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Actividad 3.1 Realización de borrador del artículo para revisión del titular y tutor.

Enviado por   •  3 de Enero de 2019  •  9.590 Palabras (39 Páginas)  •  318 Visitas

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Para que la autodirección en el aprendizaje pueda ser desarrollada se requiere una metodología que involucre de manera activa al aprendiz para satisfacer sus necesidades de conocimientos y habilidades. El Aprendizaje Basado en Problemas (ABP) es considerada una metodología que puede promover aprendizajes significativos y la solución de problemas por lo cual se considera como una estrategia pertinente para desarrollar la competencia de autodirección. El hecho de que los niños desarrollen competencias básicas es fundamental para mostrar un buen desempeño en cualquier circunstancia en la que se encuentren. A pesar de que en las últimas décadas tanto las teorías constructivistas y las cognitivistas han influido positivamente en los modelos educativos, los resultados arrojados por las evaluaciones demuestran que hay un largo camino por recorrer para obtener los resultados que tanto se anhelan. Por ejemplo, el Plan de Estudios 2011 de México se establece como objetivo un modelo que pretende desarrollar competencias, sin embargo la autodirección no se encuentra como una prioridad del currículo.

Si se considera a la competencia de autodirección como una disposición a participar en las actividades de aprendizaje en la que el individuo toma la responsabilidad personal para desarrollar y llevar a cabo esfuerzos de aprendizaje de manera autónoma entonces se puede hablar de una habilidad derivada de la curiosidad de una persona. Por ello, si se involucra a los estudiantes desde temprana edad a resolver sus problemas, con el paso de los años desarrollarán diversas estrategias que les permitan diseñar, implementar, rediseñar y evaluar métodos que los lleven a la consecución de sus objetivos para el bien común.

MARCO TEÓRICO

Competencias

La globalización del mundo actual exige que en educación se emplee un enfoque basado en competencias. Este requerimiento se deriva de las demandas sociales, económicas y políticas que pretenden que la educación se relacione directamente con lo profesional, con lo laboral y con el ámbito ciudadano para la formación integral de las personas (Gvaramadze, 2012). Pero definir la palabra competencia resulta complicado puesto que se trata de un término polisémico que engloba diversos significados de acuerdo con el contexto donde sea utilizada (Boni y Lozano, 2007; Hernández et al., 2015; Tobón, 2006).

En el campo educativo se define la palabra competencia como la movilización o el proceso dinámico de conocimientos, habilidades, actitudes y valores para el logro de ciertos objetivos (Munar y Montaño, 2009; Salgado et al., 2012; Villa y Poblete, 2007) es decir, una competencia es la integración de saber conocer, saber hacer, saber ser y saber convivir para el bien común. A su vez, las competencias se dividen en competencias específicas y genéricas las cuales poseen características similares y distintas a la vez.

Las competencias específicas y genéricas se diferencian principalmente, por el contexto en el cual pueden ser aplicadas. Gvaramadze (2012) afirma que las competencias específicas son aquellas relacionadas con el conocimiento de una profesión o campo especifico de estudio, es decir aquellas propias de cada ocupación y que le otorgan cierta identidad (Tobón, 2006). En contraste a este tipo de competencias, Munar y Montaño (2009) mencionan a las competencias genéricas, las cuales son comunes a cualquier área u ocupación y suelen ser muy valiosas para cualquier ámbito de la vida. Otros autores como Hernández et al. (2015) complementan la idea de que las competencias genéricas pueden ser desarrolladas por cualquier persona para lograr éxito tanto en la vida laboral, familiar y social. De ahí se deriva la importancia de las competencias genéricas para la actual sociedad del conocimiento debido a su transversalidad para la aplicación en los diferentes ámbitos de la vida.

Por ello, las competencias son muy importantes para la vida cotidiana de las personas puesto que son procesos dinámicos en los cuales se moviliza el conocimiento mediante una diversidad de estrategias que permiten resolver de manera ética, los problemas que se presenten en el contexto y así favorecer el bien común y la trascendencia de la sociedad.

Competencia de Autodirección

Dentro del mundo cambiante es prioritario el desarrollo de las competencias genéricas que le permitan al profesional, y a cualquier persona aprender a aprender para satisfacer sus necesidades. La autodirección es una competencia genérica de las más valiosas e importantes tanto en lo laboral como en lo personal porque permite aprender de manera autónoma y dirigida. Autodirección es un término creado recientemente para ser usado, principalmente en la educación de los adultos (Heredia y Sánchez, 2013; Parra et al., 2014). Este concepto surge a partir de las necesidades de los adultos de resolver las dificultades o problemas que se les presentan en su entorno. El proceso de autodirigir el aprendizaje se da de manera consciente y, mediante la práctica se desarrolla y potencializa esta competencia. Pero definir el concepto de autodirección no es sencillo puesto que, comúnmente se usa como sinónimo de palabras como autogestión, autocontrol, auto instrucción y autorregulación entre otras. Por ello es importante realizar una distinción acerca de estos términos.

Según Foxall y Oliveira-Castro (2009) la auto instrucción es la elaboración y seguimiento de indicaciones que parten de las necesidades del individuo. Por otro lado, se encuentra la autogestión, comúnmente usada en medicina para referirse a las personas con enfermedades crónicas las cuales deben hacerse responsable de su cuidado y bienestar (Lorig y Holman, 2003). Otro término afín es autorregulación, la cual es considerada como la regulación del comportamiento emocional (Dinsmore et al., 2008). Si bien, los tres términos mencionados anteriormente comparten características como la satisfacción de necesidades, la intervención de los procesos cognitivos, la planeación de acciones, entre otras, no se pueden utilizar como sinónimo de autodirección puesto que carecen de algunos elementos que tiene esta última.

Del concepto de autorregulación se desprende un término muy usado en educación, al cual se le denomina aprendizaje autorregulado. El aprendizaje autorregulado incorpora aspectos de la metacognición y de la autorregulación, es decir los factores cognitivos, motivacionales y contextuales son integrados como partes de un todo (Dinsmore et al., 2008). Reforzando esta idea, Vives-Varela et al. (2013) definen al aprendizaje autorregulado como el proceso de un alumno activo hacia la adquisición

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