Aura: los extremos que se tocan

Aura: los extremos que se tocan

Aura es una obra llena de contrastes en la que siempre encontramos la contraposición de elementos como la luz y la sombra; la belleza y la fealdad; la vejez y la juventud; pero sobre todo el presente y el pasado. Y es ésta, precisamente, una de las características que quisiera destacar en este ensayo, pues considero que es, a la vez, un síntoma de la época en que se creó que determina el tema y la forma con que se nos presenta Aura.

 Por principio, Aura, quizá una de las novelas más conocidas de Carlos Fuentes,  se publicó en el año de 1962, justo al principio de una década que representó muchos cambios no solo para México, sino para todo el mundo.

En el caso de México a esta década se le considera como la ruptura entre el periodo conocido como la posrevolución y el México contemporáneo, el México rural y el México moderno; es decir que se le considera como una época de transición en la cual cohabitan el México del pasado con el México del presente/futuro.

Por ejemplo, la década de los sesentas en la Ciudad de México “es el último año en que se registra oficialmente en el Departamento Central la existencia de industria ganadera y agrícola, aunque ésta no desaparece ya no es tomada en cuenta por su escaso volumen.”^[1] También en esta década son inauguradas vialidades que hoy en día forman parte del paisaje urbano de la capital como la Avenida Insurgentes, la Avenida Ignacio Zaragoza y el Anillo Periférico, dando paso así a la aparición de un mayor número de automóviles quienes llegaron para sustituir gradual pero velozmente a los tradicionales medios de transporte como los caballos y el tranvía. Inclusive hasta el sistema de alumbrado cambio pasando de las lámparas incandescentes a las lámparas de mercurio.

En suma, en la Ciudad de México operaba entonces la transformación de una ciudad/rural a una ciudad/urbana. Sin embargo, en este punto de transito aún convivían rasgos de la vida tradicional o pasada de la Ciudad con rasgos novedosos en ese momento. Es decir parecían convivir en un mismo tiempo y espacio el pasado y el presente.    

Por otra parte, para continuar con la  relación de los elementos contextuales que pudieron haber motivado el contraste entre pasado y presente contenidos en la novela de Fuentes, cabe destacar la generación y la corriente literaria con la cual se identifica este relato: el boom latinoamericano y el realismo mágico. En ambos casos podemos encontrar, igualmente, una suerte de contrastes y contraposiciones que lejos de desencajar más bien complementan y coexisten en un mismo tiempo y espacio.

Por ejemplo, el boom latinoamericano se distinguía por conformarse por un grupo de escritores los cuales manejaban un amplio bagaje cultural, el cual incluía tanto las vanguardias europeas, como la tradición latinoamericana, tanto a André Breton y el surrealismo como a Netzahualcóyotl y la literatura náhuatl. Eran también conocedores de la tradición literaria occidental: Homero, Dante y Cervantes a la vez que del cosmopolitismo y ánimo experimental del modernismo: Rubén Darío, José Martí y José Juan Tablada. Es decir que en lo miembros de esta generación, a la cual pertenecía Carlos Fuentes, convivían el pasado y el presente de la literatura, ya no sólo occidental sino cuasi universal.^[2]