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ECONOMIA EN LA SOCIEDAD

Enviado por   •  7 de Enero de 2019  •  3.148 Palabras (13 Páginas)  •  273 Visitas

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Aunque la imagen del paraíso perdido es criticada entre líneas por el filme mediante la liga que establece el cineasta de éste con la clase dominante y el contraste del inicio del filme de los mundos diametralmente opuestos de la opresión y la opulencia, considero que esta crítica pierde toda su fuerza (tal vez un conflicto aún no resuelto entre los mitos de esperanza y de nostalgia) frente a la imagen del mundo terriblemente mecánico y estructurado, que es contra lo que se tiene que luchar, lo que está devorando el espíritu libre. Es atrayente que el conflicto de la heroína se sitúe por entero en este escenario, que sea en el fondo una lucha de la humanidad frente al rumbo de un progreso material confiado en exceso en la producción industrial y la mecanización de la vida. Es decir, el filme plantea un conflicto esencial de falta de confianza en el rumbo del progreso, pero no ataca de frente el conflicto manifiesto de la idea de un paraíso que disfrutan unos pocos contra un mundo nuevo igualitario y justo: una tierra prometida de frutos abundantísimos. Pero, lo que para nosotros resulta más notable, es la materialización y puesta en actualidad de viejas visiones y mitos enraizados profundamente en la cultura de Occidente. La influencia de esta poderosa imagen, que en muchos sentidos podría considerarse una síntesis de las fuerzas que actuaban en ese momento para transformar el mundo, no se dejó esperar en su época. Por ejemplo, las artes plásticas y el diseño adaptaron de inmediato la piel de la película y su textura a los medios. Entendieron la superficie y la tomaron para construir una nueva visión. La crítica social que planteó ha tenido un eco más duradero, ello se manifiesta hoy día en cintas y novelas que periódicamente logran recrear el mito de Lang.9 Este poder del mito de construir una nueva visión del mundo que se hace evidente aquí, me parece una de las capacidades más fascinantes de la visión del hombre. Como lo comenté en el capítulo anterior, los mitos quedan congelados en la estructura del medio que habitamos, es la manera en que la visión construye al mundo, es la medida también de su propia reconstrucción. Existen dos asuntos fundamentales que debemos considerar en medio de este panorama. Por un lado está el referido a la estructura del mundo en el que habitamos, un mundo complejo, sin duda, en el que cada vez se hace más patente la existencia de una multiplicidad superpuesta de realidades y que cada vez nos muestra un crecimiento en su capacidad de aglutinar modos de vida, que tiene su manifestación más dramática en las urbes polinucleares y las megalópolis contemporáneas, que se nos presenta en lo cotidiano, corriendo tras el metro, tomando un colectivo, rodando alrededor de cualquier día. El otro asunto se refiere a la capacidad creciente que exhiben los habitantes de estos mundos para conocer, caracterizar mediante imágenes y desenvolverse en medio de la complejidad de las ciudades contemporáneas. Este capítulo trata estos problemas y propone explicaciones para hacer operativo un acercamiento a la construcción de la arquitectura y la ciudad que considere nuestra realidad contemporánea y las formas de adquisición de conocimiento que se están dando en medio de la complejidad del mundo en que habitamos.

La creación del lugar en el que se desarrolla nuestra vida es un proceso fascinante. La edificación en sí misma implica una serie de actos que la sitúan en muchas esferas de la actividad del hombre. Muntañola (1985) ha llamado nuestra atención al señalar que la palabra edificar, que se encuentra en el corazón de nuestro trabajo de arquitectura, se deriva de una palabra latina, aedificare, que a su vez proviene de un nombre muy antiguo de la mitología de los pueblos del Mediterráneo, Aedes, la diosa del fuego. Así, siguiendo al maestro catalán, es correcto, cuando menos para las tradiciones culturales occidentales, el situar en el corazón de la morada al fuego. Un fuego simbólico sin duda, alimentante y dador de vida. La capacidad del hombre para expresar su modo de vida a través de la edificación del lugar en que vive es una pieza fundamental de la aproximación que ahora se plantea. La tarea que hoy nos ocupa es empezar a formarnos una idea de las maneras en las que es posible que expresemos nuestros modos de vida en la obra, es decir, nos preocupa contestar -aunque sea sólo provisionalmente- preguntas acerca de la manera en que se materializa el ser en el lugar y a los modos en que el lugar se interioriza al ser. Aunque es aventurado afirmarlo así sin más, me parece que gran parte de la evolución de la ciencia se ha debido a la solución progresiva de algoritmos cada vez más complejos. Un hecho que me ha llamado poderosamente la atención es que a partir de estas soluciones se han descubierto nuevas familias de números. Para la yana, como para muchas otras tradiciones indígenas de Norteamérica, la mitad correspondiente al fuego presente está relacionada con lo masculino. Así, la casa de las sudaciones o la vivienda ritual (como el Kiva anasasi o hopi) se reserva a los hombres de esas sociedades, mientras que en la tradición de los keyapó y de muchos pueblos de América del Sur, la mitad del fuego, relacionada con el horno para preparar los alimentos, se reserva a las mujeres de esas sociedades. Esta subdivisión social en mitades y sus correspondencias con el horno o la casa ritual para la sudación, también tiene su correlato con la organización del espacio físico de la aldea que se hace corresponder, a la vez, con esta base de división del mundo según el género y las funciones socialmente aceptables de cada uno de ellos. Pese a esta inversión, es evidente que se forma en ambos sistemas de mitos una serie de relaciones entre el ser humano, el fuego y el lugar, que hacen para los habitantes keyapó y yana inteligible la complejidad del lugar en que viven. Para explicar esto más fácilmente diré que el mito funciona casi como un algoritmo, abstrayendo de la realidad lo esencial, es decir, el hombre que se da a sí mismo para ser horno, luego se hace parte del fuego, que como habitante necesita donde vivir que es una cabaña para que el fuego no se apague, etc., para realizar operaciones con los elementos que hacen fácil captar la necesidad de contar con un recinto para el fuego para preparar los alimentos y así llevar una vida más sana.12 El mito entonces se transforma en una pieza sólida de nuestra memoria que se cristaliza en imágenes que hacen aún más fácil trasmitir ese conocimiento para la vida. Sorprende constatar que comprender la complejidad a partir de estos procesos es un hecho mucho más rico que elaborar computaciones algebraicas. En medio de la comprensión del lugar en que vivimos se encuentra la certeza de que las relaciones entre las partes del todo son las correctas, una certeza que

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