Reflexiones audaces sobre el karate y el kata; su espíritu y crisis actual.
Enviado por karlo • 9 de Abril de 2018 • 41.501 Palabras (167 Páginas) • 405 Visitas
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Esto quiere decir que, una vez comprendido “el por qué” o “el cómo” o “el para qué” de algo (una cuestión cualquiera) lo aceptamos, lo creemos y lo establecemos como un patrón de acción definitivo a seguir. Y aunque esto resulta positivo en las acciones repetitivas de supervivencia y hábitos económicos cotidianos de interacción social, nos traen como efecto secundario (y devastador) una reducción de posibilidades para ver y considerar las cosas de forma distinta a la que (una vez) aceptamos como verdad[1] en un momento biográfico anterior.
Entonces establezcamos desde ahora que nuestros pensamientos (un abrumador porcentaje) tienen también una naturaleza y función obstructiva y reduccionista[2] en nuestras vidas. Obstructiva porque nos obstruyen el paisaje completo (big picture) de la vida y sus miles de posibilidades y oportunidades. Y Reduccionista porque reduce la parte al todo, reduciendo cualquier experiencia o conocimiento nuevos a algo ya conocido o experimentado con anterioridad. Esto reduce dramáticamente nuestras oportunidades de crecimiento intelectual, afectivo, social y espiritual. De hecho, nuestro vocablo “oportunidad” proviene de una raíz latina que significa “puerto abierto o disponible”. Lo que quiere decir que nuestros pensamientos habituales nos alejan de los puertos abiertos de las nuevas ideas y nuevas experiencias vitales, pues nos aprisionan en un mundo conocido y, aparentemente, seguro. [pic 3]
Y esto resulta palpable al corroborar que es muy raro encontrar a alguien pensando de formas nuevas, fuera de sus hábitos mentales inveterados. Pues, de hecho, los sistemas de ideas y creencias[3] son los encargados de brindarnos la brújula y el compás inerrables para caminar por el mundo. Pero a la vez que nos ayudan a caminar con paso firme por la vida, tales mapas mentales nos llevan por los mismos caminos conocidos una y otra vez… reandamos los mismos caminos una y mil veces: en verdad son muy raros los sujetos creativos.
Pero es que nuestro cerebro no está diseñado para ser creativo[4] sino para ser repetitivo, para seguir ciegamente hábitos engranados e integrados en nuestro subconsciente y sistema nervioso central. Paradójicamente, esta misma característica es la que nos ha permitido sobrevivir hasta ahora como especie[5].[pic 4]
Aún así el pensamiento bien dirigido y enfocado puede darnos nuevas luces sobre cualquier asunto cultural humano, y siendo el karate una actividad humana, es válido el ensayar pensamientos inusuales o profundizar sobre aspectos poco escarbados de este arte marcial.
“Pero en el arte del karate do, -argüirán algunos- los pensamientos tienen muy poco que decirnos, pues siendo el principal objetivo de nuestro arte la reacción instantánea e impensada, el pensamiento representa más bien un obstáculo que un auxilio de peso”. Recordemos también las admoniciones de los antiguos guerreros orientales que nos instan a no pensar durante el combate, en especial la frase Mu shin o “sin pensamiento[6]”. También la tradición sin tradición zen nos insta a llevar al absurdo nuestros procesos mentales (lógico-racionales) para llegar a un estado de no mente en el que se encuentra el satori o “iluminación”. Y para lograrlo, los maestros Zen tradicionalmente dan a sus estudiantes problemas insolubles (koans) a nivel lógico racional, con la intención de crearles una tensión emocional que produce, cuando da fruto, un estado avanzado de consciencia llamado samadhi[7].
Por lo que proponer pensar y reflexionar sobre el karate do es, a primera aproximación, una novatada o incluso un sinsentido, dada su naturaleza altamente refleja-muscular en donde el pensar se interpone con la reacción instantánea y efectiva ante el ataque inminente. [pic 5]
No obstante lo anterior, nuestra naturaleza humana nos reclama que no es posible abdicar de tan precioso don como lo es nuestro proceso discursivo o racional, por lo que esta cualidad-habilidad nos insta a desarrollar algunos pensamientos sobre nuestro querido arte.
En los inicios de la difusión del karate, los maestros pioneros se mostraban reacios a disertar con amplitud sobre su arte y preferían en su lugar los apotegmas o aforismos. En éstos, mucha sustancia teorética se entregaba sin ser desarrollada o ampliada, y era labor del discípulo el desentrañar sus sentidos ocultos e implicaciones particulares (que resultaban en gran número).
Por otro lado, las palabras, señal sensible de los pensamientos, han sido el principal medio del hombre para transmitir experiencia y conocimiento. Han sido la herramienta principal de los filósofos, científicos y artistas, y que, de haber carecido de ellas, no existiría ni cultura, ni ciencia, ni arte.
Por esta razón es que me he atrevido a dar libertad y camino franco a mi razón (y sinrazón) para compartir dudas, certezas, teorías (algunas de ellas a medio comprobar) y propuestas de diversa índole. Quizá muchos lectores-karatekas puedan armonizarse con ellos y si no, al menos puedan ser inspirados a pensarlas mejor que yo. Nadie dijo jamás que haya propuestas “definitivas”… sobre nada.
[pic 6][pic 7]
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Introducción
El arte (del griego techné) ha salvado al ser humano de su propia aniquilación. Ha sido el instrumento para controlar su medio ambiente y a otros seres humanos. Su instinto de supervivencia le llevó a la necesidad de hacer la guerra a sus semejantes, a hombres de otras tribus y tierras. Y por tal motivo desde sus orígenes más primitivos, los hombres han llevado, como una maldición, la violencia dentro de su ser. Por tal razón hemos buscado en lo bello, el ritmo, la armonía y la distensión del espíritu el remedio para descansar de un medio circundante hostil… y de nosotros mismos. Hemos inventado artes prácticas y las no menos necesarias, bellas artes; como la música, el teatro, la poesía, los relatos, la danza, etc. Esto es así al grado de que algunos paleontólogos del arte nos refieren que no se sabe a ciencia cierta qué inventó el hombre primero, si el arco para tocar música o el arco para cazar[8]…
El hombre de nuestros tiempos no ha cambiado mucho desde entonces, ya que, según parece, buscamos con igual -o quizá más ahínco- el disfrute y vivencia de lo placentero y lo bello, que nuestra sobrevivencia biológica en forma de un empleo o una profesión liberal.
Las modernas artes marciales, siguiendo este orden de ideas, han evolucionado de ser en el pasado remoto un oficio o actividad bélica, a convertirse en actividades
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