Egoísmos privados: Auto-regulación vs. Control prudencial

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La regulación importa tanto como el réferi en los enfrentamientos deportivos, sirve para dejar en claro cuáles son las reglas de juego y para homologar los objetos de contratación. Es así que, al ser la participación del mercado un fenómeno social importante, requiere de normativa idónea, la misma que se afianza en alternativas jurídicas distintas: i) régimen de libertad general, cuya frontera es la última ratio, es decir, únicamente intervendrá el derecho (penal), siempre que se detecten conductas delictivas; ii) imposición de deberes informativos suplementarios, aquí se sanciona, hasta con la expulsión del mercado, al operador que omitió información relevante o si la que dio resultó engañosa; iii) obligaciones o cargas limitantes de la autonomía privada, ya sea directa o indirectamente (a través de la formulación de un juicio de mérito), en aras de proteger al más débil. Empero, si se emplean individualmente, su uso resultaría insuficiente; ante ello se propone su aplicación conjunta, ejerciendo un control prudencial.

Ahora bien, sabiendo que el capitalismo es la ideología dominante, y producto de él la soberanía nacional es incierta, la globalización económica se torna un espectro hostil contra el que la legislación interna (de cada Estado) sucumbe con facilidad. Es así, que los global players dominan el mundo, porque son omnipresentes y se hallan frente a hetero-legislaciones. Lo curioso es que si se impide el libre mercado a través del control de precios, los agentes económicos tampoco se verán satisfechos, y crearán precios alternativos en los famosos mercados negros. Frente a ello, deben priorizarse ciertas condiciones para que exista un verdadero mercado: i) que las empresas ofrezcan bienes suficientemente intercambiables y sustituibles entre sí; ii) que exista un número apreciable de operadores, y que ninguno sea dominante; iii) que no existan barreras de entrada; siempre en respeto de la transparencia informativa plena y la movilidad económica, factores que contribuyen a la competencia perfecta.

Resulta, pues, de vital importancia que uno de los fundamentos del equilibrio entre mercado y estado (a través del acondicionamiento jurídico) sea el sometimiento a sanción de los operadores responsables por fraude en agravio de los consumidores. La preocupación por éstos últimos ha trascendido, sobre todo en los Estados Sociales, muestra de ello es que las disposiciones normativas modernas giran en torno a su protección, hecho que ha devenido en el derecho de los consumidores[4].

Conclusiones

El Derecho frente a la economía casi siempre se ve diezmado, raras veces la política económica se adecúa a principios constitucionales o a reglas codificadas; eso para nada suma. Si se pretende una competencia perfecta, debe procurarse el respeto por la normativa jurídica fundamentada en postulados que balanceen los egoísmos privados y el control prudencial ejercitado por el estamento gubernamental.

El mercado es un ente emocional, porque depende de cómo esté el día que alguien tome la batuta de los precios (elemento de intercambio, esencial). Pero ese ente no surgió de la nada, es producto de la necesidad del Estado, es un bien público.

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