Internacionalización de los municipios.

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El neoliberalismo, es sin duda el fenómeno internacional clave que hizo transitar a otro modelo de gerencia administrativa en la década de los 80´s. La Nueva Gestión Pública (NGP), fue el proceso síntoma de las tendencias capitalistas neoliberales que exigían cada vez más, una doctrina que fuera capaz de hacer contrapeso a los gobiernos nacionalistas.

Fue la “necesidad” maquiaveliana, que da forma a las condiciones sociales, la que creó la posibilidad a través de la cual el neoliberalismo, una doctrina en maduración, desarrollara un proyecto dotado con instrumentos de acción efectivos. El ayuno neoliberal de un programa dotado con efectividad, evidente desde la década de 1940, fue superado a partir de las décadas de 1960 y 1970 cuando germinó la “Nueva Gestión Pública” y demostró que la doctrina de los nuevos liberales podría ser implementable.[2]

El objetivo general de la NGP se centra en modernizar y hacer más eficiente el sector público. Para tal efecto, esta teoría supone la descentralización del país y la privatización de empresas estatales con el propósito de lograr las tres E´s: Economía, Eficacia y Eficiencia. Si bien el neoliberalismo deja actuar a las fuerzas del mercado en la economía estatal, el gobierno sigue siendo de acuerdo a la NGP, el rector de las políticas económicas. La NGP y el neoliberalismo se relacionan en el sentido de que existe ahora una apertura comercial y económica, pero sigue estando a manos del Estado, en su mayor parte, la gerencia macroeconómica, logrando así un institucionalismo liberal.

Para los institucionalistas liberales, la difusión de otras instituciones y prácticas tales como la adopción de las políticas económicas neoliberales durante los últimos veinte años, refleja más las tendencias internacionales que las condiciones domésticas separadas y diferentes en cada Estado. El neoinstitucionalismo recomienda un Estado fuerte pero limitado en sus funciones. El contenido del Estado es sólo garantizar al mercado la posibilidad de ejercer su función sin obstaculizar su trabajo y protegerlo de injerencias ajenas.[3]

Sin embargo, todo modelo se agota y la NGP tuvo que dar paso un nuevo sistema de gobierno. En la última década del Siglo XX, el mundo sufrió grandes transformaciones producto del término de la Guerra Fría, configurando el sistema internacional pero también internamente la manera de administrarse de los Estados. Las propuestas básicas de la NGP, se vieron agotadas e insuperadas cuando los ciudadanos empezaron a emerger como un actor importante en las tomas de decisiones, y no solamente los gobiernos. Principalmente fue la carencia de políticas públicas que buscaran cuidar los bolsillos de la gente, en lugar de cuidar las balanzas de pagos nacionales.

En palabras de Mauricio I. Dussauge, en el mundo actual las reformas administrativas que requieren los Estados Nación, han comenzado a rebasar los supuestos que implica la Nueva Gestión Pública por tres razones: primero porque las crisis económicas que ahorros con propuestas neogerencialistas han quedado superadas; segundo debido a que los gobiernos están enfrentando los saldos, efectos inesperados y paradojas de la instrumentación de la NGP, y finalmente, a causa de que los países ahora ven una discusión nacional en torno a nuevas reformas de Estado que respondan a deudas históricas y necesidades actuales, más que a discusiones globales neogerencialistas.

En este sentido, “hemos transitado de las E’s (economía, eficiencia, eficacia) a las C’s: Confianza, Coordinación, Colaboración, Control de la Corrupción, Construcción de Capacidades, Calidad, Control y rendición de Cuentas, Competencia”[4]. De este modo, los gobiernos demandan mayor confianza tanto en los cuadros de gobernantes como en los sistemas gubernamentales, poniendo especial énfasis en las buenas prácticas de transparencia que permitan disminuir la corrupción. Asimismo, se demanda que los funcionarios de gobierno estén mejor capacitados para cumplir con mayor calidad su función y puedan rendir mejores cuentas a la sociedad.

De acuerdo con Francisco Moyado, son cuatro etapas contemporáneas: “La primera etapa abarca todo el proceso de reconstrucción política, económica e institucional del Estado posrevolucionario, de 1920 a 1960… La segunda etapa, se enmarca dentro del proceso de reforma administrativa y se ubicaría entre 1960 y 1982…La tercera etapa, va de 1982 al año 2000 y se podría definir como la Era de redimensionamiento estatal; se inicia con un gran proceso de ajuste financiero y privatización de entidades públicas… Es así como arribamos a la cuarta etapa, que ubicaríamos entre 2000 y 2012 y que conjunta el proceso de transición y alternancia políticas”.[5]

Asimismo, la nueva era de la globalización también repercute en el ámbito cultural y puede incidir en el a´pm. Los países ahora exportan su cultura y buscan que otras naciones ofrezcan a sus pueblos sus mejores patrimonios tangibles e intangibles, demostrando así su apertura por el multiculturalismo. En palabras del padre del neoliberalismo y creador del término Joseph Nye[6], los Estados como México usan su “Soft Power” o “Poder Suave”, definido como “la habilidad de obtener lo que quieres a través de la atracción antes que a través de la coerción o de las recompensas”, a través principalmente de su cultura.[7]

Por tanto, podemos percatarnos que los cambios en la Administración Pública contemporánea, son síntoma de diversos factores tanto internos como externos a México. Se presentan demandas cada vez más crecientes de la sociedad informada. La productividad y eficiencia del Estado no se deja de lado, sin embargo, ahora, luego de depreciaciones del peso y crisis macroeconómicas, se busca la descentralización del país. La rendición de cuentas en el proceso de elaboración e implementación de las políticas públicas, es más solicitado. La profesionalización de los servidores públicos que cumplan con el perfil para desempeñar sus funciones, se pide ahora en mayor medida por grandes sectores de la sociedad. La gestión pública y la evaluación a base de resultados, es más evidente en la legitimidad que el gobernado demanda a los gobernantes, y que estos a su vez prestas más atención en las encuestas y foros públicos para dar su siguiente salto político.

Finalmente, es necesario señalar que la globalización es un fenómeno multidimensional que puede tanto beneficiar como afectar al Estado. Lo beneficia en el sentido de liberalizar productos y servicios del mercado internacional y facilitar los medios de comunicación y transferencias monetarias. Sin embargo, si bien es un debate, muchos autores apuntan que también