La fiesta de disfraces

...

Madre: ¿Y tú de que te vas a disfrazar? Le preguntó.

Aurora-¡Ah! No lo pensé. Buena pregunta….

Madre: -Decídete, porque me va a llevar tiempo conseguir los disfraces.

Aurora: -¿Qué te parece de Hada? ¿Es muy común?

Madre:-No, Está bien. Si te gusta de Hada, serás un Hada.

Aurora: -Tráeme un sombrero bien puntiagudo. Que le salga bastante tul de la punta y pégale estrellitas brillantes.

Madre: -Está bien, -Como tú quieras.

La madre estaba dispuesta a darle todos los gustos. Aurora se merecía eso y mucho más.

Cuando salió la madre, en la puerta del Hospital había un grupo de gente disfrazada. Este parecía ser un Hospital fuera de lo común. Tenía razón Aurora. Las autoridades no tienen ningún problema ante la organización de este tipo de eventos.

Cuando la madre le comentó a la enfermera de turno acerca de la fiesta del sábado la miró sorprendida y Miró a Aurora y a la madre. Volvió a mirar a Aurora y dijo:

Enfermera: -Yo pensé que estaba mucho mejor. Y agregó: -¿A qué hora?

Madree: -En la noche. Alrededor de las ocho.

Enfermera: -Justo es mi turno, dijo. Gracias por avisarme, así me preparo para lo peor. Luego se dio media vuelta y se fue.

Madre: -¡Qué comentario raro!, ¡Qué mala vibra! !Seguro que no le gustan las fiestas!-

La madre puso manos a la obra. Alquiló un disfraz de Hada para Aurora. Armó el sombrero tal como ella lo quería. Luego, con unas telas viejas improvisó disfrazo al padre y demás familia. No tuvo tiempo para cocinar, así que encargó sándwiches y muchos dulces en una confitería.

Se encontramos todos los amigos, vecinos y familiares en la puerta del Hospital. Cada uno debía traer la bebida que consumía. Subieron tratando de guardar el mayor silencio posible.

De pronto la madre recordó que con el apuro de preparar todo y cargar con la comida se había olvidado el disfraz de Aurora en casa, colgado de una percha. Le invadió la desesperación. Ya era la hora.

Madre: ¿Cómo podía haber olvidado lo más importante?

Madre: -¡Un momento! Dijo. ¡Me olvidé el disfraz de Aurora!

-Todos la miraron con cara de reproche.

Madre: ¿Y ahora qué hacemos?

Tomas: !Yo voy a buscarlo !

Pero ya habían abierto la puerta de la habitación. La cama estaba vacía y no había ninguna enfermera cerca para preguntarle que sucedía.

Parecían todos locos. Disfrazados de pollo, de oso, de mendigo, de caperucita, de chapulín colorado, abarrotando los pasillos de un hospital.

De pronto, vieron que la enfermera de turno se acercaba rápidamente. Se abalanzaron con preguntas. Querían saber dónde estaba Aurora.

Enfermera: -¿Ya están listos para la fiesta? Preguntó con su proverbial sequedad.

Madre: -¡No! Olvidé el disfraz de Aurora. Pero ya mandé a alguien a buscarlo.

Enfermera: -La hora señalada ya pasó. Queme el disfraz. Respondió la enfermera

sin cambiar la cara. Y agregó: -Aurora sufrió un paro cardíaco, pero va a estar bien. Ya van a ver.

El comentario de la enfermera los hizo pensar que ella sabía mucho más de lo que aparentaba. Y que lo que Aurora veía no era producto de la medicación. Que había algo real que nadie se atrevía a comentar.

Siguiendo el consejo de la enfermera, la madre lo primero que hizo al llegar a su casa fue quemar el disfraz, algo que Aurora jamás perdonó. Pero no le importó a la madre. Íntimamente sabía que el olvido la había salvado de una muerte anunciada.

Al día siguiente Aurora estaba en perfectas condiciones. Pero enojada. Muy enojada con la madre.

Aurora: Me han arruinado la fiesta. Todos mis amigos han desaparecido por su culpa madre. Es una desconsiderada. A mí nunca se me hubiese olvidado traer un disfraz.

En pocos días le dieron el alta y volvió fresca como una lechuga a su casa.

Sus amigos invisibles, que tanto la divertían, habían desaparecido por completo.

Tal vez estén organizando otra fiesta de disfraces en otra habitación del hospital.