Funky patriarcado.

...

El semestre pasado en mi clase de Geopolítica, una compañera de intercambio de nacionalidad colombiana expuso sobre su país, y tocó precisamente este tema de las narco series colombianas. Nos contó que la mayoría de las cosas que se plasman en las series son reales, sin embargo es una dramatización de los hechos, y claro, no se presentan del todo. En el cine como en el periodismo, en la televisión, en los libros, hay verdades a medias. Al final Colombia no es solo cocaína e inseguridad, así como México no es sólo Tijuana y sombreros y armas.

Sin embargo recordemos que estas series son consumidas por nosotros mismos, porque la sociedad posmoderna es consumista por naturaleza. Todo es desechable y todo tiene fecha de vencimiento. En la cultura del cine se presentan “olas” como los Minions, o las películas de zombies, o las narcoseries. Todas con su auge particular, porque representan un negocio rentable y explotable. Y aunque las tres que mencioné no comparten auditorio, comparten el desarrollo de todo un mercado referente.

Posteriormente con la perdida de espectadores en el cine, las series llegan para quedarse, siendo esta la oportunidad de un cine que no se acaba. Series como Friends o Two and a half men con un millón de temporadas o How I met you mother, que se ganaron el amor del público, o las nuevas producidas por Netflix como Orange is the new Black, que son buenas por ser escandalosas.

La pequeña pantalla se convierte en el reflejo de la realidad a mejor alcance, siendo estas igual de variadas que el cine mismo, pero con una capacidad de captura mucho mayor, pues en las películas la identificación dura un par de horas, mientras que en las series puede durar años.

El espectáculo cambia de máscara, pues las posibilidades son infinitas. Canales como E! y MTV cambian un poco el juego. Estas casas de reallity shows producen otro tipo de entretenimiento, en donde las situaciones más insignificantes también pueden ser explotadas y vendidas como entretenimiento.

La vida exótica de las Kardashian o las fiestas de Acapulco Shore son tan malas que son buenas, y sin embargo venden. Podríamos pensar que estas no están buscando un lazo de identificación en el televidente, más bien les venden una idea de felicidad. Un ideal de vida y entretenimiento al que sólo puedes aspirar consumiendo el producto.

El espíritu colectivo es a lo que todos los individuos se someten tarde o temprano. En sociedad es imposible ser individuo, de alguna manera perteneces a este círculo o al otro. Eres de los que han visto Star Wars o eres de los que no conocen nada de la saga. No hay punto medio, y es lo que la industria hace; la homogeneización de la población es la mejor manera de controlarla.

Estando dentro de la masa el individuo deja de ser eso para convertirse en un consumidor más, y no está mal, es nuestra naturaleza. El espíritu del hedonismo nos lleva a consumir para satisfacernos intelectual o materialmente.

La industria del entretenimiento es al final, tan cambiante como la sociedad que la consume. Dime qué series te gustan y te diré quién eres.

El cine es cultura en sí mismo y en lo que genera. El eterno debate sobre el arte y la sociedad. El arte es lo que hace sentir, lo que trasporta, y la gran pantalla, así como la pequeña, cumple tal objetivo en cada producción.