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Estimados estudiantes, desarrollar el trabajo expuesto en clase, considere que debe de entregarse a más tardar la siguiente semana en sus respectivas aulas.

Enviado por   •  3 de Septiembre de 2018  •  2.160 Palabras (9 Páginas)  •  542 Visitas

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Agradezco a Harvard haber ampliado mis conocimientos, consolidado mis valores y moldeado mi carácter para poder servir no solo en el sector privado, sino, principalmente, al ciudadano en el servicio público.

A lo anterior quisiera agregar una reflexión sobre la excelencia como misión de una sociedad peruana.

La excelencia es una tensión hacia lo mejor. Es un impulso y una sed interior e inagotable de no conformarnos con lo alto, sino a buscar lo más alto; que nos lleva a no satisfacernos con lo grande, sino a anhelar lo más grande; a no ir en pos de la gloria, sino de la trascendencia.

La excelencia no es un ornamento prescindible, la excelencia es una necesidad urgente de nuestro país, de nuestra sociedad y de nuestras familias; y, finalmente, de todos y cada uno de nosotros. No nacimos para mínimos ni para contentarnos con el menor esfuerzo. Nacimos para lo máximo, para lo más alto y lo más digno y todas las veces que no hacemos todo lo posible por ser excelentes, pagamos un altísimo precio, un costo terrible que sufrimos todos. Porque todos los que no se atreven a la excelencia, nos hacen pagar la terrible retribución de la mediocridad.

Estoy convencida de que la búsqueda de la excelencia mejora a las personas y, por consiguiente, a la sociedad. Esa pesquisa por ser excelentes se manifiesta, en las personas, en su curiosidad, en su disciplina para cultivar sus mejores talentos, su aprovechamiento del tiempo, su perseverancia, su disposición a renunciar a gustos, satisfacciones y éxitos inmediatos, su cultivo de virtudes y valores fundamentales, su destreza para utilizar oportunamente los recursos puestos a su disposición.

A su vez, esa exploración por cultivar lo excelente en la sociedad peruana es lo que nos hará un país nuevo, mejor, genuino: el país que queremos y con el que soñamos.

Si como país buscamos la excelencia en la conservación y cuidado de nuestros recursos, seremos un país que camina hacia su propia salvación, que dejará a sus hijos una nación rica y próspera.

Si nuestra patria se hace excelente en la distribución de su riqueza, terminará la desigualdad e inequidad que lo aflige, y que lleva en sí misma el germen de la delincuencia y la violencia. Si edificamos una sociedad que crea en la excelencia de los valores morales, ésta tendrá cada vez mejores hijos, y nos preservará a todos de los flagelos de delincuencia y la miseria humana que hoy nos azotan.

Un entorno social que apueste por la excelencia en el comportamiento y en la conducta de todos, habrá acabado de una vez y para siempre con la corrupción, la trampa, el doble rasero, la ausencia de escrúpulos y el pacto monstruoso con el mal menor como única opción de supervivencia. Para decirlo en una frase, la búsqueda de la excelencia nos permitirá pasar del mal menor al bien mayor.

Si nuestros líderes y gobernantes se comprometen con la excelencia en todas sus actuaciones, tendrán la confianza y el corazón de sus electores, pues cumplirán con ellos, y permitirán que el Estado a ellos confiado sea institucional, viable, competente, y se alejará progresivamente del abismo de lo fallido y lo anárquico.

ESTE PREMIO LO DEDICO AL PERÚ Y A SUS JÓVENES

Para ir concluyendo, sometidos como estamos al tiempo, quiero considerar que la Universidad de Harvard me ha otorgado generosamente este premio, entre otras cosas, por los quince años que dediqué al Perú en la función pública, sirviendo a este país que tanto amo, y a su gente, que tanto me ha enseñado y continúa haciéndolo con desprendimiento y solidaridad.

Mi amor por el Perú y por los peruanos mantiene viva mi esperanza por una patria mejor. Y en ese sentido quiero decirles a todos los peruanos, sobre todo a todos los hombres y las mujeres jóvenes de este país, que con esfuerzo y dedicación uno puede lograr sus sueños.

Que no importa de cuán lejos partas, siempre podrás conseguir tus metas si te lo propones y trabajas duro en ello. Que vean en mi contribución al porvenir del Perú una hoja de ruta de que la educación, la tenacidad y la ética pueden llevarte al lugar que tú has anhelado con fervor. Por eso dedico este premio a todos los jóvenes peruanos que se están esforzando por lograr sus sueños.

Por último, quiero decirles que este Premio me renueva como persona y me infunde grandes deseos de hacer cosas nuevas y lograr mayores éxitos, tanto para mi país como para mi propia persona. No quiero que este sea un premio que ponga un broche de oro a la historia de mi vida. Al contrario, deseo que me aliente a un nuevo comienzo, a nuevos desafíos en el servicio a mi patria y mis compatriotas. Sigo pensando que los mejores años de mi vida aún están por venir. Y qué mejor que decirlo y concluir con una poesía. El gran poeta griego Constantino Kavafis lo escribió en su texto Regreso a Ítaca, que resume genialmente el viaje del héroe de mi niñez, Odiseo, y constituye una lección de vida. Que resuene la palabra sobre la palabra:

Cuando emprendas tu viaje a Ítaca

pide que el camino sea largo,

lleno de aventuras, lleno de experiencias.

No temas a los lestrigones ni a los cíclopes

ni al colérico Poseidón,

seres tales jamás hallarás en tu camino,

si tu pensar es elevado, si selecta

es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.

Ni a los lestrigones ni a los cíclopes

ni al salvaje Poseidón encontrarás,

si no los llevas dentro de tu alma,

si no los yergue tu alma ante ti.

Pide que el camino sea largo.

Que muchas sean las mañanas de verano

en que llegues -¡con qué placer y alegría!-

a puertos nunca vistos antes.

Detente en los emporios de Fenicia

y hazte con hermosas mercancías,

nácar y coral, ámbar y ébano

y toda suerte de perfumes sensuales,

cuantos más abundantes

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