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Violencia de Genero: Prostitución – legalización y defensa –

Enviado por   •  29 de Diciembre de 2018  •  4.783 Palabras (20 Páginas)  •  254 Visitas

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La existencia del intercambio de dinero por un acto sexual les da a los hombres un sentimiento de pertenencia sobre la prostituta, pues el pago por el servicio que les concede la libre decisión sobre el cuerpo de la mujer y su voluntad, lo cual refuerza también la sensación de empoderamiento sobre otro ser humano.

Se pude definir a la prostitución como una práctica social preestablecida, pues no es un proceso en el cual ambos actores estén involucrados; dicho suceso concurre en un lugar ya definido, con una continua repetición de los hechos, en los cual el hombre va directamente en busca de lo que desea y la mujer accede sin cuestionamientos y generalmente la negociación entre ellos se limita al tema monetario.

Mientras que si se pretende tratar a la prostitución como un trabajo se debe considerar que no es posible la regulación de tal oficio, si todo lo que las mujeres prostituidas deber soportar en este “empleo” es lo que en cualquier otro trabajo seria categorizado como acoso y abuso sexual.

Es entonces donde puede cuestionarse: ¿Es el dinero lo que transforma esta violencia en un “trabajo legítimo”? Al parecer al hablar de un pago monetario todo cambia, ya que se obvian realidades dentro de esta situación como el hecho de que la gran mayoría de estas mujeres no escogen este camino, sino que son forzadas a entrar en él.

La realidad es que el cuerpo de otras personas no es algo que pueda o deba ser tomado, comprado o incluso ganado; sino que deba ser dado por la otra persona de una manera libre y por decisión propia.

La prostitución es básicamente un intercambio de dinero por un cuerpo, condicionante que no solo es lo que rompe el equilibrio natural de las relaciones sexuales sino que genera una anomalía y convierte la convierte a la prostitución en una actividad “sucia”, por lo tanto se considera que la prostitución es una consecuencia del capitalismo no de alguna dinámica sexual natural.

Por lo tanto no se puede decir que las mujeres se prostituyen, más bien son prostituidas, tanto por la demanda de los clientes, como por los proxenetas que se aprovechan de su necesidad económica y vulnerabilidad. Es el uso de la violencia, reforzada con la idea cultural que clasifica a las mujeres como objetos que deben estar disponibles para la satisfacción de las “necesidades” masculinas las principales causantes de la perpetuación de este modelo violento en contra de las mujeres

Existen varios discursos en torno a la defensa de la prostitución, uno de ellos insiste en resguardar tanto el ejercicio como el consumo de la prostitución con un ideal de equidad y de resguardo a la voluntad de la mujer, para que pueda tomar tanto decisiones propias sobre su cuerpo y su carrera.

El problema con la premisa anterior es el hecho de que no reflexiona la contradicción que contiene, pues dicha “actividad” es en sí misma una violación de los derechos humanos más fundamentales.[2]

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Por otro lado, otro discurso empleado en la defensa de la prostitución, es que ella la solución a todos los problemas relacionados con el sexo-servicio, como el tráfico, la violencia física contra las sexo servidoras etc. Dicha “solución” contempla la legalización como el medio para brindar la seguridad necesaria a las mujeres para seguir ejerciéndola.

La principal razón por la que se busca la legalización, es darles a los clientes un estatus de normalidad, ya que estos son avergonzados solo por estar relacionados con la prostitución mas no por ser los encargados de la creación y continua demanda de ésta.

Existe un sector de la población que considera que la legalización brindará a la mujer un empoderamiento y un manejo libre de su sexualidad, lo cual dignifica esta práctica por sujetarse “a su elección”, además de hacer ver a los hombres explotadores como si no lo fueran.

Una de las razones por las que se busca “limpiar” la relación con la prostitución es que el 90% de las personas prostituidas son mujeres, y el 95% de los clientes son hombres que se encuentran casados y dentro de un rango de edad de 33-44 años; edad en la generalmente la mayoría de estos tienen ya una familia o una relación estable e incluso hijos.

La legalización de la prostitución es realmente un regalo para los proxenetas, traficantes y la industria del sexo en general, pues esta no despenaliza a todas las mujeres, sino al medio del sexo-servicio en general. El dignificar la prostitución como un trabajo no supone realmente el dignificar a la mujer, simplemente ennoblece a la industria del sexo y le brinda un estatus “moral”.

Cuando de legalización se habla el ejemplo más empleado es el de Ámsterdam, sin embargo, el hecho de que sea legal y que pretenda dar derechos a las prostitutas, no significa la desaparición de los problemas, puesto que el problema fundamental no es la legalidad de ésta, sino la practica en sí. Muestra de esto, es la negativa que han tenido las renovaciones de permisos para 50 vitrinas por estar relacionadas con tráfico sexual[3].

Debido a que las políticas referentes a la prostitución son más relajadas, se registró un incremento en el tráfico de mujeres, ya que es mucho más fácil para los traficantes extraer mujeres de su lugar de origen y retenerlas en contra de su voluntad en otro país, que encontrar mujeres dispuestas a ser prostituidas.

La demanda de sexo servidoras es tanta que en los últimos años ha habido un incremento en el tráfico proveniente de Filipinas, América Latina y Europa del Este.

Según la Interpol[4] en Europa un proxeneta gana en promedio alrededor de 110,000 euros al año por cada mujer que tiene en la prostitución y ya que alrededor del 90% de prostitutas cuentan con uno es por eso que con la legalización se busca la erradicación de ellas; sin embargo esto tampoco ha sido posible, puesto que a pesar de la eliminación de los proxenetas aún existen facilitadores a cambio de dinero las ayudan a evitar que sean golpeadas o violentadas físicamente por otros hombres.

La gran mayoría de las prostitutas en Ámsterdam son controladas por bandas de delincuentes, las cuales las obligan a trabajar para ellos. Al final el modus operandi de estos hombres es el mismo: un hombre busca a una mujer en una posición vulnerable, se hace pasar por su novio y después de algunos meses obligan a su “novia” a trabajar como prostituta para él, teniéndolas en un control cercano, tanto físico como psicológico; puesto que al ganarse el amor y la confianza de estas mujeres crean un lazo sentimental con ellas lo que les asegura un control más eficaz sobre

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