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¿Existe o no existe el crimen?

Enviado por   •  21 de Noviembre de 2017  •  1.757 Palabras (8 Páginas)  •  489 Visitas

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ESCENA NÚMERO 2 (cinco personas)

Si la sociedad se estructura normalmente, desaparecerán de golpe los crímenes, pues no habrá de que protestar y todos los hombres se volverán honestos.

P.P.- No obstante, en relación con estos problemas del crimen, me viene a la memoria un artículo suyo, Rodiá, “Acerca del crimen”. Tuve ocasión de leerlo en el periódico (Toma el periódico en sus manos y lo muestra).

R.R.- ¿Mi artículo en el periódico? (Lo dice sorprendido)

D.R.- ¡Vaya que no sabía! ¡Tendré que dar con él!

P.P.- Me ha llamado especialmente la atención una idea que usted plantea casi al final de su artículo, aunque lo alude con poca claridad, por desgracia. Si se acuerda usted, hace alusión a que existen, según afirma, ciertas personas para las cuales no se ha escrito la ley, y pueden… no sólo pueden, sino que tienen pleno derecho a cometer toda clase de excesos y de crímenes.

Raskólnikov sólo sonríe

D.R.- ¿Derecho a cometer crímenes? ¿Y no porque el medio haya corrompido al criminal?

P.P.- No, no, ni mucho menos. La cuestión radica en que, según el artículo, parece que…

ESCENA NÚMERO 3

Parece que las personas se dividen en ordinarias y extraordinarias. Las primeras, precisamente por su condición de personas ordinarias han de ser obedientes y dóciles, y no tienen derecho a infringir las leyes. En cambio, los hombres extraordinarios tienen derecho a realizar cualquier crimen y a infringir las leyes como les plazca, por el mero hecho de ser extraordinarios…

D.R.- ¿Es posible? ¡No puede ser!

Raskólnikov sonríe e interviene

R.R.- No es eso exactamente lo que dice mi artículo… Si bien usted reproduce casi fielmente mi idea, la diferencia estriba tan sólo en que yo no afirmo que las personas extraordinarias deban entregarse siempre a los excesos, como usted dice. Me limité simplemente a indicar que…

ESCENA NÚMERO 4

El hombre “extraordinario” tiene derecho (entiéndase que no se trata de un derecho oficial), tiene derecho a decidir según su conciencia si debe salvar… ciertos obstáculos, únicamente en el caso exclusivo de que la ejecución de su idea (a veces puede resultar salvadora para toda la humanidad) lo exija. Recuerdo que, más adelante, desarrollo en mi artículo la idea de que… digamos, por ejemplo, los legisladores y ordenadores de la humanidad (por ejemplo, los Solón, los Mahoma, los Napoleón) todos sin excepción fueron criminales por el simple hecho de que, al promulgar una nueva ley, infringían, con ello, la ley antigua, venerada como sacrosanta verdad por la sociedad y recibida de los antepasados... (Espacio para breve representación) Claro está, como vemos, que ellos no vacilaron en derramar sangre, si la sangre (a veces completamente inocente) podía ayudarles en su proyecto.

En una palabra, llego a la conclusión de que todos los hombres no ya grandes, sino que se destaquen un poco de lo corriente, los que estén en condiciones de decir algo nuevo, necesariamente han de ser criminales por propia naturaleza, en mayor o menor grado, claro está.

Ahora bien, las personas de categoría inferior, las llamadas ordinarias, sirven exclusivamente para la procreación de seres semejantes, además de ser conservadoras y bastante obedientes. No es que haya humillación en ellos, pues ese es su destino. Con todo, ambas clases de personas tienen el derecho a existir.

P.P.- Tenía curiosidad por saberlo. Pero, mi pregunta ahora es… ¿estos hombres particulares, triunfan en la vida?

R.R.- ¡Oh,sí! Algunos alcanzan en vida el fin que persiguen.

P.P.- Gracias. Pero dígame, ¿cómo distinguir estos hombres extraordinarios de los ordinarios?, ¿en su nacimiento hay algunas señales excepcionales?, ¿no podrían llevar algún vestido especial o un distintivo? Pues no faltará que un hombre ordinario se crea extraordinario y pueda empezar a eliminar todos los obstáculos.

R.R.- En efecto, ocurre con mucha frecuencia. Aunque están inclinados naturalmente a la obediencia, muchos de ellos gustan imaginar que son hombres avanzados y destructores. Incluso, no distinguen a los hombres verdaderamente nuevos y hasta los rechazan como personas retrasadas y de mentalidad ignorante. Pero bastan unos azotes para que vuelvan a su lugar.

P.P.- Bueno, en eso me tranquilizo un poco (respira), pero me preocupa ahora otra cosa. ¿Son muchos los hombres que tienen derecho al crimen, es decir, hay muchos hombres extraordinarios? Puede que yo me incline hacia ellos, pero, ¿no sentiremos miedo ante ellos?

R.R.- No se preocupe por eso. Nacen muy pocos con alguna nueva idea, hasta extraña que sean pocas. Sólo una cosa está clara y es que el orden de nacimiento de las personas extraordinarias está determinada por la ley de la naturaleza…aunque no la conocemos aún muy bien.

D.R- Pero bueno, ¿es que los dos están haciendo alguna comedia?, ¿hablas en serio, Rodia? Me horroriza que admitas el derramamiento de sangre a conciencia y lo defiendes hasta con fanatismo.

P.P.- ¡Es cierto! Es una idea espantosa.

R.R.- En el artículo sólo hay alusiones de eso. Ahora, no tengo yo la culpa de que la cosa sea así. Así es y será siempre. Éste acaba de decir (señala con la cabeza a Razumijin) que yo autorizo el derramamiento de sangre. ¿Y qué?, ¿nuestra sociedad no está incluso excesivamente provista de deportaciones, cárceles y procesos penales?

Se quedan pensando un poco…

P.P.- Tiene usted razón. Por lo menos no le falta a usted lógica…

TODOS ELLOS SALEN DE LA OBRA.

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