El tambor de piel de piojo
Enviado por Christopher • 25 de Octubre de 2018 • 1.196 Palabras (5 Páginas) • 291 Visitas
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– Estoy oyendo el sonido de la hierba al crecer ¡Tengo muy buen oído!
– Qué curioso… ¿Sabes una cosa? Yo estoy de viaje y voy sin rumbo fijo a buscarme la vida a otro lugar ¿Te gustaría venir conmigo?
– ¡De acuerdo, te acompaño!
Juntos retomaron el camino y se encontraron con un joven alto, muy musculoso, que estaba levantando un árbol con sus propias manos. El campesino se quedó asombrado.
– ¡Increíble! ¡Nunca había visto a nadie tan fuerte!
– ¡Gracias! Los árboles son como juncos para mí ¡Casi no tengo que hacer esfuerzo para arrancarlos! Vivo de vender la madera y yo mismo transporto los troncos sobre la espalda hasta el pueblo. Lo malo es que se gana muy poco con este trabajo….
– Nosotros vamos a recorrer el mundo ¡Quién sabe dónde acabaremos!… ¿Quieres unirte?
– Tu propuesta suena bien… ¡De acuerdo, me apunto!
Y así fue cómo los tres muchachos, conversando animadamente sobre lo que les depararía el futuro, llegaron a una posada muy cerca del palacio, decididos a pasar la noche bajo techo.
La dueña les contó que en los últimos días, mucha gente venida desde muy lejos se alojaba allí. Cuando los muchachos le preguntaron a qué se debía, la señora les contó la historia de la apuesta y cómo todo el mundo soñaba con ganarla.
Se instalaron en la habitación y, de mutuo acuerdo, decidieron intentarlo y repartir la recompensa en tres partes iguales. Se dieron un apretón de manos para sellar el pacto entre amigos y el chico pelirrojo comentó:
– Mi oído es más agudo por la noche. Voy a acercarme a los jardines de palacio a ver de qué me puedo enterar ¡Esperadme aquí, ahora vuelvo!
Sigilosamente, salió de la posada y se plantó bajo la ventana de la alcoba de los reyes. Como estaba abierta de par en par, pudo escuchar perfectamente la conversación que mantenían.
– Querido… ¡Hoy hemos conseguido muchísimas monedas de oro!
– Sí, mi amor… ¡Nadie es capaz de adivinar que el tambor está hecho con piel de piojo!
El muchacho, estupefacto, salió pitando de vuelta a la posada. Cuando se reunió con sus amigos, le temblaba todo el cuerpo. Les contó que había descubierto el secreto del tambor y se abrazaron locos de contento. Por la mañana, se presentaron ante el rey y éste les preguntó:
– Decidme, muchachos… ¿De qué creéis que está hecho el tambor de la princesa?
El campesino tomó la palabra en nombre de los tres.
– Señor, el tambor está fabricado con piel de piojo.
El rey se quedó de piedra, estupefacto, sin habla ¡Lo habían adivinado! Ahora no le quedaba más remedio que entregar la recompensa prometida. Estaba que se subía por las paredes porque no podía soportar desprenderse de ninguna de sus riquezas. Rabioso y enfadado, el muy rácano se inventó una artimaña para darles lo menos posible.
– ¡Está bien! La recompensa es todo el dinero que una persona sea capaz de cargar sobre su espalda, ni una moneda más, ni una moneda menos ¿Entendido?
El campesino, sonriendo, le respondió:
– ¡Sí, señor! Así será.
El rey pensaba que como mucho se llevarían un pequeño saco, pero no contaba con el amigo fortachón, que dio un paso adelante y se puso sobre el lomo varios sacos, unos sobre otros, llenos de miles de monedas del tesoro real.
Felices, los tres muchachos salieron del palacio con dinero suficiente para el resto de sus vidas, y atrás quedó el codicioso monarca tirándose de los pelos por haber perdido la apuesta.
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