REBELIÓN CRISTERA. Inicio De La Guerra Cristera
Enviado por Sandra75 • 12 de Diciembre de 2018 • 6.660 Palabras (27 Páginas) • 421 Visitas
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Estas Ligas "nacionales defensoras de la libertad religiosa" o las "ligas de damas" pseudo-católicas, que hacen de cuando en cuando manifestaciones de sirvientas (cuidando de quedarse en casa las más y de dejar todas ellas en casa, naturalmente a los maridos) y los grupos más o menos bien definidos que en México y en todas las regiones del país, desde hace meses, y con cualquier pretexto, tratan de dificultar la acción de autoridades de todo orden...
La Liga organizada política y militarmente decide comandar la lucha, estableció centros locales y regionales en toda la República, promete a los combatientes armas y dinero para apoyar la insurrección y derrocar al gobierno, pero esta ayuda no es suficiente.
Esperanzados en el apoyo de las ligas católicas norteamericanas y los ricos católicos quienes en la medida que avanzaba el movimiento se fueron separando de la lucha.
Finalmente en los primeros días de enero de 1927, después de brotes espontáneos de rebelión, de arengas de los curas para luchar por la iglesia y de violentas represiones por parte del ejército, el pueblo se subleva al grito de: "¡Viva Cristo Rey!".
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Ley De Calles.
Hay que mencionar que la Ley Calles es una modificación al Código Penal en 1926 por el Presidente Plutarco Elías Calles, para limitar las manifestaciones religiosas con el fin de contar con instrumentos más precisos para ejercer los controles que la Constitución de 1917 estableció en el Artículo 130 que consistía en a los Poderes Federales ejercer en materia de culto religioso y disciplina externa la intervención que designen las leyes. Las demás autoridades obrarán como auxiliares de la Federación.
El Congreso no podía dictar leyes estableciendo o prohibiendo religión cualquiera. El matrimonio solamente era un contrato civil. Este y los demás actos del estado civil de las personas son de la exclusiva competencia de los funcionarios y autoridades del orden civil, en los términos prevenidos por las leyes, y tendrían la fuerza y validez que las mismas les atribuya.
La simple promesa de decir verdad y de cumplir las obligaciones que se contraen, sujeta al que la hace, en caso de que faltare a ella, a las penas que con tal motivo establece la ley.
La ley no reconoce personalidad alguna a las agrupaciones religiosas denominadas iglesias. Los ministros de los cultos serían considerados como personas que ejercen una profesión y estarán directamente sujetos a las leyes que sobre la materia se dicten. La legislatura de los Estados únicamente tendrá facultad para determinar, según las necesidades locales, el número máximo de ministros de los cultos para ejercer en los Estados Unidos Mexicanos el ministerio de cualquier culto se necesita ser mexicano por nacimiento.
Los ministros de los cultos nunca podrán en reunión pública o privada constituida en junta, ni en actos de culto o de propaganda religiosa, hacer crítica de las leyes fundamentales del país, de las autoridades en particular o en general del gobierno no tendrían voto activo ni pasivo, ni derecho para asociarse con fines políticos.
La Ley Calles fue la causa de este conflicto civil, además de las prohibiciones, el gobierno intentó la creación de una Iglesia que nada tuviera que ver con el Vaticano, para así socavar totalmente la influencia de la Iglesia fiel al jerarca católico en la población.
La reacción de la Santa Sede a la Ley Calles fue de rechazo total, las actividades religiosas en todo México fueron suspendidas en protesta a las medidas tomadas contra la Iglesia y la población se manifestó para intentar lograr que las medidas tomadas dieran marcha atrás, pero nada de esto sirvió, ni siquiera el boicot económico contra el gobierno de Plutarco Elías Calles logró echar atrás las medidas adoptadas contra la “Libertad religiosa”.
Las primeras acciones armadas importantes al inicio de la Cristiada tuvieron lugar en los estados de Zacatecas, Jalisco, Nayarit, Guanajuato y Michoacán, la lucha fue en su mayor parte en zonas rurales de México.
Los Cristeros.
El ejército cristero, muy a pesar de las limitantes de su origen, hasta cierto punto improvisado, logró reclutar y armar gente que al grito de ¡Viva Cristo Rey y Santa María de Guadalupe! , provocó un gran problema al gobierno durante los tres años que duró el conflicto.
Algunos de los principales líderes cristeros fueron Pedro Quintanar, Enrique Gorostieta Velarde, Jesús Degollado Guízar y Victoriano Ramírez López, a quien apodaban el catorce.
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El número de muertos fue elevado, algunos historiadores hablan de 50,000, otros de más de 200,000 vidas perdidas, lo cierto es que la represión al movimiento armado durante la guerra Cristera por parte del gobierno fue muy dura, persiguió a todo aquel que osara desafiar lo establecido en la Ley Calles, al grado de fusilar sacerdotes por oficiar misa.
Resulta necesario traer a colación un punto en el que la mayoría de los especialistas en los distintos aspectos de la guerra cristera han coincidido: la sorpresa que causó a la jerarquía, al igual que a las autoridades civiles, la violencia y rapidez con que se propagó el movimiento cristero y la capacidad de los insumisos para mantenerlo activo (Meyer 1973, Bailey 1973 Romero de Solís, 1992).
El Ejército federal, como consecuencia de la guerra de guerrillas, no podía someter a los levantados con la celeridad que había previsto, en tanto que el clero perdió su ascendiente sobre las tropas y los dirigentes civiles de estas, los cuales se habían constituido en defensores de la religión, casi pasando por encima de la autoridad de los sacerdotes, que primero habían alentado la explosión de la insurgencia y después ya no podían controlar a los insurgentes.
Por eso, la jerarquía tuvo que dar marcha atrás y emplear toda su fuerza coercitiva para obligar a los inconformes con la orden de dejar las armas a someterse a su mandato, el cual se acató en medio de manifestaciones de rechazo, y sin que esto quiera decir que los excombatientes hubieran tenido duda alguna de haber peleado por una causa no sólo justa, sino santa, y merecer el reconocimiento de su participación en la epopeya cristera, como ellos mismos llamaban al levantamiento.
De allí la necesidad del clero de adaptar el discurso sobre la Cristiada y los cristeros según las circunstancias del momento. Por una parte, para el Episcopado era vital mantener el pacto de paz entre la
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