Derechos Humanos y Literatura: Comunidades Imaginadas

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Surge entonces, la noción de “comunidad imaginada”; en una comunidad, se reconoce algo que es compartido con otros y a esos “otros” sólo se les puede imaginar, pero de alguna forma comparten una identidad. El discurso de los Derechos Humanos introduce esa empatía, fraternidad y actitud de identidad para sustentar la compasión por un ser humano “abstracto”, que no se ve, y para que el alcance de la palabra “comunidad” tenga una trascendencia universal.

Ese sentimiento hace que Benedict Anderson defina a la nación como “comunidad imaginada”:

[…] se imagina como comunidad, porque independientemente de la desigualdad y la explotación que en efecto pueden prevalecer en cada caso, la nación se concibe como un compañerismo profundo, horizontal. En última instancia, es esta fraternidad la que ha permitido, durante los últimos siglos, que tantos millones de personas maten y sobre todo estén dispuestas a morir por imaginaciones tan limitadas […] (Anderson, Comunidades imaginadas, 25)[3]

[…] es imaginada porque aún los miembros de la nación más pequeña no conocerán jamás a la mayoría de sus compatriotas, no los verán ni oirán hablar siquiera de ellos, pero en la mente de cada uno vive la imagen de su comunión […] (Op.cit.23).

[…] La Nación se imagina limitada porque incluso la mayor de ellas, que alberga tal vez, a millones de seres humanos vivos, tienen fronteras finitas, aunque elásticas, más allá de las cuales se encuentran otras naciones […] (Op.cit.24).

[…] se imagina soberana, porque el concepto nació en una época en que la Ilustración y la Revolución estaban destruyendo la legitimidad del reino dinástico jerárquico, divinamente ordenado […] las naciones sueñan con ser libres […] la garantía y el emblema de esta libertad es el Estado soberano […] (Op.cit.25).

Ahora bien, esta comunidad tiene una identidad; es una Nación que es producto de la elaboración social, y en esta elaboración la literatura ha generado esa “comunidad imaginada” por medio de la novela. La literatura ha retomado los documentos, las tradiciones, ha dicho lo que la historia fue, y ha generado expectativas que se tienen de la patria incorporándolas para fomentar la identidad. Esa literatura ha creado una memoria colectiva que es leída desde la empatía y que luego se transforma en celebraciones. A modo de ejemplo, Artigas ha sido (junto a otros caudillos latinoamericanos), generador de comunidades imaginarias que han tenido ideales comunes que marcan el inicio de esa identidad y empatía que se nombró anteriormente.

Los Derechos Humanos tienen significado para la comunidad, aunque por momento haya situaciones de quiebre donde se violan esos derechos. Con la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948), se buscó una forma internacional para controlarlos, y su discurso es quien da las connotaciones para respetar al otro, es decir, para que esta “comunidad imaginada” apunte a un mundo nuevo y mejor. Las comunidades conmemoran determinadas fechas porque éstas generan una necesidad de pensar en “nosotros” y la fecha de conmemoración de la Declaración Universal de los Derechos Humanos no quedan fuera de este sentimiento. Es una forma de recuperar el pasado desde la época actual, con una proyección.

Bibliografía

ANDERSON, Benedict. Comunidades imaginadas. Fondo de cultura económica.

México. 1993, p.22 a 26. Traducción de Eduardo L. Suárez.

HUNT, Lynn. Lynn Hunt. La invención de los Derechos Humanos. Tusqust. Barcelona.

2009, p.16 a 38. Traducción de Jordi Beltrán Ferrer.

SÁENZ, Jimena. Jimena Sáenz. Literatura y derechos humanos: "un campo naciente".

Derecho y Ciencias Sociales. Nº10 abril, 2014, p.24 a 55 ISNN 1852-2971 Instituto de Cultura Jurídica y Maestría en Sociología Jurídica. FCJ y S. UNLP.

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