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Crimen organizado. Dile a todos, corre la voz: El Chapo manda aquí.

Enviado por   •  4 de Marzo de 2018  •  3.229 Palabras (13 Páginas)  •  362 Visitas

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El Chapo y su gente también recibían mujeres regularmente, tanto dentro como fuera de Puente Grande. Existía un procedimiento para elegir a las prostitutas. Alguien en la nomina del Chapo se dirigía a los bares en Guadalajara de noche y seleccionaba a varias mujeres, a las que luego llevaban a un punto de contacto cerca de Puente Grande.

Allí un custodio de alto rango, que recibía 3,000 dólares mensualmente como pago por actuar como pseudo-padrote, las llevaba a la prisión en una camioneta. Su presencia significaba que no habría revisión, pero él llevaba dinero extra por si acaso hacía falta sobornar a sus subordinados para traer alcohol o drogas adicionales.

Aunque el Chapo era un prisionero seguía siendo un gran narcotraficante. Pudo continuar administrando su negocio desde el interior de Puente Grande. Antes de su captura, le había dado algo de dinero a un lugarteniente de alto rango para asegurarse de que todo marchara sobre ruedas mientras él estaba adentro.

El Chapo y sus hombres tenían varios teléfonos celulares y por ese medio se encargaban de sus negocios; aparentemente también usaban laptops para algunos asuntos de contabilidad.

De acuerdo con la DEA y la PGR, Arturo, uno de los hermanos más jovenes del Chapo, había recibido el control operativo del narcotráfico en Sinaloa en 1995, más o menos por la época en que el Chapo fue transferido a Puente Grande. Pero por medio de sus abogados, quienes le daban instrucciones a Arturo aparentemente el Chapo aún estaba ordenando la construcción de túneles para el contrabando de drogas por debajo de la frontera con Estados Unidos y asegurándose de que su hermano tuviera bien afianzado el negocio.

En 1996 el agente más importante de la DEA, Thomas Constantine, le dijo al Congreso de Estados Unidos que Miguel Caro Quintero, ubicado en el norte, en el estado de Sonora estaba a cargo del narcotráfico sinaloense. Pero para 1997 Constantine había cambiado de opinión y le recordaba al gobierno la existencia del Chapo.

El siguiente año, Constantine advirtió nuevamente acerca del poder del Chapo. ‘’Guzmán Loera aun era considerado un gran riesgo, tanto para Estados Unidos como en México’’.

Mientras más de 500 agentes de la PGR y miembros de la Policía Federal y del Ejercito buscaban por todo México para encontrar al Chapo, el intercambio de culpas alcanzo su máxima expresión. Funcionarios de derechos humanos estatal señalaron a la Comisión Nacional de Derechos Humanos, diciendo que ellos habían ignorado reclamaciones de corrupción en Puente Grande. La PGR critico a la secretaría de Seguridad Publica encargada del sistema penitenciario de la nación, entre otras cosas.

Algunos guardias atestiguaron que la fuga había ocurrido más temprano, en la tarde; otros aseguraron que el Chapo se había evadido varios días antes de la visita de Tello Peón. Subsisten las lagunas en la historia, incluso después de las subsecuentes investigaciones. La confusión era la única certeza.

Se hicieron las búsquedas y arrestos, no sin problemas. Los custodios que habían sido detenidos presentaron quejas alegando que habían sido maltratados y privados de sus derechos. Mauricio Limón Aguirre, el gobernador de Jalisco, estaba furioso porque Tello Peón no hubiera incluido tropas estatales en la cacería de su convicto evadido más notorio.

Desde aquel día el Chapo ha sido el hombre más buscado de México.

Solo en 2001, docenas de socios del Chapo fueron arrestados en las ciudades de Reynosa, Puebla, Toluca y la capital del país. Sinaloa y el vecino estado de Nayarit, también experimentaron una ola de redadas. A finales del verano de aquel año, Esteban Quintero Mariscal, un primo y asesino a sueldo del Chapo, fue arrestado y encarcelado en el Cefereso 1, la prisión de máxima seguridad de México.

En los días que siguieron a la fuga, el no siempre estuvo huyendo. Un oficial de la Policía Federal reveló que de junio a septiembre el Chapo había permanecido oculto en Zinacantepec, un pueblo de unos 130 mil habitantes en las afueras de la ciudad de México, lo que obligo a las autoridades federales volver a evaluar una vez más la posible complicidad de autoridades locales y fuerzas policiacas.

La caída de casi un puñado de los principales encargados de logística y seguridad del Chapo también había sido aparentemente un golpe duro a su ánimo. Pronto caería, aseguraron las autoridades; el único sitio para ese criminal estaba en la cárcel. Pero el chapo paso por alto la retorica; todavía estaba libre.

No siempre Sinaloa ha tenido que ver con las drogas, pero incluso antes de los narcos y la demanda estadounidense de sustancias ilícitas, siempre ha estado marcada por la anarquía. Siempre ha estado al margen de la ley y ha sido violenta. ‘’el carácter del sinaloense es mitad Ángel y mitad demonio’’, dice el historiador local y sociólogo Martin Amaral.

La peor clase de criminales siempre se han sentido bien venidos en Sinaloa. Una costa accesible y montañas para esconderse son el principal atractivo para los bandidos de México.

Para la década de los setenta, el trafico de drogas en Sinaloa se había en la parte predominante de un negocio nacional. Estaba floreciendo, se traía cocaína de Colombia en barcos y aviones, y los sinaloenses la llevaban en camiones al otro lado de la frontera con Estados Unidos. A veces usaban aviones ligeros. La marihuana y la cocaína estaban ganando rápida aceptación en la Norteamérica liberal y el tráfico de drogas estaba en auge.

Nacido en una pequeña población rural de Sinaloa el 8 de enero de 1946, el Padrino avanzo rápidamente entre las filas del tráfico de drogas. El Chapo aprendió del Padrino como sobrevivir y prosperar en el tráfico de drogas. El ya vivía modestamente, sin muchas fanfarrias o actividades extracurriculares. En 1977 se caso con Alejandrina María Salazar Hernández en una boda sencilla en un pueblo de Jesús María, Sinaloa.

El Chapo tuvo tres hijos con ella, estableció su hogar en un rancho en el pequeño poblado a unos 96 kilómetros de Culiacán, en el camino a Badiraguato. La familia no organizaba grandes fiestas, y rara vez se les veía en la gran ciudad. El Chapo quizá se sintiera atraído por la riqueza que el tráfico de drogas ofrecía, pero no estaba interesado en ser parte de la elite social, en cambio prefería pasar sus horas de asueto bebiendo whisky con sus confidentes más cercanos y ocupándose de su familia.

En ese tiempo el trabajo de la DEA en el territorio mexicano estaba lleno de riesgos. Campeaba la corrupción en el lado mexicano y

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