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Influencia que tuvieron los años 60 y 70 en la obra de Andrés Caicedo

Enviado por   •  25 de Diciembre de 2018  •  1.579 Palabras (7 Páginas)  •  268 Visitas

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María del Carmen, representa tal vez el malestar de una época y la desesperanza de una generación, que como dice el músico británico Yehudi Menuhim “Si tuviera que resumir el siglo XX, diría que despertó las mayores esperanzas que haya concebido nunca la humanidad y destruyó todas las ilusiones e ideales”. Lo curioso del caso, es que la protagonista a lo largo de la historia y su adentramiento en el nuevo mundo, nunca toma la decisión de salirse de él, se ve consumida por la necesidad de música y por la búsqueda constante de emociones turbulentas que le den satisfacción a su afán de vivir y nunca piensa siquiera en desistir de eso.

“Yo sería el centro y el motivo de la celebración, no su víctima. Yo sería el espíritu de la concordia y el goce sin fin. Yo era el alma que le daba origen a su rumba, la novia de la rumba, la que siempre ganaría, la más gozona y asediada, la que se iba, inundada de cansancio saludable, a dormir las pocas horitas de los justos, y a arrullarme con los planes de la rumba posterior, la de esa noche, la que perfeccionaría el sistema. Yo no iba a desgastar la rumba sino a llenarla de coronas, reinados de frescura, y mi carne resplandecería de arreboles nocturnos, y mi pelo era la maleza encantadora.” (Caicedo, 1982, pág. 116)

Quizás, se halle una relación entre Maria del Carmen y Andrés Caicedo, en el sentido en que la protagonista nos dice en las últimas páginas de la novela: ”Atraviesa verticalmente todas las posibilidades de precocidad. Ya pagarás el precio: a los 19 años no tendrás sino cansancio en la mirada agotada de capacidad de emoción y disminuida la fuerza de trabajo. Entonces bienvenida sea la dulce muerte fijada de antemano. Adelántate a la muerte, precísale una cita.”

Se refleja en la escritura una doble conciencia de Caicedo, un deseo de hacer real la literatura y literaturizar la realidad. Ambos, tanto Caicedo como Maria del Carmen, tomaron la decisión de llevar sus vidas hasta los últimos extremos, de vivir con la mayor intensidad siendo jóvenes. La decisión de la protagonista fue tomar la opción de la vida, un vitalismo tal vez decadente del cual no se arrepiente sino que por el contrario proclama su inmortalidad en la elección de su vida:

“Tú, no te detengas ante ningún reto. Y no pases a formar parte de ningún gremio. Que nunca te puedan definir ni encasillar. Que nadie sepa tu nombre y que nadie amparo te dé. Que no accedas a los tejemanejes de la celebridad. Si dejas obra, muere tranquilo, confiando en unos pocos buenos amigos. Nunca permitas que te vuelvan persona mayor, hombre respetable. Nunca dejes de ser niño, aunque tengas los ojos en la nuca y se te empiecen a caer los dientes. Haz de la irreflexión y de la contradicción tu norma de conducta. Elimina las treguas, recoge tu amor en el daño, el exceso y la tembladera. Todo es tuyo. A todo tienes derecho y cóbralo caro. No te sientas llenecita nunca. Aprende a no perder la vista, a no sucumbir ante la miopía del que vive en la ciudad. Ármate de los sueños para no perder la vista.” (Caicedo, 1982, pág. 154)

Maria del Carmen a pesar del pesimismo y las problemáticas sociales de los 60 y los 70, decide formar parte de los jóvenes que cambiaron sus ideales, que tomaron la elección de vivir y gozar la vida, de no doblegarse ante las reglas impuestas por una sociedad, que como ya lo dije anteriormente era decadente y alienante, Andrés Caicedo, con su estética diferente se empeñó en mostrar la visión del mundo desde los personajes marginados construyendo así una literatura de denuncia que cuestiona la violencia en Colombia y América.

Como respuesta al desencanto ante la sociedad y a la falta de oportunidades, Maria del Carmen proclama y con esto concluye todo: “Fuerzas tengo. Yo me he puesto un nombre: SIEMPREVIVA”

Bibliografía

Bermudez, R. A. (2012). Cultura, Política y Literatura en Colombia. Nadaismo 70, 18-36.

Caicedo, A. (1982). ¡Que viva la música! Cali: P&J.

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