ANDANZAS CUIDADANAS.

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Un pasaje especialmente grotesco de la ignorancia de Orwell es su visita a la ´´catedral´´ de Barcelona. Lo describe así: ´´una catedral moderna, uno de los edificios más horrorosos del mundo. Me parece que los anarquistas demostraron su mal gusto cuando no la dinamitaron cuando podía haberlo hecho´´. Pero lo que resulta increíble es que ni siquiera se dé cuenta de que se trata de un edificio en obras o que no hubiera reparado en la enorme masa gótica de la catedral o peor, que no pudiera hablar con nadie que le explicara algo tan sencillo. ¿Qué pensaríamos de un escritor que hubiera confundido las malhadadas torres gemelas de New York con la Estatua de la Libertad?

No solo es grave la soberbia de nuestro turista, también es grave la forma humillante en que trata a quienes son objeto de su compasión, los cuales suelen ser inmensamente más virtuosos que él.

El ciudadano cosmopolita occidental es un personaje algo ridículo cargado de prejuicios infundados y de buenas intenciones. Esto es, intenciones que en su insensatez pueden provocar desastres. Puede ser de dos tipos: el que espera que en todas partes se comporten como en su casa y el que quiere que todo sea ridículamente distinto.

El segundo tipo de ciudadano cosmopolita occidental ambiciona una mayor altura intelectual. Busca en otras culturas la autenticidad que ya no encuentra en la suya. En su concepción, la cultura ha de ser algo cerrado, profundamente coherente y firmemente enraizado en su ambiente local y particularista. La cultura occidental es una inauténtica y esto quiere decir falsa. Falsa en el sentido de que ya no posee coherencia interna; porque ya no interactúa armónicamente con un medio particular; porque en su universalismo ha sustituido el intercambio por la depredación, la explotación y la conquista sin límites.

El ciudadano cosmopolita occidental de este segundo tipo venera todo aquello que todavía no está contaminado por la anticultura depredadora de Occidente, y en particular a los llamados pueblos indígenas, que son vistos como lo completamente otro nostálgicamente imaginado, como aquello que satisface en su distancia el anhelo de autenticidad. Indígena significa aquí originario y, por lo tanto, natural, esto es, autentico, verdadero.

Ricardo contesta a nuestras preguntas mientras sostiene breves conversaciones en zapoteco con su mujer. Nos cuenta el secreto principal de su negocio, que no es otro que mucho trabajo desde que canta el gallo hasta bien entrada la noche. Pero hay otros secretos, y uno de ellos es la capacidad de imaginar recursos sin atarse a prejuicios. La vida es todo imaginar el recurso a casa situación para poder salir adelante.

De esta forma descubrimos que los tapetes de Ricardo son mucho más cosmopolitas que los ciudadanos cosmopolitas occidentales que los idolatran como una muestra de autenticidad

Los tapices navajos son la pieza favorita del cosmopolita occidental.

El ciudadano cosmopolita prefiera imaginar, en lugar de algo vivo, un museo en que los indígenas están condenados a permanecer inmutables para siempre, y así, para satisfacer su propia ansiedad cultural, condenada a los otros a la autenticidad.