En las tradiciones latinoamericanas el maíz no es solamente un elemento vital

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Lo paradójico resulta ser que, a pesar de que aparentemente el mito indígena no es acogido por las mayorías en los países latinoamericanos, su sello permanece. Esto se da al ser el capital base de sustento, pues el impulso económico de países como México, Colombia, Perú, Nicaragua, Ecuador, Honduras, entre otros, se da en una porción significativa gracias al cultivo de productos sagrados para sus indios como lo es el maíz. Es un producto que se comercia internamente en cada uno de aquellos países además de ser exportado. Además de esto, recientemente se ha invertido en la manipulación genética del maíz en contra de los insectos en varias naciones latinoamericanas, lo cual significa que su producción es tan imprescindible y masiva que se destina fortuna para mantenerla a su máximo nivel. El fruto de vida desde las civilizaciones indígenas hasta las post-industriales en las tierras latinoamericanas sigue, en una gran parte, siendo el maíz. Es un fruto que se adapta al tiempo, y que a pesar de la separación espiritual del ser humano con la naturaleza, continúa siendo esencial para los pueblos que heredan el pasado quiché.

Esto puede significar que la sacralidad que ritualmente recibió alguna vez el maíz en las mismas tierras habitadas por los latinos, quedó tatuada en el alma de un continente que luchó contra el colonialismo para seguir en la batalla en contra del subdesarrollo. Su vitalidad se continúa regenerando en el tiempo, y por consiguiente el planteamiento de Mircea Eliade que plantea sobre la regeneración del tiempo que se da en las sociedades primitivas por medio de ritos que exaltan lo sagrado. Pero la pregunta actual es: ¿acaso no hacen lo mismo los mileniales? ¿Quién indica que las comidas y reuniones en torno a éstas no tienen elementos rituales? ¿Puede ser que el deseo de mantener el avance económico de un fruto antiguamente sagrado sea la repetición moderna? Aquellas son incógnitas que una simple reseña no pueden contestar, pero que sí confirman que evidentemente el hecho de que la importancia de un grano, que alguna vez mantuvo estatus sagrado continúa gracias al legado cultural de los ritos, de la economía (por más de que sea primitiva o moderna), de las tradiciones y finalmente de las tierras que forman parte de un territorio con características comunes.