Comparativa Don Quijote de la Mancha
Enviado por Sara • 2 de Junio de 2018 • 1.587 Palabras (7 Páginas) • 650 Visitas
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El relato gira entre lo real y lo irreal, se nutre de su ironía, espontaneidad, gracia, hilaridad y humor, la clave está en que los desatinos y locura del Quijote, si bien no son extraordinarios, tienen algo de maravilloso. Así también, la ingenua seriedad con que se justifica y comete los más increíbles disparates descabellados que originan la presencia de un particular señorío que nos cautivó.
Esta locura presentada por Alonso Quijano no solo nos afecta a nosotros, sino también para los diversos personajes que en el curso de la dramatización tienen que aceptar la realidad-irrealidad de su existencia como un caballero errante.
Todo el mundo del Quijote puede decir que don Quijote está loco, pocos carecen de una cierta locura y los que lo hacen padecen una vulgar sensatez. ¿Quién establece la normalidad? ¿Sancho? Sancho, aparte de quijotizarse, él mismo es una figura carnavalesca. Por su parte, el cura, el barbero y el bachiller, aunque razonables, confían más en la ficción para recuperar a don Quijote que en las buenas razones. Además, don Quijote es capaz de presentar las mayores corduras, fuera de su manía. Su locura es la de un entreverado loco, lleno de lúcidos intervalos.
Es interesante que esta invención de su mente de Alonso, le protege de ver la realidad que nos es más que una caca y en ella somos larvas evitando los conflictos que la sociedad pasaba en aquellos momentos. Es simplemente un escape que le permite sobrevivir al mundo real que a pesar de su vejes Don Quijote le da las fuerzas para vivir el día a día, el cual sólo recobra la lucidez y la paz durante el breve periodo que precede a su muerte.
Él héroe De La Mancha cumple con los ciclos naturales y debe despojarse de su envoltura terrena. Cervantes identifico el retorno de Don Quijote a su aldea con el acto de morir; y es que, es verdad, al morir volvemos a nuestra verdadera casa, de la que en algún momento salimos en busca de aventuras, de experiencias y de enseñanzas. Y, pese a lo sucedido en su trayecto, el caballero vuelve triunfante, porque viene vencedor de sí mismo; que según esto es el mayor vencimiento que se puede desear.
Pero quien en realidad muere en la historia, no es el caballero; no es Don Quijote, sino Alonso Quijano. Muere el hombre; no el idealista; “en los nidos de antaño, no hay pájaros hogaño”. Vivió loco y murió cuerdo.
Todos tenemos algo del quijote y de sancho en nuestra “ecuación anímica individual” y es el ideal generoso el que nos salva de la vulgaridad, del mismo modo que el realismo pragmático nos protege de la locura. Es nuestro “Quijote interno” el que nos inspira los nobles propósitos y despierta en nosotros el anhelo superior de belleza y poesía y es nuestro sancho íntimo el que nos liga y nos sujeta al mundo, deteniendo el ímpetu ilimitado del ensueño. Algo similar a los que intentan hacer el cura y el bachiller al tratar de impedirle al Quijote su fantástico vuelo imaginario. Es necesario reconocer que, mas alla del embrujo y la fascinación de lo poético, es solo armonía y el correcto equilibrio de estas dos tendencias lo que puede conducirnos a la paz del alma y a la adecuación de la vida. No es extraño, entonces, que se vaya produciendo entre amo y escudero un progresivo contagio mutuo, que será el preludio de la recuperación del juicio que anunciara el paso hacia un nuevo nivel de existencia superior.
Nadie se salva de ser quijote. De todos modos, la diferencia puede estar en que no sería igual la salvación de una u otra manera. Todo dependería del proyecto y del empeño puestos en juego. En la medida en que las personas estén perdidas en sus personajes, como suelen en estos tiempos confusos, difícilmente podrán decir ‘yo sé quién soy’.
Por tanto, y puesto que la muerte no diferencia entre cuerdos y locos, vivamos que en definitiva es lo que importa con quijotesca locura, siempre que ésta pueda contribuir a hacer un mundo mejor.
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