Crítica al Teatro Experimental de Guadalajara, Jalisco

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Al atravesar el umbral del ventanal de aluminio que separa al exterior, un piso de mármol grisáceo da la bienvenida y se nota un recargado uso de diferentes materiales: el vestíbulo con una barra de granito, un muro recubierto con mármol e inscripciones doradas, este detalle hace que el conjunto se sienta abrumador pues a un costado se encuentra un mural de Gabriel Flores, contemporáneo y colaborador de Siqueiros que Erick Coufal le encargó pintar, hacen que el lobby se sienta recargado, pues además de todo esto hay cuadros colgados por el resto de las paredes.

A un costado del vestíbulo se encuentra la entrada para los asientos en la parte baja del teatro y al otro extremo se encuentran los baños, pequeños, con una antesala que muestra a través de un ventanal una sección del parque justo donde ahora se encuentra el lago y colmado de vegetación, le da luminosidad y transparencia a este pequeño espacio que además colma con un muro curvo la función de trampa visual para los baños.

Atravesando el vestíbulo, al otro extremo, se encuentra el interior del volumen cilíndrico, aquí unas escaleras helicoidales negras, con pasamanos igualmente retorcido, permiten el ascenso al segundo nivel y tras recorrer un largo pasillo de regreso se tiene acceso a los asientos del segundo nivel del teatro. Estas escaleras son para mí la forma más exquisita del edificio, la geometría pura denota la capacidad del arquitecto para proyectarlas. Por esos años las escaleras de este tipo eran comunes, para interiores o exteriores pero difícilmente tan funcionales y llamativas.

En interior de la sala con capacidad para 380 personas divididas en los dos niveles, un espacio que a primera vista muestra su madurez, no se nota que sea nuevo, el mobiliario clásico de sillas pequeñas con posabrazos de madera, sillones de terciopelo rojo con los asientos abatibles y el tapiz que ese si muestra que hubo un tiempo que su color era más intenso.

Un edificio que muestra la modernidad traída a México, particularmente a Guadalajara, una muestra de arquitectura diferente a lo hecho en la ciudad con la agilidad de romper con volúmenes establecidos pero también se muestra un regionalismo forzosamente adaptado, usando materiales indiscriminadamente, probablemente por las tendencias de ese entonces, pero que ahora vemos como recargado y de mal gusto.

Los detalles bien llevados hacen que los excesos sean equiparables, la escultura de concreto al ingreso es una pieza clave en la composición del edificio, muestra plástica que dice del carácter. Otro acierto que enriquece es la escalera helicoidal con su forma, estructura y soltura.