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Producción del discurso argumentativo a través de volver para contarla

Enviado por   •  5 de Enero de 2019  •  2.285 Palabras (10 Páginas)  •  460 Visitas

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Aclaro en este punto que todo argumento que ha dado y que da Araújo en su libro más claramente en el primer capítulo para poder defender su tesis, están basados en el escrito que saco a la luz a Marque que es Cien años de soledad, donde hace un recorrido en su historia y la historia de su nación. Ya siendo este aclarado, se continúa dando a conocer más de los argumentos dados por Araújo (2015) quien relata:

El valor atribuido a la experiencia del viaje es explícito: en vez de despejar un recuerdo engañoso y darle realidad al pueblo tal cual era, al contrario, este suscita la añoranza, es decir que se desdibuja la realidad del pueblo y el contenido del recuerdo para reemplazarlo por una imagen afectiva, imaginaria, que rechaza lo sabido y lo percibido, una imagen a ojos vista equivalente de la imagen escrita, tal cual puede comprobarse con la cita de Cien años de soledad utilizada (y de, nada menos, su primera página: las “piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos”). Se trata entonces de una revelación que no tiene que ver con la realidad sino con el sujeto, y más específicamente con el sujeto creador ante el tiempo. Se dramatiza así, en la dinámica misma del traslado en el espacio, el “querer ser escritor”, a través de la sacralización de una experiencia determinante, que contiene en los pliegues imaginarios y memoriales. (p.10).

Araújo (2015) continúa argumentando su opinión ahora dando recorrido más precisamente por el libro, mostrando al lector la importancia de los capítulos que él considera vitales para dar veracidad a lo que se busca:

El episodio se prolonga en el segundo capítulo, con una narración de anécdotas y percepciones infantiles, muchas veces presentes en las ficciones, narración que esboza un retrato de lo que cabe denominar un “niño escritor”, es decir, la de un ser situado en los inicios del tiempo y del sentido, dotado ya de todas las características del futuro García Márquez. O sea que la identidad de escritor es independiente de la escritura, es una esencia, en este caso determinada por la historia familiar y el entorno espacial, ambos idealizados como vimos. La mirada retrospectiva de la autobiografía es aquí fuerte: los recuerdos son anuncios, predeterminaciones, prácticas precursoras de la creación, que convierten a la biografía en un relato coherente, a la vida en una trayectoria única y narrable y a las causas de lo que sucede en algo inteligible. En la personalidad infantil que se describe todo apunta al escritor, en particular en su vertiente fantasiosa o fabuladora. Así nos cuenta que tenía “recuerdos intrauterinos y sueños premonitorios” (p. 81), o subraya su capacidad de narrar incorporando la imaginación (él recuerda que a los cuatro años era pálido y ensimismado, y sólo hablaba para “contar disparates, pero mis relatos eran en gran parte episodios simples de la vida diaria, que yo hacía más atractivos con detalles fantásticos para que los adultos me hicieran caso”) (pp. 103-104). Las mentiras y excesos entonces no eran, en su caso, “infamias de niño”, sino técnicas rudimentarias de narrador en ciernes para hacer la realidad “más divertida y comprensible” (p. 104). Fantasías, exageraciones, incorporación de lo mágico, atractivo por una recepción positiva y divertida. (p.13-14).

Para comprender más acerca de la importancia del espacio-tiempo en el realismo mágico que emplea Márquez en sus escritos, Araújo (2015) expresa porque que este es mítico:

Ese espacio-tiempo es esencialmente mítico, no por las contradicciones entre el relato documentado y este relato que lo hace existir, sino por las características que se le atribuyen: espacio aparte, tiempo fundacional determinante, tiempo perdido y recuperable gracias a la nostalgia, lugar ontológicamente distinto al del resto de la vida, pero intensamente operativo. Dispositivo de creación y mecanismo de un combate triunfante contra la melancolía, una melancolía a la que en el idiolecto de la obra se denomina, si no me equivoco, la soledad. (p. 15).

El escritor del legado de macondo (2015) demuestra también un poco de la importancia de la niñez en los escritos de Márquez, pues dice “La niñez en tanto que un espacio tiempo singular y en tanto que permanencia soñada: estas ideas son estructurales en la obra de García Márquez.” (p. 16). También nos narra en que convierte Márquez lo que es la infancia:

La infancia se convierte, de la mano de García Márquez, en un mito de origen, pero también en un epítome de la creación literaria: sueños, deseos, materialización de imposibles. De la literatura, en el sentido que le da Juan José Saer: crear falsos recuerdos para memorias verdaderas (2000). Esto no sería ajeno, quizás, al hecho de que tantos lectores y grupos sociales se identifiquen con sus textos y que Cien años de soledad pueda considerarse como lo que Pierre Nora denomina un “lugar de memoria”, espacio de construcción de identidades proyectivas (1984). Araújo 2015 (p.21).

Siendo estos los argumentos dados en Volver para contarlo para verificar la tesis inicial, el autor concluye el capítulo dando la siguiente conclusión:

García Márquez convierte lo enigmático (el surgimiento de una novela de incomparable éxito y de inmenso atractivo), convierte eso que no se explica, en una serie inteligible de acontecimientos. El mito de origen de García Márquez, repetidamente narrado en textos anteriores, se vuelve visible, cobra una formulación acabada y sintética en Vivir para contarla… Vivir para contarla amplifica, en alguna medida, una visión recurrente de García Márquez sobre su obra y en particular sobre Cien años de soledad, en la medida en que se reafirma la dimensión autobiográfica, digamos referencial, del libro. También retoma la creencia en lo narrado, la posibilidad de evocar con la fuerza de la nostalgia un tiempo perdido al que se adhiere, la naturalidad del cruce entre verosimilitud y magia… De cara a una carrera de escritor, y al final de su vida, García Márquez reanuda, una última vez y gracias a un nuevo relato de infancia, el gesto de apropiación de un pasado que no fue, que pudo haber sido, que se sueña como real. Es decir que al actualizar la vivencia infantil de pérdida, de creencia, de magia, muestra, hasta el final, que no renuncia a evocar y volver verosímil ese mundo fantasmático, repitiendo que lo perdido tuvo cierto tipo de existencia, todo lo cual es una manera privada y quizás anacrónica de defender la enigmática fuerza de transmisión que tiene la literatura… Así puede entenderse esta nueva y vehemente declaración sobre la verdad de lo imaginario; se trata de defender, con uñas y dientes y contra vientos y mareas, la realidad

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