Cuentos cortos estilo Monólogo interior y Flashback
Enviado por Ledesma • 5 de Febrero de 2018 • 1.228 Palabras (5 Páginas) • 2.092 Visitas
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El ocaso había llegado. Una carreta jalada por un par de caballos se acercó a su área para recoger los canastos de algodón.
-Buenas noches Tomás, ha sido una larga tarde, ¿cierto?- dijo amablemente un señor anciano que llevaba en los campos casi medio siglo.
Su nombre era Simón.
-Buenas noches señor Simón, lo ha sido pero prefiero no quejarme demasiado.
El roce suave de una mano sobre sus cabellos.
-No debes quejarte mucho Tomás, es mejor agradecer lo se tiene y encontrarle la parte buena a cada situación hijo mío.-
Amaba a esa mujer.
-¿No subirás todos los canastos?- preguntó extrañado el anciano.
-No, prefiero llevarme este. No quiero sentir que no hago nada mientras usted se los lleva todos.-dijo Tomás.
-Está bien muchacho.-rió Simón y echó a andar a los caballos.
Dentro del canasto que llevaba Tomás un pequeño gemido rompió el silencio que acompañaba a ambos hombres. Simón detuvo a los caballos.
-¿Qué fue ese ruido?
-¿Qué ruido?- preguntó nervioso el joven.
-Ese que vino de tu lado del camino.
Tomás sentía que el sudor comenzaba a brotar por su frente.
-Seguramente fue uno de esos animales del campo. Abundan en estas áreas.- dijo Tomás apresuradamente.
-Mmm tienes razón chico. Ya estoy viejo, comienzo a olvidar las cosas.-aceptó el viejo mientras Tomás soltaba un suspiro de alivio.
Estaban llegando al almacén. Solo estaba ahí un hombre blanco que se divertía gritándoles a todos los demás. Un tal Richmond, ese era un hombre realmente detestable.
Pasaron justo frente a él. Tomás oraba porque no los notara entre los demás campesinos que llegaban a vaciar sus canastos.
-Hey tú, no trates de esconderte basura. Ve y ayuda a tu anciano abuelo a dejar estas cosas.- dijo al punto que hacía un ademán de tirarle el canasto que Tomás llevaba.
Detrás de él, un hombre se tropezó con una rama cayendo y regando por el suelo de tierra cientos de algodones. Richmond se volteo con violencia para lanzarle una serie de berridos e insultos al hombre tirado en el suelo. Aprovechando la situación Tomás corrió para meter su canasto al fondo del almacén, estaba bastante preocupado. Después del gemido que había salido del canasto durante el camino todo se había quedado completamente inmóvil dentro de éste. Temía lo peor.
Llegó a una sección donde nadie podía verlo y ahí comenzó a vaciar el canasto angustiosamente. La pequeña tenía los ojos cerrados.
Estaba dormida.
Para Tomás fue como haber encontrado un tesoro al ver que solo estaba dormida. Con mucho cuidado la sacó de su escondite y la acostó sobre toda una reja repleta de algodones asegurándose de que estuviera cómoda y oculta a la vista. La miró durante unos minutos contemplando su belleza y fragilidad.
-Mamá, ¿ella es mi nueva hermanita?
-Así es hijo.-
-Es hermosa.
Hasta que se alejó de ahí.
Iría a los comedores y escondería todo lo que pudiera para tratar de alimentar a la niña. No sería nada fácil.
Mientras caminaba Tomás sabía que acababa de cometer lo que para todo hombre negro sería el peor error de su vida. Pero por alguna razón no le importaba.
Desde aquél momento nada volvería a ser igual.
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