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Consigna: Orden que se da al jefe de un puesto o a un centinela.

Enviado por   •  16 de Abril de 2018  •  1.552 Palabras (7 Páginas)  •  529 Visitas

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en matices, tensiones, la idea y la voz están ligadas.

UNA SENSIBILIDAD QUE PIENSA

¿Qué pasa cuando nuestra posibilidad de conectarnos con la intensidad de lo cotidiano sólo ocurre ante un hecho dramático?

¿Qué se pone en juego en el intercambio entre los docentes y alumnos?

Cada vez más se nos hace necesario y difícil pensar qué posición tomamos ante lo que es pertinente o no hablar en clase.

En el estado de conversación hay un camino de afectación a la idea, un recorrido hacia aquello que nos afecta, nuestra tarea es intervenir en ese proceso evitando caer tanto en la cristalización como en la permanencia.

Una conversación se monta en la capacidad de “estar ahí” que no significa una mimetización sino de la lectura de las capas que intervienen en una situación para generar sus aperturas.

La responsabilidad se juega en la capacidad de dar respuesta, cuando la comodidad comienza a diluirse, cuando los saberes dejan de funcionar en el aula, es necesario activar una disposición atenta a ver dónde puede pasar algo entre el docente (perplejo) y los alumnos.

Mirar al otro por fuera de la expectativa de un rol docente permite producir un soporte que no es el del rol instituido, se parece a la idea de una voz que aparece más allá de una investidura.

DE CONVERSAR CON EL ESTADO DE CONVERSACIÓN

¿En qué momento se produce ese estado de conversación?

La emergencia del diálogo entre un docente y sus alumnos hace uso de todo aquello que tensione un problema y haga crecer un campo de pensamiento, una conversación es un intermedio hace que nuevos pliegues tengan lugar.

Se inicia cuando caen esas representaciones instaladas, un texto escrito por una sola persona puede ser un texto polifónico.

En el texto de Pablo, el profesor, puede verse un quiebre, malestar que luego se precipita hacia una tensión que se puede verificar en los tiempos del relato que habla primero de años, para luego hablar de horas y minutos. Esto precipitó en una “externalización” de lo que le pasaba para pensar en el significado de lo que le sucedía.

ESCRITURAS DE LAS SUPERFICIES

Las superficies insinúan texturas, planos, napas, acostumbrados a bucear en las profundidades, intentando apresar el sentido oculto en cada situación, desestimamos los detalles, los gestos, lo palpable, lo observable, desestimado como consecuencia de una mala apropiación de que lo esencial es invisible a los ojos.

(Cuando a un alumno le ponemos unos y más unos, y él en un momento en vez de enojarse, absorto en la clase de computación nos invita a ser parte y aprender lo que él nos puede enseñar, nos deja perplejos)

En la escritura de las superficies se insinúa una experiencia, la experiencia de la perplejidad. La perplejidad es una disposición a pensar, la “incomodidad perpleja” evita el juicio, la perplejidad tiene el sutil tono de una experiencia. Se trata de compartir un juego (de creación, de invención, experimentación, en el marco de ciertas reglas).

LA PERCEPCIÓN DEL AFUERA

La Pedagogía fue pensada como una política de disciplinamiento de la percepción como estado de atención sobre el poder del afuera.

Se hace necesario desplegar una sensibilidad dispuesta para trabajar con las formas laterales de atención, con los códigos de economía lingüística, la velocidad para pasar de un plano a otro, las formas de lidiar con los obstáculos, los modos de llamar la atención del otro, las formas extrañas de ocupar los espacios, para que alguna experiencia de relación sea posible.

LA TIRANÍA DE LOS OJOS

Ver implica siempre hacerlo desde un punto de vista espacio-temporal, seleccionar un fragmento de nuestra experiencia cargada de juicios valorativos. Lo que ven nuestros ojos puede ser engañoso, puede estar ocultando otra realidad.

La tiranía de los ojos y de los objetos implica que de tanto ser mirados se vuelven invisibles. Sólo vemos lo que conocemos, más allá del conocimiento, no hay vista. Pensar es entablar una correspondencia entre nuestras representaciones y lo que miramos, pensar es ponerse en contacto con un afuera de esas representaciones.

Ver supone ser capaces de pensar nuestras sensaciones evitando que la potencia que encierran sea opacada por un conjunto de representaciones incapaces de alojar las diferencias.

“No veo el mundo como es sino como puede ser”

VER SIN RECONOCER

Cuando los espacios están saturados por un modo de percepción “impuesto”, por una mirada organizada socioculturalmente previa a nosotros que nosotros aplicamos, sólo registramos con esos anteojos. Estallar esos lentes, soportar la ceguera de no poder reconocer lo que se ve es parte de nuestro trabajo.

Cuando la muerte aparece bajo el relato de la crónica, se transforma en un elemento tóxico para el pensamiento. Pablo sólo se detuvo frente al horror de la muerte o en sus derivaciones.

¿Adónde ponemos el ojo? ¿qué vemos? ¿los sucesos o lo que se inaugura en nosotros?

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