Cuento Lo mejor de mi vida
Enviado por Jillian • 27 de Abril de 2018 • 971 Palabras (4 Páginas) • 481 Visitas
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-Gracias galán pero preferiría que no te marcharas.
-Sabes qué extraño mucho a mi familia, pero tranquila, volveré por ti cariño.
-De acuerdo entonces ¿comenzamos?
Pablo asintió con la cabeza, esperando que Alicia se marche y entre antes que él al museo.
Después de cierto tiempo, Pablo ingresó al edificio y esperó la señal vibratoria de Alicia, mientras tanto, se paseaba por el edificio observando a todo tipo de gente y alienígenas que provenían de diferentes galaxias.
De pronto sintió la vibración y supo que llegó la hora de entrar en acción. Siguiendo el mapa digital de su cerebro, se dirigió hacia el centro del edificio y valiéndose del traje especial que llevaba puesto, creado por él mismo, se convirtió en invisible y pudo burlar tranquilamente a los guardias de los diferentes puntos del edificio.
Al llegar al corazón del edificio donde se encontraba el ascensor subterráneo, súbitamente, su traje perdió el efecto y enseguida se volvió visible.
De repente de la nada, observó la silueta de un hombre robusto y musculoso a sus espaldas que le dijo:
-¿Qué hace usted? ¿Cómo logró llegar hasta aquí?
Pablo no sabía qué decir, se sentía acorralado; su instinto le animaba a huir pero prefirió quedarse inmóvil.
-¡Te he hecho una pregunta! ¡Responde!
Con su penetrante mirada, Pablo logró hipnotizar al hombre diciéndole que debía ir al Panecillo para encontrarse con su madre.
El hombre visiblemente somnoliento se alejó diciendo:
-Madre…..Panecillo….
Finalmente, Pablo pudo entrar en el ascensor y dirigirse directamente hacia el núcleo de la Tierra. Cuando llegó ahí, rápidamente tuvo que ponerse un traje especial para que el calor que emitía el núcleo no le afectara.
Con pasos firmes fue en busca de su aparato, pero para su sorpresa no encontró nada, solo una nota de Alicia que decía:
-“Si no eres mío no eres de nadie”.
Pablo lo comprendió, Alicia había robado su máquina para que no se marchara.
Se echó en el piso a llorar, sabiendo que su única esperanza de reencontrarse con su familia se había esfumado.
Pablo subió de nuevo al museo y salió a la calle mirando hacia al Panecillo y el universo que estaba a su alrededor. Respiró hondo… se encontraba en Quito, la cuna del encanto y la esperanza donde todas las gentes y el cielo enamoran. Se dijo para sí “no importa el tiempo ni el espacio porque mientras estés en esta ciudad maravillosa, sabrás que no todo está perdido”. Estaba en “la carita de Dios”, metió las manos en los bolsillos y silbando, silbando,… bajó por La Ronda.
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