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MÉXICO DESMORALIZADO: UN PAÍS VÍCTIMA DE SUS PROPIOS DEMONIOS

Enviado por   •  5 de Octubre de 2018  •  2.811 Palabras (12 Páginas)  •  261 Visitas

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Por otro lado, es de vital importancia que se lleve a cabo una revalorización de lo qué es la educación y cómo debe ser impartida, tomando en cuenta los diferentes contextos de nuestro país. Es precisamente uno de los puntos a discutir en la muy peleada Reforma Educativa que tanto conflicto está produciendo en estados como: Oaxaca, Chiapas, Guerrero, Michoacán, entre otros. Por tal razón, la Reforma tiene que pensarse multiforme, no uniforme. La complejidad de las entidades federativas así lo exige.

Respecto a lo que se concibe como educación, la Doctora Emma Godoy (1991) presenta la siguiente idea:

No nacemos hombres. Nos hacemos hombres. […] Nuestra tarea en el mundo es convertirnos en personas humanas. Es metamorfosearnos cambiándonos de bichos a hombres.

La educación consiste nada más que en esa transformación: en que se realice el tránsito de lo animal a lo humano. Enseñar al niño el oficio de hombre, eso es todo…O acicatearnos a nosotros mismos, auto-educándonos, para alcanzar el dicho nivel superior. (p. 12).

Comparto estos pensamientos, entendiendo que no todos pueden tener acceso a una escuela, por lo tanto, no debemos descartar la posibilidad de sumergirnos en lo que la cultura nos ofrece gratuitamente: Arte, Ciencia, Moral, Religión. Son los caminos que nos conducirán al conocimiento necesario para fraguarnos como personas. En otras palabras, el título de Hombre debe ser ganado a pulso. No somos hombres por el hecho de pertenecer a la especie humana, es algo que debemos obtener, es una meta fundamental. En la medida que seamos cultos seremos hombres. Esto requiere que seamos autodidactas. Estoy convencido que, incluso, en muchos casos, la formación puede resultar mejor que la que se imparte al interior de un espacio académico. En muchas partes del mundo se opta por la educación en casa y los resultados son alentadores.

Para aspirar a una educación verdaderamente humanista necesitamos reconocer todos los elementos de la cultura, y no prescindir de ninguno. La dimensión espiritual del ser humano no sólo se nutre del “amor a la patria” y a la constitución. Quiero decir con esto que el tema de la religión no debe ser soslayado de ningún modo. “Una cultura sin religión es como un cuerpo sin alma”, afirma Dawson (2006), enfatizando que es absurdo pretender eliminar el elemento religioso de cualquier cultura. Es indispensable para cualquier modelo educativo saber qué tipo de hombre se quiere educar, por lo que, también resulta ineludible establecer una visión del hombre, es decir, un principio antropológico que nos permita reconocer qué es y quién es el ser humano. Si constantemente se habla y se propone que la enseñanza, preferentemente debe ser integral, diremos entonces que el hombre es un ser bio-psico-social-espiritual, y teniendo esto como base fundamental, la parte espiritual del individuo tiene que ser contemplada y atendida.

Queda claro que nos regimos bajo una Constitución Política eminentemente liberal y que la educación debe ser laica, aunque muchos maestros despotriquen contra la religión en general, y el cristianismo en particular. -Ahí si no hay ningún problema-. Esto ya representa un serio impedimento para encontrar libertad de conocimiento. ¿Qué no es éste un contrasentido de acuerdo al mismo espíritu liberal, que pugna todo el tiempo por la búsqueda de la verdad a la luz de la razón?

Adame Goddard (1981) comparte un balance de lo que el liberalismo dejó al mundo durante el siglo XIX, publicado en el periódico El País, el 2 de enero de 1901.

Llegó abominado de los privilegios de la nobleza, y creó los privilegios de la especulación y de la usura. Llegó proclamando la igualdad de todos los hombres en la sociedad; e inventó los medios de hacer a los ricos más ricos y a los pobres más pobres. Prometió el concierto de los pueblos con sus gobiernos, y jamás estuvieron más lejos unos de otros. […] Puso a los gobiernos antiguos a merced de los usureros coaligados y dio ser al anarquismo y al imperialismo. Arranco de los espíritus la verdad cristiana, y…enseño como doctrina que sólo en el éxito había virtud y mérito, cualquiera que fuese el modo con que se alcanzara.

En suma, el liberalismo había legado al mundo “desequilibrio económico y miseria, imperialismo y anarquismo”. (p. 199).

Totalmente de acuerdo en relación a que, todavía hoy, impera esta falsa idea del éxito, fomentado, además, por un modelo de competencias que se impone en todas partes. Revisemos cómo está México en materia económica y nos daremos cuenta que el sistema neoliberal, que opera prácticamente bajo los mismos principios que antes, nos tiene en las condiciones señaladas. ¿No es verdad que tenemos cada vez más pobres, que la educación va en retroceso en vez de avanzar? ¿No es cierto que los indicadores económicos estén maquillados por el Banco de México y la Secretaría de hacienda? ¿Acaso no vemos una clase política en total decadencia que sólo ve por los intereses de unos cuantos? ¿Vemos un mejor México que hace diez años? ¿Realmente somos solidarios como país, nos apoyamos y nos damos la mano cuando necesitamos cambiar cosas importantes? Parece que nos volvemos solidarios sólo cuando nos alcanzan las tragedias y ya no hay más remedio que trabajar hombro con hombro. Recordemos el terremoto del 85’, efectivamente, muchas personas actuaron de buena fe, no obstante, hubo otras que al mismo tiempo, se aprovecharon de la situación y se dedicaron a la rapiña. De nuevo surge esa forma incomprensible del mexicano en la que de pronto podemos dar dos pasos hacia adelante, y de súbito, retrocedemos tres.

Será que tanta pobreza y miseria a nuestro alrededor, propicia una desesperanza tal, que nos ha hecho transformarnos en una especie de alebrijes, como si fuera una maldición que no tolera un atisbo de definición en nuestra identidad. A pesar de nuestra arraigada fe, en el aire se respira un dejo de incredulidad permanente.

Culpemos de nuevo al liberalismo como mutilador de toda esperanza:

“Este sentimiento de desesperación tenía además una causa de orden psicológico: al difundirse la idea que negaba la trascendencia de la vida humana y afirmaba la supremacía de lo temporal sobre lo espiritual, se hacía que los hombres se empeñaran exclusivamente en la consecución de bienes materiales”. (Goddard, 1981, pág. 202)

No cabe duda del daño que ha causado esta mentalidad que abarca ámbitos muy importantes en el desarrollo de un país. Nosotros hemos sido víctimas de tal perjuicio, a través de políticas públicas impuestas por organismos

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