Historia de Colegio Niño Jesús San José
Enviado por karlo • 1 de Mayo de 2018 • 1.894 Palabras (8 Páginas) • 394 Visitas
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La Ley Federal de Educación(1993) exigió adaptarse a un sistema educativo que organiza la escuela en ciclos: de ahí que se implementa el tercer ciclo de la Educación General Básica incorporando el 7ª año al Instituto Niño Jesús D-6 que hasta ese momento dependía de la Escuela Privada Nº 110”Justo José de URQUIZA y a partir del año 2003 se implementa el primer año de la Educación Polimodal en HUMANIDADES y CIENCIAS SOCIALES con ORIENTACIÓN en Formación Humana y Religiosa Cristiana. Los alumnos realizan pasantías en atención a los más débiles de la sociedad: los ancianos, los niños y también atienden a los que tienen dificultades en el aprendizaje actuando como maestros particulares bajo la supervisión de los docentes responsables.
Cuando el Colegio cumplió cien años se publicó un…………………Colegio Niño Jesús “Cien años educando para la vida con fe y esperanza” que se puede consultar para profundizar .A partir del año…….. se publica la Revista “Desde el pasillo” que refleja la actividad de la comunidad del Niño Jesús.
Misión
Dejemos por un momento volar nuestra imaginación y ubiquémonos en los 6 o 7 años no importa de qué año. Una niña o un niño que llegaba al Colegio recibido por la Hna María Rosa, Ana María, Virginia o ya no recuerda el nombre. Ellas habían recibido el llamado de Dios para servir a los hermanos, para ayudar a construir un mundo más cristiano y una de las formas de manifestarlo” enseñar”.Traspasar el zaguán significaba encontrar el Niño Jesús que con su tierna mirada daba la bienvenida. Levantando la vista el patio con la Gruta de la Virgen de LOURDES o quizás sólo el patio porque la gruta no estaba levantada.
Si bien se destaca la acción educativa llevada adelante desde los comienzos, no puede quedar reducida su misión a la educación.
Desde 1940 a 1952 concurrieron al hospital ante el pedido de la Comisión Directiva de la Sociedad de Beneficencia durante el día, regresando al anochecer al colegio después de atender las salas, controlar ropería, despensa y comida. Continuaron con visitas a los enfermos y a las familias afligidas la palabra de fe.
El llamado de la Fundadora es más fuerte y exigente, en los barrios es necesario atender a la evangelización y promoción femenina de ahí la organización de dos centros a partir de 1975: uno en Barrio Villa María y otro en Barrio Santa Rosa (este último funcionó hasta 1979) atendido por religiosas que abandonaron las comodidades del colegio para adaptarse a modestas viviendas junto a las capillas. A esta respuesta se suma la de las Hermanas Ana, Mercedes y Marcelina que permanecían en el Colegio y que respondiendo a las urgencias apostólicas que pide el Concilio Vaticano II dejan el colegio para insertarse en Villa Guillermina, pequeño pueblo marginado en el norte de Santa Fe. Se produce un gran vacío difícil de admitir y entender después de años de presencia.
Las Hermanas depositan en laicos formados en sus aulas la confianza, ocupando cargos que en otros momentos eran sólo para las religiosas como la rectoría y dirección del colegio.
Pero el sólido cimiento de los principios religiosos y morales son cimientos inconmovibles con el paso del tiempo, implican un compromiso con la Congregación y con las generaciones que año a año llenan las aulas.
Las Hermanas de la Comunidad de Villa María siguen estando presentes como maestra, preceptora, catequista, o asesora espiritual de ambas escuelas. Jornadas de oración, de reflexión con niños y docentes son expresión de la animación espiritual y el acompañamiento de los docentes y alumnos. Responden así, hasta hoy, a la intuición primera de Ana María Martel, fundadora de la congregación, con el carisma propio y la misión precisa de “Despertar y profundizar la fe” especialmente entre los menos favorecidos.
La catequesis de la parroquia y los barrios cuenta con el asesoramiento y la presencia de las religiosas, que multiplican la tarea a pesar del reducido número.
El Colegio hoy
Se quiere lograr que la comunidad educativa viva animada por el espíritu evangélico de fraternidad, de familia, de sencillez, de oración, de actitud de servicio que ayude a cada uno de sus miembros a comprometerse en un estilo de vida cristiano.
Que el docente trascienda su función técnico-científica para convertirse en agente evangelizador, propiciando un ambiente comunitario penetrado por el espíritu de libertad y caridad, atestiguado por la vida misma. “No es tanto en los objetos transmisores de cultura cuanto en el corazón de los hombres donde se realiza la síntesis de fe y cultura, de fe y vida” (D. R.)
Que el alumno forme una conducta acorde con la fe y la dinámica apostólica, desarrollando íntegramente su personalidad, participando creativamente del ambiente educativo, con una especial conciencia de ser llamados a ser agentes positivos de cambio en una sociedad en continua transformación.
Que los organismos internos conscientes de su vocación de servicio asuman su compromiso de colaboración, dentro del proyecto de la escuela, ejecutando las tareas según responsabilidades y funciones que la atañen.
Esta participación vivida con espíritu evangélico, será un testimonio que irradia y se convierte en signo.
Fieles al carisma la Congregación tiene presente en esta tarea, que “cuando la iglesia evangeliza y logra la conversión del hombre, también lo educa” (Documento de Puebla)
Proyectos de las instituciones educativas
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