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El patrón 15-16

Enviado por   •  4 de Mayo de 2018  •  1.622 Palabras (7 Páginas)  •  221 Visitas

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Por tierra, era imposible el acceso para cualquiera que él autorizase, pues además de los múltiples controles de seguridad de la policía y el ejército, que él tenía a sueldo, contaba con una extensa red de informadores, además de un amplio dispositivo de radio y vídeo cerrados dentro del complejo. Él y sólo él decidía quién entraba y quién salía de la prisión.

Además de los canales oficiales, un gran número de personas accedían a visitar a El Patrón. Eran recogidos en Envigado, tras un registro, llevados a otra finca, donde eran registrados de nuevo, y luego accedían al complejo escondidos en la carpa de un camión Mazda junto con otros materiales y aprovisionamiento para la prisión. Al llegar, eran registrados de nuevo y se les hacía esperar en una sala hasta que Escobar permitía el paso a sus aposentos, o salía él a recibirlos a esa u otra sala. Existía también otro canal de entrada, por un camino secreto que subía hasta el complejo, usado sólo por sus más allegados. Eran frecuentes las visitas de abogados, personalidades del municipio de Envigado, personajes leales a Escobar, familiares cercanos y otras gentes que buscaban hablar con El Patrón para pedir algún favor, o bien para ofrecer sus servicios trabajando para él.

A escobar, realmente le preocupaba la posibilidad de un ataque por aire, aunque no diese muestras de preocupación de cara para afuera. Tenía contactos en los servicios aéreos e informadores en los controladores aéreos para estar al tanto del tráfico aéreo y saber qué transportes sobrevolaban la prisión.

A pesar de todo, no cesaba su buena vida en La Catedral, donde incluso se celebraban festejos, corría la comida y la bebida, y organizaba partidos de fútbol en las canchas, en los que él participaba con sus hombres, algunos de los guardias y varios visitantes.

Durante su estancia en La Catedral, afianzó su poder: continuó cobrando los impuestos por narcotráfico, recuperó algunas antiguas posesiones abandonadas o perdidas, e incluso orquestó varios crímenes, como secuestros, robos, o incluso borrar del mapa a enemigos. En definitiva: recordó a todo el mundo quién era el jefe, y no flaqueó ni un instante. De hecho, era consciente de que el gobierno conocía en parte lo que obraba desde allí, y conocían los lujos y la opulencia de las que hacía gala, mas no le importó, pues de ese modo demostraba al gobierno quién había ganado en realidad.

En alguna ocasión recibieron inspecciones desde el ministerio de justicia, pero Escobar se dedicó a desdibujar los hechos, y presentarlos según su conveniencia, para que no constase ningún tipo de prueba de lo que allí se hacía.

Incluso salía de vez en cuando de prisión, ya fuese para asistir como público a algún partido de fútbol, o para celebrar su primer año en prisión, en una fiesta por todo lo alto en la que dejaba claro un mensaje: él ejercía el poder, hasta tal punto que podía salir impunemente de La Catedral y obrar a su antojo.

Llegado el caso, por medio de El Chopo, se enteró de que los Galeano junto con los Moncada habían ocultado unos 20 millones. Ante lo que El Patrón consideraba escasos pagos por sus actividades, lo tomó como una deslealtad y dio permiso para proceder al robo de este dinero. Tras lo acontecido, alguno de los participantes fue descubierto por las gentes de los Galeano y los Moncada, por lo que Fernando Galeano y Kiko Moncada fueron a la prisión a exigir a Escobar que les regresase el dinero, y castigar a El Chopo y El Tití. La respuesta de Escobar fue negativa, y le recordó que gracias a sus sacrificios se había terminado la extradición, que podían trabajar en paz gracias a él, y le debían ese dinero en pago por sus esfuerzos. Él era El Patrón. Era quién mandaba. Fernando trató de revolverse, pero fue acribillado por los hombres armados de Escobar, y Moncada fue torturado para que revelase los nombres de colaboradores y los entresijos de su negocio. Tras esto, Escobar dio orden de proceder a “purgar” el mundillo de esa gente. Ante esta oleada de asesinatos, el fiscal De Greiff ató cabos, y fue realmente consciente de todo lo que se orquestaba desde la prisión. Ante esto, y las presiones de EEUU, decidió hablar con César Garvia, pues era preciso acabar con las actividades de Escobar.

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