Los años con Laura Díaz. Joven fotógrafo que realiza una serie de investigación
Enviado por Rimma • 28 de Agosto de 2018 • 2.352 Palabras (10 Páginas) • 413 Visitas
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del próximo siglo vendrán varias crisis económicas y financieras. Cada evento será precedido por un estado de euforia (boom), en el que muchos creerán: “aprendimos a evitar las crisis y encontramos el secreto para mantener la moderación”. Cuando el problema estalle los hacedores de políticas entrarán en shock. Reaccionarán con pánico e improvisación obteniendo paliativos en vez de solucionar de raíz el problema, incluso sembrarán la semilla de nuevos eventos catastróficos.
Otra predicción fiable compete a la coordinación internacional sobre políticas de preservación de bienes públicos, especialmente las precauciones para reducir el riesgo del cambio climático y mitigar sus consecuencias. Alcanzar y mantener acuerdos continuará siendo el problema. Sólo los alemanes y escandinavos harán promesas de buena fe que serán materializadas en hechos. Gran Bretaña intentará imitarlos, pero fallará en su intento. Estados Unidos será honesto consigo mismo y hará pocas o nulas promesas, atrayendo la crítica de otros países como Francia e Italia, quienes firmarán todo y harán nada. China e India manifestarán su buena intención, pero su distracción serán los problemas internos.
Una amplia fracción de la electricidad del mundo seguirá siendo generada por quema de combustibles que emiten gases de invernadero. Energía solar, eólica y mareomotriz contribuirán muy poco. La fisión nuclear atravesará ciclos de auge y revés por el miedo a accidentes en reactores. La energía nuclear siempre ha sido la tecnología del futuro y será el mismo caso a un siglo de distancia.
Si los pronósticos sobre el calentamiento global resultan ciertos, los pasajes del noroeste y noreste en el Ártico quedarán libres de hielo, reduciendo el costo del transporte de Asia y Europa a la costa este de Estados Unidos. Conforme el comercio en el Atlántico aumente, la afectación serán los canales a través del Pacífico con la costa china y países sudamericanos. La mayoría del tráfico en estos nuevos pasajes consistirá en turistas visitando los trayectos de exploradores como Roald Amundsen y Adolf Erik Nordenskiöld.
En el borde derecho del cono están los Estados Unidos y Europa. Políticas disfuncionales y demografía adversa atraparán a éstos, anteriormente gigantes económicos, en la mediocridad relativa. Su situación será una reminiscencia de las infortunadas décadas de 1970 y 1980 que vivieron los países de América Latina. De vez en vez disfrutarán de un crecimiento moderado, pero sus economías se estancarán siendo rebasadas por nuevas dinámicas provenientes de Asia, Sudamérica y África. Europa y Estados Unidos seguirán sumidos en deuda pública y privada por igual, padeciendo inflaciones y crisis monetaria.
Desde sus lujosas nuevas oficinas en Singapur, oficiales del Fondo Monetario Internacional (FMI) enviarán misiones a Washington y Bruselas para discutir los términos y condiciones de renovación de préstamos. Los estadounidenses insistirán en su derecho constitucional de disfrutar los nuevos helicópteros personales y teatros holográficos con sonido envolvente en casa. El valor de la producción doméstica en Estados Unidos será mucho menor a su consumo, por lo que el país mantendrá amplios déficits que requieran deuda para solventarse. Eso no evitará las quejas de los estadounidenses sobre medidas del gobierno para limitar o contener su consumo.
Los europeos sibaritas defenderán su derecho de beber vino, cerveza o cualquier cosa durante todo el día. Los gobiernos cuyo objetivo inmediato es la reelección, no desafiarán votantes y por lo tanto no cumplirán las condiciones del FMI. De cualquier manera y a la larga, el FMI exonerará la deuda porque los morosos sabrán que, si le debes al banco un millón, estás en su poder; si le debes mil millones, el banco es tuyo.
A Estados Unidos las crisis recurrentes le harán perder el liderazgo tecnológico, mientras que los gobiernos son controlados o influenciados por conservadores religiosos quienes se opondrán a la investigación biológica y la innovación. Su sistema educativo será exprimido entre las demandas de grupos fundamentalistas y los sindicatos magisteriales, eso acelera su declive. Siglos atrás cuando China iba a la vanguardia en innovación y desarrollo tecnológico, el capricho imperial de enclaustrarse dentro de sus fronteras los hizo perder seis siglos de desarrollo. Para los Estados Unidos el siglo XXI puede representar un declive similar.
Colateral del declive tecnológico hay una buena noticia, que será su oportunidad de reposicionar las manufacturas. En 2011 la producción de trapeadores y escobas repuntó en su regreso de China a los Estados Unidos. Los chinos querían producir tecnología compleja dejando atrás los plásticos baratos. Al menos este revés en el desarrollo industrial creará empleos para la mano de obra menos calificada.
En el borde izquierdo del cono encontraremos a China e India, cuyo inevitable dominio mundial es predicho con certeza en la actualidad. Inequidades regionales y étnicas estallarán en conflictos civiles en ambos países. Cooptar estas situaciones le implicará al gobierno muchos recursos por lo que existirá un reducido margen de apoyo a proyectos emprendedores e inversión pública. Grandes planes de infraestructura padecerán de negligencia, sabotaje e incluso terrorismo. Eso ahuyentará la inversión extranjera y motivará al mercado doméstico a subcontratar su producción en el extranjero.
Algunos de los escenarios descritos pueden coexistir; otros son mutuamente excluyentes. Pero tan solo la posibilidad de pensar en ellos genera un prospecto atemorizante. Si infundir temor pudiera ser un detonante para la acción que evitara varias o todas las consecuencias previstas, ¿cuál es entonces el escenario ideal?
En el ideal, los hacedores de políticas habrán aprendido que las crisis son inevitables y que las mejores medidas para superarlas surgen de la prevención, durante la bonanza. Citando al ministro de hacienda chileno, Andrés Velasco, cuya previsión amortiguó los efectos para la economía chilena durante la caída del precio del cobre, “ser un keynesiano implica estar en ambos lados del ciclo”. Las buenas prácticas en las políticas tienen mayor potencial durante periodos de estabilidad, sin importar lo lejano y ajeno que el escenario catastrófico se encuentre.
Es un sueño que las escuelas públicas de Estados Unidos recuperen la calidad y propósito que les dio origen. Un bachillerato que les provea una formación con habilidades prácticas para adquirir una educación superior en materias que realmente importan: matemáticas, ciencias naturales, ingenierías y economía.
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