PERSONAJES ZACATECANOS

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nuestro coterráneo don Lauro G. Caloca; a él pertenece la idea central en que se estructura la Escuela Rural Mexicana, además de ser una época en que la educación tuvo gran auge en todos los aspectos.

Lauro G. Caloca concibe al maestro en un papel sumamente amplio de su quehacer, pues no debe ser ni un funcionario del sistema, ni un burócrata de la enseñanza, sino que debe convertirse en el motor de la comunidad a donde confluyan todas las personas para tratar de encontrar la solución a los problemas que enfrentan. Se trata en pocas palabras de un hombre nuevo cuya función no se circunscribe a una aula, para Caloca son los maestros misioneros cuya acción no tiene límites, pues su actividad era permanente a tal grado que no se sabía dónde empezaba la comunidad y acababa la escuela o viceversa. Con esta filosofía sencilla, del viejo sentido común, la revolución mexicana está en condiciones de llevar al pueblo los más legítimos derechos como es la educación y es entonces cuando florece como nunca lo ha vuelto a hacer la Escuela Rural Mexicana. De ahí su nombramiento por instrucciones del presidente Obregón como director del departamento de Escuelas Rurales y Cultura Indígena.

Incansable servidor público, funge como Secretario General de Gobierno y Gobernador interino de Puebla. Cuando ocupó los cargos de Diputado Federal y Senador por su estado, ante las Cámaras Alta y Baja, fue de los oradores más combativos y pintorescos, pues su lenguaje sin dejar de ser culto se acercaba favorablemente al pueblo, logrando hacerse acreedor de un gran prestigio este tribuno zacatecano.

Fue Consejero de la entonces Secretaria de Agricultura y Fomento, llegando a ser una autoridad en materia agraria del país, destacando de entre sus proyectos sobre esta rama, la Reforma a la Ley del 6 de enero de 1915, por la cual los terratenientes afectados por dotaciones no tendrán ya el recurso de amparo.

Sin alejarse jamás de lo que era su pasión “la política”, se dedica a los trabajos del campo, pero también gustaba de la literatura y las letras, escribía para decenas de periódicos como “El Independiente”, “El Universal” entre otros; también escribió algunos libros como: “Lirios del Valle”, cuentos: “Lactancias”, poemas: “Álvaro Obregón”, biografía; entre otros.

Cuando aún era Senador de la Republica durante la administración del presidente Ruiz Cortines, fallece en la ciudad de México, D.F., el 17 de octubre de 1955, dejándonos sus postulados ideológicos y agraristas, gran orador y tribuno del pueblo que actuó siempre al nivel de sus gentes y en su hora su palabra fue de esperanza.