Caballo de troya.
Enviado por Albert • 23 de Marzo de 2018 • 3.100 Palabras (13 Páginas) • 540 Visitas
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Podemos darnos cuenta en la cita anterior, se menciona uno de los objetivos que la Operación Caballo de Troya, pero menciona un dato nuevo: la cuna. Este será el nombre que recibe la nave en la que viajaran en el tiempo y en el relato primero titulado El Diario[7] que cuenta J.J. Benitez, describe paso a paso la preparación del viaje. La fecha en la que se desea llegar, la fecha en la que se encuentran previo al viaje, el lugar de aterrizaje mencionando lugares como Palestina, Siria, Israel y la Tierra Santa, entre otros.
Tienen otro factor a cubrir en la aventura que emprenderán para conocer los últimos días de Jesucristo. Sera el lenguaje un elemento más a adquirir, tendrán que aprender el arameo galilaico, hebreo, griego y otras lenguas de las tierras cercanas al objetivo natal del Nazareno.
[…] La experiencia fue fijada inexcusablemente para el día 30 de enero de 1973. Era el momento perfecto por varías razones: en primer lugar, porque el montaje de los equipos electrónicos de la estación receptora del Big Bird debería iniciarse entre el 20 y 25 de ese mismo mes de enero. En segundo término, porque, en esas fechas, la afluencia de peregrinos a los Santos Lugares experimentaría un notable descenso. Por último, porque el grupo deseaba honrar así la memoria de uno de los hombres más grandes de la humanidad: Mahatma Gandhi. Justamente en ese 30 de enero de 1973 se celebraría el 25 aniversario de su muerte.[8]
Anteriormente podemos observar la justificación de la necesidad y exactitud de llegar el día 30 de enero de 1973 a Tierra Santa y emprender la investigación deseada por Curtiss de manera vivencial.
Tres días antes de viajar, el jefe del proyecto convoco a sus empleados a una reunión en la que se repasó todo lo ya previsto y planeado durante el trayecto y estancia del viaje.
[…] Meses después de aquella experiencia, mi «hermano» y yo tuvimos ocasión de conocer la verdadera razón de su inquietud...
La estrategia a seguir en el «descenso» al tiempo de Jesús de Nazaret había sido meditada a fondo. Una vez en tierra, y tras varias horas de revisión de controles, mi compañero de módulo -a quien de ahora en adelante llamaré «Elíseo»- deberla permanecer durante los once días de exploración al mando de la «cuna». Sólo en caso de alta emergencia podría abandonar la nave. Mi papel, como creo que ya he insinuado, exigía el desembarco a tierra y la aproximación al Maestro de Galilea, a quien debería seguir y observar durante todo el tiempo que me fuera posible.[9]
Esto es lo que se descubrió después de la reunión previa que habían tenido con el jefe del proyecto. Es uno de los puntos culminantes en donde ya comienza la misión de la historia y es importante resaltar que Elíseo estará muy presente a lo largo de los diversos relatos que se gesten.
Existen muchos puntos curiosos a lo largo de la obra, en especial cuando se cuentan los instrumentos orgánicos que se utilizaran para la obtención de agua y oxígeno. Es inimaginable la situación en la que se plantea lo siguiente:
El 30 de enero, Elíseo y yo apenas si salimos del hangar. La casi totalidad de la jornada transcurrió en el interior de la «cuna», revisando los equipos. Mi compañero tuvo que someterse a una última y delicada operación: la inserción en el recto de una reducida sonda, dispuesta para recoger las heces fecales. Éstas, tratadas previamente con unas corrientes turbulentas de agua a 38 grados centígrados, serian succionadas durante los once días de su obligada permanencia en el módulo por un dispositivo miniaturizado que fue acoplado a sus nalgas. De esta forma, las heces son descompuestas en sus elementos químicos básicos. Parte de éstos son gelificados y transmutados en oxígeno e hidrógeno, sirviendo así para la obtención sintética de agua, que es recuperada y devuelta al ciclo orina-agua para la ingestión. El resto de los elementos es convertido en lodo y expulsado en forma gaseosa al exterior. En mi caso, este dispositivo para la defecación no era aconsejable, ya que una de las normas básicas de conducta para los exploradores que debían trabajar en el exterior era la de portar el equipo mínimo imprescindible y siempre oculto a la vista de los posibles observadores.[10]
Es una situación que implica risa y una situación de imaginarte el proceso que se tiene que realizar desde el momento en que la sonda es introducida en el recto del paciente; más incomprensible resulta que este proceso sea llevado a cabo por un largo tiempo.
Pasando al aterrizaje del viaje, llegan a su destino en los olivos. Cuando esto sucedió y empezaron a bajar, El Mayor se pregunto acerca de los primeros pasos que iba a dar en la tierra destinada a pisar, en los primeros encuentros con los habitantes de la zona y lo impacte y quizá sublime que podía ser toda experiencia que se encontrara con él y su equipo. Lo primero que vieron fue un mercader, con rebaños de ovejas junto a varias tiendas.
El encuentro primero que tiene con Jesús resulta sublime para nuestro autor que se manifiesta como uno de los personajes principales de la obra.
Jesús no tardó en aparecer en cuanto llegaron a su destino. Esto resulto impactante para el protagonista ya que comenzó a sentirse responsable de saber que eran los últimos días de Jesús y la forma en la que iba a ser traicionado y posteriormente martirizado.
La historia nos muestra diálogos enriquecedores entre Jesús y los personajes que conviven con él. Los párrafos están bañados de pasajes bíblicos aplicados a los hombres contemporáneos situados en el pasado. También podemos leer acontecimientos que Jesús vivió en sus últimos días con los personajes bíblicos de los cuales hemos oído.
Uno de los diálogos que más enriquece la lectura cuando te encuentras inmerso en los relatos es el siguiente.
Aunque Jesús había tenido múltiples oportunidades de verme allí, sentado, fue en ese momento cuando dirigió su mirada hacia mí. Los niños se desperdigaron por el jardín y el Maestro avanzó hacia las escalinatas. Traté de ponerme en pie, pero el rabí extendió su mano, indicándome que no me moviera.
Se sentó a mi lado, con la respiración aún agitada y la frente empapada por el sudor.
-Jasón, amigo, ¿qué te sucede?
Aquel descubrimiento volvió a sumirme en la confusión. El Maestro, sin mirarme siquiera y sin esperar una respuesta -¿qué clase de respuesta podía haberle dado?- prosiguió con un tono de complicidad que adiviné
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