiempo, los elegidos del Señor fueron educados y disciplinados en la escuela de la prueba. Aman mucho porque se les ha perdonado mucho. Habiendo participado de los sufrimientos de Cristo, están en condición de participar en su gloria.

“El gran conflicto ha terminado. Ya no hay más pecado ni pecadores. Todo el universo está purificado. La misma pulsación de armonía y de gozo late en toda la creación. De Aquel que todo lo creó manan vida, luz y contentamiento por toda la extensión del espacio infinito. Desde el átomo más imperceptible hasta el mundo más vasto, todas las cosas animadas e inanimadas, declaran en su belleza sin mácula y en júbilo perfecto, que Dios es amor”.

Las maravillas de la redención y del mundo mejor no se pueden describir con palabras humanas…

Oh si pudiese hablar en la lengua de Canaán.