Resumen La cancion de troya
Enviado por Albert • 10 de Enero de 2018 • 7.527 Palabras (31 Páginas) • 686 Visitas
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CAPITULO 13-NARRADO POR AQUILES:
Calcante formuló otra profecía que hizo cambiar de idea a Agamenon en cuanto a ser el primer rey que pisara tierra troyana, ya que, según el sacerdote, el primer que lo hiciera moriría en la batalla inicial. Habíamos recibido órdenes de tomar Sigeo y marchar apresuradamente hacia la ciudad. Yolao fue escogido como el primer soberano que desembarcaría, y por consiguiente, por las predicciones de Calcante, moriría. Las tropas troyanas se alineaban en hileras de miles, cada vez en mayor número. Le indiqué a Patroclo que fuera a Popa y llamara a Automedonte, que está en la nave próxima. Dile que sus timoneles cubran el hueco que se ha producido entre nosotros y que transmita el mensaje, no solo a nuestras naves, sino a todas las demás. Dile a Automedonte que sus hombres pasen por mi cubierta para llegar a la playa y que todos los demás sigan su ejemplo. De no ser así nunca llegaran soldados suficientes a tierra para evitar para evitar una masacre. Poco después de que la nave de Yolao desembarcara un soldado de armadura dorada derribó a Yolao y lo destrozo con un hacha. Salté a la proa y desde allí contemple a mis pies las cabezas de aquella confusión humana. Proferí el grito de guerra de los mirmidones, salté de la proa y caí sobre la cabeza de un troyano, sosteniendo el hacha con fuerza. Patroclo iba tras de mi con su escudo protegiéndome la espalda. Avancé rompiendo las filas que tenía ante mi utilizando el hacha como la varita de un sacerdote, reduciendo a todo aquel que lucía un penacho purpureo, el uso de aquel color estaba prohibido a todos los griegos salvo a los cuatro grandes soberanos y a Calcante.
Convertimos en polvo la tierra de Sigeo bajo nuestras botas. De pronto alguien se interpuso su escudo en mi camino. Lo golpeé con todas mis fuerzas para encontrarme con el rostro que ocultaba, por fin tenía ante mí a un príncipe totalmente cubierto de oro, el hacha que usó para desaparecer a Yolao había sido remplazada por una larga espada, él se reía de mi cada vez que fallaba en mis golpes. A continuación me habló: -¿Cuál es tu nombre torpón?-inquirió entre risas, -Aquiles-respondí entre dientes, -¡Nunca había oído hablar de ti, torpón! Yo soy Cicnos, hijo de Poseidón, dios de las profundidades., -Todos los cadáveres apestan por igual, hijo de Poseidón, estén engendrados por dioses u hombres-exclamé. Lo que provoco de nuevo sus risas. Volví a experimentar la misma cólera que me había invadido ante el cuerpo sin vida de Ifigenia sobre el altar. Salté sobre él lanzando un grito y levanté mi hacha bajo la punta de su espada, que yo partí en mil pedazos. Cicnos dio la vuelta y echó a correr a correr cubriéndose la espalda con su escudo del tamaño de un hombre, abriéndose paso entre las tropas troyanas y pidiendo una lanza. Me surgí en las densas filas troyanas en su busca sin que nadie me atacara, hasta que la batalla quedo a nuestras espaldas y llegamos a una roca amenazadora que obligó a detenerse a Cicnos, le partí su lanza a la mitad, salté sobre él y lo derribe antes de que pudiera desenfundar su daga, al matarlo lo cargué sobre mis hombros para demostrar a mis hombres y a los restantes griegos que no había perdido el rastro de mi enemigo y que había resultado vencedor. Los troyanos huyeron y a continuación tuvo lugar el ritual establecido al concluir un duelo entre miembros de clase real; lo despojé de su armadura, que tome como trofeo, y eché su cadáver al vertedero de los sigeos, pero antes le corté la cabeza y la clavé en una lanza.
De repente las tropas troyanas rompieron filas. El campo de batalla y Sigeo nos pertenecían. Agamenon nos ordenó interrumpir la persecución, a lo que me mostré reacio hasta que Ulises me cogió del brazo bruscamente y me dijo: -déjalo Aquiles--. Cerraran las puertas, reserva tus fuerzas y a tus hombres por si los troyanos intentan otro ataque mañana. Télefo dice que hay una playa excelente en el interior de una laguna cuando se rodea la orilla de Helesponto. Al llegar allí Agamenon comenzó a impartir órdenes acerca de quién y donde debían recalar sus naves. Una vez todas las naves hubieron recalado adecuadamente, con los calzos clavados bajo sus cascos y mástiles recogidos, enterramos al rey Yolao de Filacas, todos los hombres de las naciones griegas desfilaban ante él, los sacerdotes cantaban y los reyes hacían liberaciones. Como ejecutor de su asesino, me correspondió pronunciar el discurso funerario. Luego sugerí que su valor debía ser conmemorado con algo más perdurable y propuse a Agamenon rebautizarlo con el nombre de Protesilao, ‘el primero del pueblo’.
La propuesta fue aceptada con solemne consenso. Había cumplió la profecía y su pueblo estaba orgulloso de él.
CAPITULO 14-NARRADO POR ULISES:
El número de embarcaciones se había reducido ligeramente porque algunos de los pretendientes más pobres de Helena no habían podido permitirse disponer de naos tan bien construidos. Cuando toda la flota estuvo a salvo en la playa, Agamenon celebró consejo. Aquiles dijo que dudaba de tomar Troya si los troyanos no se aventuran a salir a luchar. A lo que contesté: -¿Saldrías a luchar a campo abierto si te protegieran muros tan altos y gruesos como los de Troya, Aquiles? Al concluir la reunión sin decidir nada más trascendental que la visita que realizaríamos al día siguiente a las murallas, le hice una seña a Diomedes, que poco después se reunía conmigo en mi tienda.(pg. 213) Allí le dije que él deseaba ser el primer hombre en someter a una ciudad por medio del hambre. Le conté que planeaba reunir un pequeño ejército, el cual formaría pidiendo a cada oficial de mando que le confíen sus 3 peores hombres, con la exclusión de los cobardes, con ellos formaré una colonia de espías para estar al corriente de todos los movimientos de Príamo. Hacia otoño todo estaba dispuesto. Reuní a mis reclutas en el salón principal del edificio mayor para dirigirme a ellos. Les expliqué que el trabajo que requería de ellos era muy peligroso e insólito. Durante un breve periodo persistió el silencio, pues estaban tan sorprendidos que les resultaba difícil conversar. Luego, a medida que comenzaron las charlas, observé que más de una docena decidían hacer caso omiso de mí propuesta. Algunos de ellos se marcharon y Hakios surgió amenazador tras la puerta abierta.
Me interesaron 2 hombres, uno era un primo de Diomedes y el peor engorro para un oficial al mando que yo había conocido durante mi reclutamiento. Se llamaba Tersites, aparte de su habilidad, algo más me atraía en él, porque se decía que había sido engendrado por Sísifo en la tía de Diomedes. Lo mismo
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