Tipo de Cambio
Enviado por Alvaro Morales • 8 de Junio de 2018 • Apuntes • 7.965 Palabras (32 Páginas) • 387 Visitas
Introducción
El presente trabajo pretende mostrar como la economía mexicana al tener limitaciones productivas y financieras para dar continuidad a la ISI (Industrialización por Sustitución de Importaciones) condujeron a la grave crisis de la economía mexicana en 1982. Éstas hicieron oficial, desde la década de 1980, una nueva propuesta de conducción económica en el país, la cual destacó la apertura económica hacia el exterior y la desregulación de la actividad económica interna. Asimismo, la referida propuesta del gobierno modificó la incidencia de la participación del Estado y el mercado en la regulación de la actividad económica, en detrimento de la participación estatal. Ello significó la transición violenta de dos tipos de políticas económicas totalmente divergentes. Esta situación se manifestó nítidamente en la década de 1980 cuando México transitó aceleradamente de una economía con un extenso sistema de protección a una economía con un profundo sistema de apertura y desregulación. El proceso de apertura y desregulación se situó como el eje central de la nueva política económica nacional.
En 1994 ya entrado en vigor el régimen de Zedillo, ya con una economía “demacrada” por las políticas económicas, el peso pierde valor y hasta la fecha no se ha podido recuperar.
Se presentan algunos detalles de los dos crisis 1982 y 1994, al no ser una estudio detallado, solo presentan algunos puntos importantes en el desarrollo de estas.
PIB y Tipo de Cambio (1980 – 2000)
En cuanto a las características de los nuevos ordenamientos industriales impulsados por las reformas estructurales a partir de la década de 1980 en México y América Latina, destacan los bajos niveles de productividad presentes en aquéllos. Ya sea en el caso del modelo basado en recursos naturales Argentina, Chile y Brasil, este último con un patrón más diversificado o en el de tipo maquilador México y países centroamericanos, los estudios realizados parecen indicar que no se ha efectuado la esperada transferencia de factores productivos, de usos de baja rentabilidad en dirección de los sectores eficientes (Holland y Porcile, 2005).
La economía mexicana buscaba en el exterior su principal fuente de recursos para financiar el desarrollo. Se sustituyó en gran medida el mercado interno por el externo y se emprendieron toda clase de reformas legales y de decisiones políticas para que el país aumentara su contacto económico con el exterior.
Con ello, las variables que captan estas relaciones internacionales cobraron mucha mayor importancia, como el tipo de cambio, que siempre ha sido un elemento determinante de la estabilidad e inestabilidad de la economía. Una de las primeras consecuencias de la “nueva” forma de inserción de México en los eslabonamientos internacionales de valor es, entonces, la concentración de la capacidad productiva al interior de su economía. Por un lado, la mayor competencia en condiciones desfavorables en materia técnica y financiera, que han enfrentado los productores locales como resultado de la apertura comercial, ha provocado la quiebra de muchas empresas pequeñas y medianas. A manera de ejemplo, la industria electrónica nacional que surtía al mercado interno prácticamente ha desaparecido. (Villagómez, 2003).
En los años del desarrollo estabilizador, la inversión incrementó su participación en el valor del PIB 3% aproximadamente, sin embargo, la participación de las importaciones y exportaciones siguió disminuyendo. La caída de las importaciones refleja el avance de la industrialización de los bienes de consumo durables; mientras que, por otro, el estancamiento de las exportaciones corresponde a la misma situación de la inversión y los productos manufactureros. Después de la fase del desarrollo estabilizador, la inversión se expandió a 26.4% del PIB en 1981, a lo que siguió la crisis económica. Bajo la reforma neoliberal, el comercio exterior de México entró en una nueva etapa de crecimiento, que se define como el proceso del desarrollo dirigido por las exportaciones.
Crisis 1982 (José López Portillo – Miguel de la Madrid)
El descubrimiento de nuevos campos petrolíferos en la zona de Reforma y Cactus en Chiapas-Tabasco, y la consolidación de las reservas de hidrocarburos, el panorama para el repunte económico parecía brillante. Por otra parte, debido al alza que registró el precio del petróleo en el mercado internacional y al aumento de la producción de Pemex, el flujo de petrodólares1 alcanzó niveles insospechados, así, partiendo de una austeridad y de una economía bajo restricciones y corrección en 1977, México se encontró de pronto con una gran cantidad de dólares, si tal ingreso hubiese sido eficientemente administrado, habría podido abrir una nueva etapa de crecimiento acelerado y liberado, por mucho tiempo más allá del sexenio de López Portillo, pero no fue así, se desató una euforia de gastos y préstamos que superó toda consideración prudente, Y eso dio origen a una serie de factores negativos que, a la postre, socavaron una vez más la estabilidad del sufrido peso mexicano, el medio circulante creció exponencialmente, pasó de $154,800 millones en 1976 a $933,300 millones al 30 de noviembre de 1982, un incremento de 502.5% en sólo seis años; y, como consecuencia, la inflación alcanzó también alturas insospechadas.
