“Feminismo en exceso: ¿bueno o malo?
Enviado por Mikki • 11 de Octubre de 2018 • 3.975 Palabras (16 Páginas) • 392 Visitas
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Unas de las principales características de esta ola es que destaca su extensión desde la Revolución Francesa hasta mediados del siglo XIX, en donde el debate se centra en la equidad de la inteligencia y la reivindicación de la educación, muchos de estos fundamentos son reivindicados en el siglo de las luces, a pesar de que muchos autores como Rousseau desplacen a la mujer a un segundo plano dentro del estado liberal; algunos de los autores clave son Poullain de Barre, Olympe de Gouges y Mary Wollstonecraft, así como las ciudadanas que dieron a conocer en 1789 a la Asamblea francesa su “cuaderno de reformas”, el cual incluía ya el derecho al voto, la reforma de la institución del matrimonio y la custodia de los hijos, además del acceso a la instrucción. Por último cabe destacar que los derechos de la mujer comienzan a estar presentes en las tribunas políticas e intelectuales; uno de los grandes pensadores, el revolucionario girondino Condorcet (padre el laicismo en la enseñanza), escribe en 1790 el ensayo sobre la admisión de las mujeres en el derecho de la cuidad: “Los hechos han probado que los hombres tenían o creían tener intereses muy diferentes de los de las mujeres, puesto que en todas partes han hecho contra ellas leyes opresivas o, al menos, establecido entre los dos sexos una gran desigualdad”[4]
La segunda ola es conocida como “El feminismo liberal sufragista”, porque reivindica principalmente el derecho al voto de las mujeres y su principal obra es ‘El sometimiento de la mujer’, escrito por John Stuart Mill y Harriet Taylor en 1869, que sentó las bases del sufragismo. Se extiende desde mediados del siglo XIX hasta la década de los cincuenta del siglo XX (final de la segunda guerra mundial); está caracterizada con el comienzo de la Declaración de Seneca Falls de 1848,entre 100 y 300 mujeres y hombres (la cifra varía según las fuentes) pertenecientes a movimientos sociales y organizaciones, lideradas por Elizabeth Cady Stanton y Lucrecia Mott, se reúnen en el Seneca Falls (EE.UU) y, tomando como base la declaración de Independencia norteamericana, reclaman la Independencia de la mujer de las decisiones de padres y maridos así como el derecho al trabajo, al que daban prioridad por encima del derecho al voto. Los doce principios formulados exigen cambios en las costumbres y moral de la época y en la consecución de la plena ciudadanía de las mujeres.
Mientras en Inglaterra aparecen las sufragistas, lideradas por Emmeline Pankhurst y el debate sobre el sufragio universal se hace cada vez más intenso. Durante la primera mitad del siglo XX, se va incorporando a las legislaciones democráticas, a veces limitada en edad o estrato social, es la primera reivindicación pacifista e introduce el término de solidaridad.
Continuando socialmente, el activismo se extiende a las clases media y baja. También se vincula a otras causas de derechos civiles, como la abolición de la esclavitud en Estados Unidos, en este sentido destaca la figura de Sojourner Truth y su discurso ‘¿Acaso no soy mujer?’ de 1851.Como último punto, continúan en paralelo el derecho al voto, las reivindicaciones sobre el acceso a la educación y a partir de 1880 algunas mujeres comienzan a admitir mujeres en las aulas universitarias, aunque todavía es algo excepcional. Antes la mujer fue logrando acceso a la educación primaria y secundaria, aunque todavía bajo el pretexto de ser buena madre y esposa.
“Los feminismos de la segunda ola, tanto los de la igualdad (liberal, socialista) como los de la diferencia (radical, psicoanalítico o postestructuralista), contribuyeron a cuestionar la división social entre hombres y mujeres, tanto en su vertiente teórica como práctica. Sin embargo, asumieron un concepto de patriarcado que inducía a borrar las diferencias entre mujeres, en orden a salvaguardar para el análisis -y para la lucha- dos categorías sociales exclusivas y claramente delimitadas: hombres y mujeres.”[5]
La tercera ola es conocida como “El feminismo contemporáneo”, en este se reivindica un cambio de valores y que la justicia legisle aspectos considerados antes como privados; sus obras de referencia son ‘El segundo sexo’ de Simone de Beauvoir y ‘La mística de la feminidad’ de Betty Friedan. Sus principales características son cuando comienza con las revoluciones de los años 60 hasta la actualidad, aunque algunas teóricas marcan el punto final en los años 80; se lucha contra la mujer como estereotipo sexual en los medios de comunicación, el arte y la publicidad. En los años cincuenta definen un tipo de feminidad de la que se hace propaganda en la televisión y el cine; los sesenta y setenta reflexionan acerca de los modelos y se enfrentan a ellos.
Pide la abolición del patriarcado: se toma consciencia de que más allá del derecho al voto, la educación y otros logros de las primeras feministas, es la estructura social la que provoca desigualdades y sigue estableciendo jerarquías que benefician a los varones.
Con el lema “lo personal es político” entran en el debate la sexualidad femenina, la violencia contra la mujer, la salud femenina, el aborto o la contracepción entre otros. Como último punto desde los años ochenta, adquieren especial importancia las diversidades femeninas, el multiculturalismo, la solidaridad femenina y el debate, cada vez más intenso, entre diferentes corrientes del feminismo.
Cuando las mujeres luchaban contra la igualdad de la mujer su reconocimiento como individuo y los derechos subyacentes, la moral y la justicia estaban de su lado.
Desde que empezaron a exigir imposiciones de criterios morales por parte del estado distribución igualitaria de trabajo y privilegios financiados por los impuestos tales como hospitales para la mujer, institutos para la mujer, vagones del tren para mujer y etc., entonces el movimiento feminista dejo de ser moral y justo paso de la correcta óptica individualista; es decir esa heroica visión de la mujer como individuo capaz que exija igualdad ante la ley al fango colectivista en donde las mujeres son una minoría rapaz luchando contra otras minorías por obtener una tajada más grande del erario público y la influencia política.
Los feministas son culpables de una contradicción, alegan que todos los derechos del individuo deben sacrificarse a favor del poder ilimitado del estado para lograr la igualdad entre los sexos y al mismo tiempo se presentan como defensores de los derechos de las minorías, pero las minorías más pequeñas del mundo es el individuo, quienes niegan los derechos del individuo no pueden llamarse así mismo defensores de las minorías, olvidan que para tener los beneficios sociales que exigen debe ser explotado el individuo por parte del estado
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