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Derecho al voto de la mujer en Ecuador

Enviado por   •  9 de Diciembre de 2018  •  2.042 Palabras (9 Páginas)  •  243 Visitas

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Confluyen tres vertientes: las luchas por la tierra en la Sierra, con influjo de la izquierda; las luchas contra la exclusión y por la dignidad, con influjo de la Iglesia comprometida, encabezada por Monseñor Leonidas Proaño. Estos procesos se expresan organizativamente en el ECUARUNARI. Y las luchas por la identidad como etnias y nacionalidades, que vienen desde la Amazonía. En 1981, la Federación Shuar plantea por primera vez la demanda de reconocimiento de los derechos de las nacionalidades indígenas. En la década del 80 surge una propuesta y una intelectualidad indígena que sintetiza los dos procesos regionales, como fundamento de la constitución de la CONAIE.

Este encuentro de los tiempos y procesos diversos de los pueblos indios de la Sierra y la Amazonía es uno de los factores que marcan el carácter de la CONAIE: los momentos de consolidación y los momentos de conflicto. El poder de los pueblos indígenas se fundamenta en la comunidad, como célula organizativa. La comunidad cuenta con asentamiento territorial, y esto le permite actuar como un organismo paralelo al Estado, desde el asentamiento local. La distribución territorial después de la reforma agraria de los 60 y 70 y de la recuperación de territorios étnicos en los 70 y 80, coloca a las comunidades en posiciones estratégicas a lo largo del callejón interandino, con posibilidades de cerco a los centros económicos urbanos y a las principales vías de comunicación. Las comunidades indígenas y campesinas producen el 67% de la canasta básica; lo que implica un poder en el control del mercado interno. Desde la base de la organización comunal, organización de primer grado, se constituye una red de organizaciones con asentamiento territorial: las federaciones cantonales (organización de segundo grado) y federaciones provinciales (organización de tercer grado) que permiten la identidad ya no sólo como unidad de comunidades, sino como pueblos: los cayambis, los cañaris, los chimbus, los puruhaes, etc.

El asentamiento tiene un carácter diferente en la Amazonía: allí el poder se expresa en posibilidades de derechos de territorialidad y en una distribución territorial en torno a recursos estratégicos, especialmente la producción petrolera y los recursos de la biodiversidad.

Aquí hay una diferencia entre la base organizativa de la CONAIE y la de las otras organizaciones indígenas. Mientras la CONAIE basa su organización en la organización comunal; las otras organizaciones tienen un fundamento diferente. La FEINE asienta su fuerza en la adhesión religiosa: el 8 ó 9% de la población indígena es evangélica; aunque en algunas zonas, como en Chimborazo esta adhesión puede coincidir con la participación de toda la comunidad y de toda una zona (federación de segundo grado). La FENOCIN tiene un fundamento organizativo combinado con lo campesino; aunque cuenta en algunas zonas, como en Cotacachi con organizaciones comunales.

Un segundo factor del poder de los pueblos indios está en su visión civilizatoria diferente, resultado de quinientos años de resistencia. La visibilización de los pueblos indios está en la nueva presencia de esta visión en nuestro país, no sólo en la recuperación de las lenguas nativas y de las costumbres ancestrales, sino en la apertura de un nuevo proceso de reconocimiento del mestizaje, que había quedado trunco en la década de los 60.

Es decir, esta fuerza civilizatoria se proyecta al conjunto del país, tiene capacidad de abrir un espacio diferente de sentido, no sólo para los indios, sino para la construcción de una sociedad y un Estado diferentes. El movimiento indígena, organizado en torno a la CONAIE, levanta como propuesta central de su programa la construcción de un Estado PLURINACIONAL, es decir la reorganización del país en torno a una nueva identidad y unidad, basada en el respeto a la diversidad.

La fuerza de los pueblos indígenas emerge en un nuevo tiempo mundial: la globalización abre no sólo un proceso de mundialización de la economía y de la comunicación, bajo el dominio de las transnacionales financieras; sino también la nueva presencia de la identidades particulares, desde la etnia, el género, la edad, la religión, el reconocimiento local, la cultura. La nueva época que vivimos reordena la presencia de los actores sociales en nuestro país: el proyecto neoliberal que deja sin piso la fuerza productiva de los sindicatos, abre condiciones para la presencia de nuevos actores, empezando por el "retorno de los runas".

A partir de la presencia de los pueblos indios como sujeto étnico-nacional, en el levantamiento del 90, hay un proceso de fortalecimiento del movimiento indígena. La conmemoración de los "500 años de resistencia indígena-popular" abre una proyección continental y mundial del movimiento indígena. En 1996, en alianza con los movimientos sociales, se constituye el Movimiento de Unidad Plurinacional-Pachakutik -Nuevo País, que marca el paso como sujeto étnico-político-nacional.

El movimiento indígena, organizado en la CONAIE, aporta al movimiento popular una nueva visión de poder. Durante los años 70 - 80, los sectores populares, liderados por el movimiento sindical, habían actuado bajo una estrategia del "mal menor", es decir, el apoyo al sector "más progresista" del bloque dominante. La caída del Muro y la crisis de la izquierda tradicional, deja sin piso a esta estrategia. La globalización, al debilitar los estados nacionales, disuelve las estrategias de liberación nacional. La década del 90 significa el paso a una estrategia de construcción del poder popular que permite responder a las nuevas condiciones de lucha.

De esta forma, los movimientos sociales empiezan a descubrir que la historia de nuestro país en todo el siglo XX está marcada por los acuerdos y contradicciones del "pacto burgués-oligárquico", representado por dos formas de diferentes de acumulación y de poder, en torno a la oligarquía agroexportadora-financiera de la Costa y la burguesía empresarial-financiera de la Sierra. Pero la consecuencia es diferente: ya no se trata de "apoyar al sector más progresista", sino de aprender a manejar estos acuerdos y contradicciones, para poder construir un poder y un proyecto propios, desde abajo y desde un programa alternativo.

Fuente: http://icci.nativeweb.org/boletin/27/saltos.html

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