1 Un petrodólar es un dólar estadounidense obtenido a través de la venta de petróleo, es decir, es una petrodivisa en dólares. El término fue acuñado por Ibrahim Oweiss, un profesor de economía de la universidad de Georgetown, en 1973. Oweiss pensó que era necesario un término para describir la situación que ocurría en los países de la OPEP, donde la venta de petróleo le permitía a esas naciones prosperar económicamente e invertir en las economías de otras naciones que compraban su petróleo.
Sin embrago, esos y otros síntomas de debilitamiento del peso fueron ocultados por los extraordinarios ingresos de las exportaciones petroleras y una política de alto crecimiento económico, más allá de la tasa de alta inflación, pero a costa de la estabilidad económica del país. En 1980 y 1981, los grandes bancos internacionales calificaban con relativa confianza la capacidad crediticia de México. Desde una virtual base cero en 1973, cuando aún era necesario importar crudo para satisfacer la demanda interna, México se había convertido, para 1979, en un importante exportador mundial de petróleo; pero poco a poco empezó a salir a la superficie el grave estado de la deuda externa de México. El abatimiento de los precios mundiales del petróleo arrojó de pronto una nueva luz sobre los pasivos exteriores que, apenas un año antes, parecería ser magnitud manejable. Pero todo crecimiento tiene un límite y también debía tenerlo el alza de los precios mundiales del petróleo, después de que el precio del crudo permaneciera durante muchos años a menos de US$3 el barril, para luego subir hasta US$39 en sólo seis años, era obvio que tenía que darse una corrección y así llego la baja de precios, la consiguiente retracción del ingreso de petrodólares, lo que vino a añadir un nuevo elemento negativo a la situación financiera de México. Por tanto, la vialidad para cumplir con la amortización de los pasivos contraídos, en los términos originalmente acordados, se vio seriamente afectada. Comenzó a decaer la confianza del público en el peso. El barómetro más visible acerca de la fortaleza del peso la inflación hizo que la gente advirtiera, cada vez más, la sobre valuación del peso. Hoteles, comidas y vacaciones, con dólares alrededor de $25, resultaba más económicos en EU que en México. Pero además, se desarrollaron otros eventos más serios, cuya importancia se ocultó al público. Un endeudamiento en dólares sin precedente de la entonces banca privada representó, con las devaluaciones de 1982, un monto prácticamente superior al límite de su capacidad financiera, y ese desequilibrio habría podido poner en entredicho su solvencia futura, consecuentemente el incentivo para canjear pesos por dólares aumento y cobro fuerza una fuga masiva de pesos a dólares hacia cuentas bancarias en EU. Así, al comenzar 1982, a nadie escapaba la reacción en cadena de los elementos que ocasionan el deterioro de cualquier moneda y, finalmente, su desplome. El Gobierno gastaba, importaba y pedía prestado más allá de su deteriorada capacidad de pago. El déficit en cuenta corriente de la balanza de pagos, a finales de 1981, llegó a la cifra récord de US$12,544 millones, y, solamente en ese año, el sector público concertó préstamos por US$19,148 millones, cifra equivalente al 56.6% del total de la deuda del sector público al finalizar 1980. Y a ese nivel de endeudamiento exterior y con los precios de crudo a la baja, era obvio que México no podría mantener su modelo financiero. Es decir, no podía ni debía seguir pidiendo prestado para mantener un excedente en la cuenta de capital que superara el déficit de la cuenta corriente. Eso habría significado que la amortización y el pago del interés de las muy mermadas reservas monetarias, mismas que podían resultar del todo insuficientes, como en efecto acontecieron después. Para mediados de febrero, el éxodo de pesos a dólares ascendió a cantidades masivas desproporcionadas. El torrente de capital fugitivo era incontenible y estaba erosionando las reservas monetarias a un paso alarmante. Finalmente, debido a la urgencia de actuar, el miércoles 17 de febrero, una vez que los bancos habían cerrado, se anunció la devaluación. Ese Día, el dólar se había cotizado a $26.88; al día siguiente el billete verde se pagaba a $37.66. Pero no todo paró allí. El peso siguió debilitándose. El dólar subió a $44.64 a finales de febrero y de marzo a julio osciló entre $44.82 y $49. Mientras tanto, cundía la incertidumbre acerca de si se mantendrá o no la libre convertibilidad. Y aunque el director general del Banco de México, licenciado Miguel Mancera, publico un folleto titulado “Las inconveniencias del control de cambios“ 2, cuyo obvio propósito era contrarrestar los crecientes rumores sobre un posible control de cambios, el esfuerzo resultó inútil. A la postre, el rumor se convirtió en triste realidad. En julio, después de las elecciones, se reanudaron los embates contra el peso. La conversión masiva de pesos a dólares alcanzó nuevos niveles. Las presiones negativas sobre el peso volvieron a ser intolerables y, una vez más, el 6 de agosto de 1982, el Banco de México se retiró del mercado cambiario.
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