En México el problema de la violencia en el ámbito de la atención ginecológica y obstetricia es una realidad
Enviado por Rebecca • 27 de Diciembre de 2018 • 6.858 Palabras (28 Páginas) • 401 Visitas
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En nuestro país, la RMM para 2015 debería ser de 22 muertes maternas por 100 000 nacidos vivos. Sin embargo, este objetivo está lejos de ser alcanzado, ya que las cifras publicadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS) muestran una reducción anual inferior a 1%. (OMS, 2014)
Las metas de los Objetivos del Milenio proponen dos indicadores para el monitoreo del progreso en la atención de la salud materna: la razón de muerte materna y el porcentaje de partos atendidos por personal profesionalizado. El acceso a cuidados médicos profesionales durante el embarazo, parto y posparto, principalmente durante las complicaciones obstétricas, es considerado la piedra angular para prevenir la muerte materna en la propuesta de la OMS.
La Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (INEGI, 2012) refiere que México ocupa el cuarto lugar a nivel mundial (después de China, Brasil y Estados Unidos) en el uso de la práctica de cesáreas sin indicación médica. Además revela que Aunque las esterilizaciones no son inherentemente ‘opresivas’ y muchas mujeres eligen estos procedimientos, lo que se reclama son las imposiciones bajo amenaza de pérdida de apoyos sociales.
Además la experiencia de la imposición de métodos anticonceptivos y de esterilizaciones no consentidas pone en evidencia la existencia de valores sociales jerárquicos en torno a la maternidad y los cuerpos de las mujeres lo que muestra la intersección de múltiples ejes de opresión en torno a la maternidad. Esto es una constante que se ha observado sobre todo en población indígena. Lo anterior tiene una base cultural y sociológica que asocia los cuerpos de las mujeres pobres e indígenas con una amenaza para la salud pública y, por ello, enlazan la esterilización y el control de la fecundidad de este grupo específico de mujeres con los beneficios de programas sociales: Violencia Obstétrica / 123 ha habido un incremento de 50.3% de la práctica de cesáreas en los últimos doce años. En el sector público se incrementó en un 33.7% y en el privado en 60.4%.1.
Del resto de los nacimientos, 59.7% fueron partos “eutócicos” (parto normal, entendido como el proceso que termina sin necesidad de intervención médica quirúrgica a la madre), 18 2% fueron partos “distócicos” (parto con complicaciones, que requiere apoyo médico especializado), en el 0.2% de los casos no se especifica. (INEGI, 2012)
Los índices de cesáreas son el indicador más evidente de una cadena de prácticas negativas que se realizan en el marco de la atención del embarazo, el parto y el puerperio.
Problema de investigación
¿Cuáles son las experiencias de mujeres que han vivido violencias ginecológicas y como son atendidos estos casos a través de instituciones de salud pública o privada en Tijuana, Baja California, México?
OBJETIVOS
Realizar estudios de atención obstétrica a pacientes del género femenino de la ciudad de Tijuana.
Objetivo general: Conocer experiencias de pacientes femeninas con la calidad de atención de salud en la ciudad de Tijuana.
Objetivo específico: Describir la percepción de la experiencia de la violencia obstétrica de mujeres en Tijuana, Baja California
Conocer las normas y leyes de atención a los casos de violencia gineco obstétrica
JUSTIFICACION
Estado de la cuestión sobre el tema de la violencia obstétrica
La experiencia de la maternidad en las mujeres ha sido regulada, en casi todas las culturas de las que se tiene registro, por medio de diferentes mecanismos de poder diseñados con el único fin de fijar los procedimientos que deben llevarse a cabo durante este proceso y, en contrapartida, señalar cuáles son aquellos que deben ser evitados.
La experiencia particular del momento del parto, sin embargo, sufre un cambio radical desde mediados del siglo diecinueve, debido a los nuevos procesos de tecnificación de la medicina que pasan a ubicar a la parturienta ya no en un lugar central, sino en un lugar de subordinación en relación con los profesionales de la salud encargados.
“el aparato sanitario fue uno de los instrumentos significativos para la formación de la nacionalidad. Estos espacios son fundamentales para la consolidación de las teorías médicas sobre los cuerpos y la salud de las mujeres. Los médicos tuvieron el poder de intervención social de su lado, al tiempo que los estados intentaron garantizarles el monopolio de la profesión...” (Belli, 2004)
Surge entonces, tanto en América como en Europa, una corporación médica que afianza progresivamente su poder hegemónico al tiempo que legitima sus saberes. Se adscribe al profesional, entonces, la tarea de modificar comportamientos y hábitos de las mujeres embarazadas considerados perniciosos o incorrectos en relación con la higiene y la salud. Estas políticas higienistas, impulsadas por los Estados de mediados de siglo diecinueve, logran a comienzos del siglo veinte la hegemonía en torno de las prácticas correctas durante el proceso del parto.
No es casual que sea entonces cuando la obstetricia -campo en el cual necesariamente resulta más evidente la subordinación de las mujeres al saber médico- surge como especialidad, desarrollando un conjunto de prácticas y saberes tendientes a regular y controlar la experiencia de la maternidad.
En el último cuarto del siglo veinte en Argentina y en otros países de Latinoamérica, se caracterizó por la obligatoriedad de parir en las instituciones con parteras profesionales, bajo el control de médicos obstetras.
El sistema biomédico moderno ha logrado un lugar de poder, por encima de otras alternativas de atención, como la única alternativa viable a las necesidades de salud de las poblaciones. En los procesos reproductivos de las mujeres puede verse este avance con claridad: “El parto como escenario de familia pasó a ser entonces un hecho de salud pública en el marco de la institución hospitalaria. El acceso a la atención sanitaria, antes que un derecho, tuvo la impostura de una obligación” (Fornes, 2011: 135).
La asimetría médico-paciente, entonces, se arraiga en las prácticas sociales. A su vez, la institucionalización de los procesos reproductivos desplaza a la mujer del rol protagónico en su propio embarazo, en el momento del parto e incluso durante el puerperio, lugar que pasa a ser ocupado por la autoridad del saber profesional.
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