EXISTENCIALISMO DEL VODKA
Enviado por Helena • 24 de Abril de 2018 • 1.634 Palabras (7 Páginas) • 347 Visitas
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Me atreví y dije:
─ Sé que hay algo más, te conozco Cara.
Ella sonrió. Tenía un algo en su mirada, que la hacía ver más bella.
─ Sabes Al, me voy a otra ciudad.
─ Cuando.
Repuse de inmediato, sin ganas. Ella miró su reloj. Y yo ya necesité saber más.
─ Al, ¿Quieres tener sexo?
Preguntó. Mientras terminaba su copa y delicadamente la colocaba sobre la mesa. Su bolso era oscuro, hurgó en el y sacó un cigarrillo, que después encendió.
─ No, en la mañana vino Alis, ¿y tú?
─ No, Ya también lo hice hace rato.
Fue entonces que se levantó sin despegar sus ojos de mi rostro, tomó su bolso, apagó el cigarrillo, se volvió hacía la puerta y se fue.
Era mi cuarto vaso. Sentí que todo temblaba a mi alrededor. Le quise, no sé por qué no podía llorarla. El frío de la lógica se había hecho cruel. Ella volaba a una vida común, según su anhelo. Y yo me quedaba en ese lugar, solo. Ella tendría hijos y los cuidaría sacrificando sus sueños, luego su esposo en un acto infiel la defraudaría. Yo en cambió nunca estaría defraudado, algún día quizás tendría un hijo pero ese hijo sería de alguna mujer libre, sólo así podría amarlo, enseñarle que lo importante no es la libertad, si no la capacidad que tenemos para soportarla. Ella se postraría en sueños perdidos, en metas inconclusas, en sexo monótono y vida fácil de ama de casa. Y yo me seguiría guiando con la lógica hasta erradicar ese idealismo absurdo para ser libre, para ser hombre de razón.
Bebí del vodka. Las cosas habían dejado de rebotar. Ahora todo estaba lento y pesado. Me causaba un gran esfuerzo tomar el vaso. Y sentí que mi voz era in- acorde con mi perspectiva. Pensé gritar, quizás lo hice. Miré un libro en la mesa, en la cama o quizás en la silla. Mis ojos se estaban cerrando, los abrí. El cielo estaba claro, lo supe al ver el tembloroso reflejo de luz sobre la ventana. Ella quizás ya habría llegado a su encuentro con el destino, o quizás no había partido, para el caso daba lo mismo. Tomé un trago de el sexto vaso, resbaló. El aire fresco de la mañana. Ya podría sentirme seguro. La fuerza volvió a atraerme hacía el suelo. Mis rasgos estaban más delineados que nunca. Había llenado mi cabeza de ideas sobre Cara. Y no soportaba su peso, imposible negarme, la fuerza había ganado, dormí.
Salvador Sánchez R.
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